Desmontando la discriminación lingüística
Juan Carlos: No, en absoluto. La internacionalidad o la capacidad para hacer literatura o ciencia no está en las lenguas sino en las comunidades que las usan. Hay que tener en cuenta, además, que las lenguas no son objetos o instrumentos sino conjuntos de comportamientos comunicativos con los que se pueden hacer múltiples cosas. En ningún modo esos comportamientos limitan o restringen las posibilidades de los seres humanos: al revés, las potencian y las hacen más ricas y flexibles. El inglés no se usa en muchos ámbitos porque es una lengua internacional. Es al revés, el inglés es lengua internacional porque se usa, muchas veces, de modo obligatorio y obligado, en las comunicaciones internacionales. Por tanto, no es una propiedad de la lengua sino de las comunidades que la usan. La gente olvida que el fulaní (en Africa occidental), el swahili (en África oriental), el euskera, el gallego-portugués o el catalán son lenguas también de uso internacional, no solo lo es el español o el inglés.
A.: En tu último libro mencionas que tras la diversidad de las lenguas se esconden los mismos principios básicos, los mismos mecanismos gramaticales, los mismos procesos estructurales, los mismos objetivos comunicativos, expresivos o imperativos. Si es así ¿Qué factores han corrompido la dignidad e igualdad de las lenguas provocando que muchas originarias cada vez se vean más acorraladas y sustituidas por las dominantes?
J.C.: Hay que distinguir dos cosas. A lo que se hace referencia en la primera parte de la pregunta, que es exactamente tal cual se dice en ella y la segunda parte, que no tiene que ver con los mecanismos del comportamiento lingüístico, sino con las experiencias sufridas por muchas comunidades lingüísticas que han caído bajo el dominio de otras que les han impuesto su lengua y su cultura. Lo primero es un aspecto que podríamos denominar interno y que tiene que ver con las características propias de las lenguas naturales como manifestaciones de la facultad humana del lenguaje. El segundo aspecto tiene que ver con la sociología de las lenguas, más concretamente, con la promoción o marginación de las comunidades lingüísticas dentro de unas coordenadas históricas determinadas.
J.C.: Es una distinción social y política y no lingüística. Normalmente, en este ámbito, el concepto de lengua se utiliza para hacer referencia a un tipo de entidad culturalmente desarrollada, que denomino lengua cultivada, y que más que una lengua constituye una especie de modelo o esquema de lengua que sirve para establecer una evaluación de los comportamientos lingüísticos. Aquellos que más se acerquen a ese modelo serán prestigiados y prestigiosos y los que más se aparten de él serán desprestigiados y marginados. Es una aplicación en el ámbito lingüística de las relaciones de poder entre clases sociales o sectores de clases sociales. De esta manera los dialectos andaluces se diferencian más del español estándar que los dialectos castellanos. Como la lengua estándar oficial se fundamenta en éstos últimos se llega a la absurda idea de que los andaluces hablan un dialecto de la lengua que hablan los castellanos. Es falso; ambos hablan dialectos o, si se quiere, una variedad lingüística concreta.
J.C.: La estandarización no es necesaria para conservar una lengua amenazada, de hecho, puede ser perjudicial esta se realiza con el propósito de marginar determinadas variedades. Ahora bien, si existe ya una lengua dominante estandarizada distinta de la nativa en una comunidad, entonces es necesario contraponer ésta a un modelo de lengua estándar nativo para poder actuar con las mismas armas. Aunque para que esto tenga efecto sería deseable o necesario que esa lengua estándar dominante desapareciera como lengua oficial (no estoy diciendo que deje ser utilizada o que se prohíba en la comunidad) y fuera sustituida por la nueva lengua estándar en la comunidad, pero solo para efectos burocráticos o del Estado sin que se pretenda eliminar o marginar los dialectos locales, que son las auténticas lenguas.
A.: El sesquilingüísmo, aunque no es una palabra con la que estemos familiarizados, sí que es un recurso muy común en la comunicación entre dos personas de diferente procedencia, y ha sido el método utilizado en las relaciones comerciales y sociales entre navegantes y mercaderes en épocas pasadas. ¿Consideras que ese «bilingüismo analítico» sería un buen arma para frenar los imperialismos lingüísticos al mismo tiempo que nos ayudaría a comprender muchas más lenguas?
