Los garífunas se reparten por las costas del Caribe de Belice, Guatemala, Honduras e incluso Nicaragua. En este caso, no se trata de una familia lingüística con muchas subdivisiones en un área extensa, sino que es la misma lengua —aún con variaciones léxicas— que se habla en las costas caribeñas de todos estos países. A los garífunas les une tanto su lengua y su cultura común, que muchas veces tienen más relación transfronteriza que dentro de su propio país. En nuestra estancia en Lívingston, Guatemala, pudimos compartir con ellos la celebración del Día Garífuna y vimos cómo la presencia de grupos de otras nacionalidades, pero igualmente garífunas, eran una parte muy importante de todos los actos.
Las fronteras no son más que una invención del ser humano —que sean intrínsecas a su naturaleza o no, ya es otro debate que podríamos analizar en el próximo artículo—. Al fin y al cabo, todos estos vecinos, los protagonistas de muchas de las historias que hemos documentado, no han hecho más que recordarnos la importancia de alguien a quien consideras tu hermano, que tiene tus misma cultura y habla tu lengua, pero que en algún momento de la historia, una decisión política o económica lo separó de ti.
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