Alejandra Gayol
Muchas culturas del mundo explican, dentro de las leyendas de su legado oral, el origen de la lengua como una divinidad que baja del cielo en forma de animal para regalar la primera palabra al hombre. Esto no solo esta presente en la mitología. La naturaleza, en varias de sus formas, aún sigue siendo una proveedora de nuevos sonidos, palabras y melodías en algunos lugares de un mundo donde parece que ya todo ha sido descubierto. En Sololá, un departamento del sureste de Guatemala, el grupo Sotz’il Jay expresa su cosmovisión a través de la música, interpretando el sonido de la naturaleza mediante instrumentos ancestrales. “Para nosotros la música es el sonido, la palabra y el silencio de todo lo existente en el universo. De alguna manera nuestra mayor maestra es la naturaleza misma”, dice Daniel Guarcax, miembro y fundador del grupo.
Para la cultura maya kaqchiquel, comunidad lingüística a la que pertenece este grupo, la naturaleza tiene un lenguaje en sí, un lenguaje espiritual común en todo el mundo, más allá de las palabras. Dentro de su vocabulario, el banco de sonidos que genera el entorno natural donde viven ha servido para crear muchas palabras que aún utilizan en la actualidad. “Los sonidos son nuestra lengua o nuestro idioma kaqchiquel. Esta tiene una base onomatopéyica muy importante. Por ejemplo, a un ave le llamamos «ch’ok», y le decimos «ch’ok» porque el canto de este ave es ch’ok-ch’ok-ch’ok. Prácticamente llamamos a las cosas por su sonido, forma, o color. Es así como nos adaptamos un símbolo desde la naturaleza misma. Existen muchos más ejemplos en animales y plantas. Así se genera y se va creando el banco de sonidos, de palabras, de fonemas de una comunidad”, añade Daniel.
Quizás un día seamos conscientes de lo que se pierde cuando perdemos una lengua. Cuando desprestigiamos nuestra forma de hablar y la sustituimos por otra, rechazamos de alguna manera nuestra expresión más natural. Las lenguas también son parte de la educación ecológica, pues el respeto hacia la naturaleza también se cultiva en las palabras.
Grupo Sotz’il en una interpretación de los sonidos de la naturaleza:
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