J.C.: Sin duda. Los seres humanos nacemos con la capacidad de poder entender otras formas lingüísticas distintas de las nuestras. El imperialismo lingüístico nos ha convencido de que para poder prosperar es necesario utilizar una única lengua (la del Imperio, sea el inglés o el español). Para convencernos de esto, nos inculca de modo insistente que no podemos comprender otras lenguas intentando así cercenar nuestra capacidad natural de intercomprensión lingüística, no solo entre variedades cercanas entre sí, sino entre lenguas emparentadas genéticamente entre sí.
A.: En un mundo globalizado como el que vivimos, ¿crees que es necesario un idioma universal o hay otras alternativas? Y en este caso, ¿debería mantenerse el inglés como tal, o es posible frenar esta colonización lingüística masiva?
J.C.: La idea del idioma universal es un mito que se proyecta en el pasado: en su origen toda la humanidad tenía una sola lengua; o en el futuro: con el progreso la humanidad está abocada a tener una única lengua. Los imperialismos aprovechan esta segunda vertiente del mito para convencernos de que esa lengua global de la humanidad ya existe: el inglés. Pero lo cierto es que, si miramos lo que habla la gente en el mundo veremos que la inmensa mayoría del mundo no se expresa en inglés. Basta conocer la realidad lingüística del planeta para darse cuenta de esto. Por ello el conocimiento de esa realidad, deformada por la idea de que el inglés es una lengua global, es uno de los instrumentos que podemos utilizar para contrarrestar el lavado de cerebro al que diariamente somos sometidos.
A.: Por mucho que estudiemos una segunda lengua o convivamos con esta durante muchos años, ¿es posible llegar a dominarla al igual que dominamos nuestra lengua nativa? ¿Puede una persona llegar a sustituir completamente la lengua en la que ha expresado siempre sus sentimientos de una forma natural por otra?
J.C.: Como decía Bloomfield, nunca estaremos tan confiados con una lengua diferente a la hora de hablar como lo estamos con aquella que adquirimos en nuestra infancia. No se trata tanto de dominar o no dominar sino de esa confianza, soltura y seguridad que da hablar nuestra lengua nativa o nuestras lenguas nativas, aquella o aquellas en las que hemos crecido y con ayuda de las cuales hemos conformado nuestra personalidad social y cultural.
J.C.: Estoy completamente de acuerdo con el pensamiento que hay detrás de esta pregunta. Puedo apostillar que las lenguas cultivadas son adaptaciones culturales de las lenguas naturales, pero éstas tienen un sustrato biológico del que carecen aquellas y cuando van en contra de ese sustrato, entonces la adaptación a los requisitos de las lenguas cultivadas es imposible o disfuncional. Por ejemplo, las lenguas cultivadas carecen de las dos propiedades biológicas fundamentales de las lenguas naturales: adquisición espontánea en la infancia y variación espontánea adaptativa. La única forma de aprender a usar efectivamente y espontáneamente algunas lenguas cultivadas como las lenguas estándar es naturalizándolas: eliminando o contrarrestando esas dos propiedades mencionadas.
A.: ¿Cuáles son, según tu criterio, las principales causas del homicidio lingüístico que hoy se vive en todo el mundo? ¿Hay conciencia sobre esto?
J.C.: La causa principal es el imperialismo económico, cultural y lingüístico heredero del colonialismo de los siglos pasados. Uno de los postulados esenciales del estudio del imperialismo es que el imperialismo siempre genera una reacción de resistencia. Lo fundamental es que esa reacción adquiera una fuerza cualitativa suficiente.
J.C.: Rotundamente, no. Hay que recordar que prácticamente nunca abandona un pueblo su lengua por deseo propio. Es posible que muchas personas en España deseen abandonar el español y el catalán y hablar exclusivamente en inglés, pero de hecho no lo pueden hacer, ni podrán hacerlo. Solo lo acabarían haciendo si se prohíbe violentamente hablar castellano o catalán, si se obliga por la violencia física o psíquica, a expresarse en inglés. Aunque esto, afortunadamente, tampoco lo garantiza.