Tawira: el reino sin trono
Un pueblo sin país, pero con patria. Una lengua sin literatura, pero impenetrable. Una comunidad dividida en fronteras políticas, pero unida en una misma cultura. Un imperio que el paso del tiempo pretende borrar, pero que se inmortaliza entre los nombres de aquellas tierras que han sido parte de su historia. La Moskitia, un reino sin rey que aún vive entre aquellas mujeres y hombres de apellido inglés y corazón Caribe.
Uno de los principales bastones en los que Avelino Cox se ha apoyado para caminar tras las huellas de la historia tawira ha sido la toponimia y la etimología. A lo largo de Centroamérica se pueden encontrar muchos pueblos fuera de Nicaragua y Honduras que poseen un nombre de origen miskitu. Esto es un indicador de su asentamiento en estos lugares, aunque no solo de su presencia, sino también de su imposición lingüística. Gracias a la investigación etimológica se ha podido conocer la magnitud del imperio, que llegaba desde Campeche hasta Panamá. Un ejemplo es el de la provincia de Talamanca en Costa Rica. Este nombre quiere decir “precio de sangre” y proviene de la historia de los miskitu contra Carbonell, gobernador español en Panamá. En 1722 liderados por Tara —que en español quiere decir “grande”—, el pueblo tawira asolaba con sus barcos piratas desde México a Colombia, saqueando y secuestrando hombres para hacerlos esclavos. Carbonell llegó a Nicaragua para reclamar justicia contra los miskitu por haber secuestrado a más de 2000 jóvenes Kuna y de otras etnias de Panamá. El gobierno nicaragüense le contestó diciendo que Nicaragua no tenía nada que ver con esos salvajes del Caribe, así que viajó al reino del Atlántico y consiguió una indemnización en oro. El pago se realizó en un punto entre Costa Rica y Panamá, llamado Talamanca después de lo ocurrido, dejando la historia escrita en su nombre para siempre.
La religión también se ocupó de poner énfasis en la palabra tataibra. La iglesia morava colonizó por completo las mentes de los miskitu, hasta hacer desaparecer cualquier signo de creencia ancestral. Y no solo hablamos de los dioses o fuerzas de la naturaleza. La sexualidad de la mujer miskita también se vio profanada por la iglesia. Una mujer que vivía el sexo con gran naturalidad, dándole suma importancia en su vida, llegando incluso a abandonar a su pareja si en un periodo establecido no lograba satisfacerla. Llego la religión y reprimió su sexualidad. Hoy tataibra también abunda en los discursos del pueblo miskitu, víctima de su historia y del presente. Marginado de una Nicaragua que solo tiene costa en el Pacífico. Una historia de opresión requiere de un pasado de lucha y de un presente de resistencia.
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