Los gritos no se ahogan entre los barrotes, ni el tiempo borra la memoria de los cuerpos que nunca volvieron. Las amenazas no son la epidemia del miedo, ni los golpes consiguen minar el coraje. Los cadáveres no son señales que advierten de una retirada a tiempo, sino que se convierten en los estandartes de una lucha que sí tiene voz, pero que vive en un mundo de sordos.
Los comunicadores indígenas son completamente conscientes del monstruo al que se enfrentan. Las empresas que dominan los países latinoamericanos tienen un importante control sobre los medios. Esto no es un problema al que solo se tienen que enfrentar los comunicadores de América Latina, sino que es algo que ocurre a nivel mundial. El rapero Valtonyc o los directores de la revista El jueves en España son un ejemplo de la universalidad del problema. Las víctimas de la manipulación mediática siempre son las minorías, aquellos sectores que no cuentan con el poder económico suficiente para hacer frente a este monopolio informativo. Los recursos de las elites económicas proyectan una sombra que es difícil de iluminar si solo se cuenta con una cerilla.
La desinformación es una poderosa herramienta de manipulación
Las victorias electorales, la canción de moda, los héroes y los villanos del mundo. Todo se decide por la presión de los medios. Hay grandes campañas de ataque, unas mas explícitas que otras, para conseguir que el mundo se mueva en una u otra dirección. La punta del iceberg está controlada por grupos de derechas que ven temblar sus intereses en cualquier acto revolucionario, por lo que cualquier medio que se manifieste anticapitalista es considerado un terrorista al que, por supuesto, hay que endemoniar. Consiguen sus objetivos inundando las redes sociales, bombardeando los informativos hasta hacer que las masas se posicionen. Y lo consiguen. La estrategia de mantenerse en el poder haciendo que el mundo odie a su enemigo.
“Comision Creel”, así se llamó a una de las primeras campañas que se usaron para manipular la historia mundial. Esto ocurrió en los Estados Unidos en 1916, cuando el presidente Woodrow Wilson vio que la sociedad estadounidense no tenía ninguna preocupación por la Primera Guerra Mundial, su lejanía le hacía perder interés, mientras Europa estaba inmersa en el conflicto. El presidente soñaba con la participación en la guerra, pero necesitaba crear esa necesidad entre los ciudadanos. Dicen, que en solo seis meses, el odio a Alemania recorría las venas de los estadounidenses, la Primera Guerra Mundial estaba en la boca de todos los ciudadanos, un debate abierto que hizo que un problema que veían ajeno poco tiempo atrás se convirtiera para ellos en una amenaza inminente. El pueblo quería poner a prueba esa invencibilidad que tanto había recalcado el presidente Wilson en su campaña psicológica. Edgar Bernays, años después de su desvinculación de la Comision Creel utilizaría la frase: “Las palabras ganaron la guerra y perdieron la paz”.
“¡Tanto es el miedo que nos tienen!”, grita una de las comunicadoras de la sala. Las lágrimas le resbalan hasta perderse en la comisura de sus labios. Hierve en su discurso. Recuerda a todas y todos los que han caído. Hay mucha censura y muchas condenas para los comunicadores en todo el mundo, pero las consecuencias para los indígenas son letales. No les silencian con cárceles ni denuncias, a los comunicadores indígenas les arrebatan la vida. “Yo hablo en nombre de mis hermanas que han muerto. Hablo de esos hijos de puta que al verlas mujeres no solo las matan, las violan, las torturan. Y sí, somos mujeres y tenemos una desventaja física en muchos casos, pero dentro somos fuertes, y yo lucharé por cambiar esto aunque también me cueste la vida”, continua la comunicadora tras pedir perdón por los gritos que han hecho tambalear el agua de todas las mesas. Los testimonios que exponen los participantes han encendido el ambiente. Bashe Charole, comunicadora qom del Chaco argentino, habla de la situación de los activistas en Argentina. “La derecha no es joda”, dice con un tono tirante. “El apagón informativo es un hecho. La comunicación era un derecho humano y pasó a ser un negocio para promover las inversiones y asegurar la estabilidad del mercado de la comunicación”. En sus silencios solo hay silencio. “Venimos informando de lo que pasa en nuestras comunidades, del extractivismo de Monsanto. Hace unos meses una compañera fue golpeada brutalmente, seguidamente violada sexualmente, torturada, y finalmente asesinada. Esto solo está pasando en nuestras comunidades.” Nadie respira, solo esperan a que siga su discurso. “Intentan vetar a los medios. La censura se ha incrementado. Tener voz ha sido una conquista nuestra, un logro nuestro. Pero quieren que los medios indígenas se debiliten. Si vienen a Argentina van a comprender de que el avance de la derecha no es broma hermanos, se pierden vidas, y nosotros la estamos padeciendo”.
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