EL VIAJE

Wet Wet Fixexi

Idoia Olaizola
Es una palabra nasa que significa vivir con salud y en armonía con la naturaleza. Respirar aire puro, escuchar los cantos de las aves y ser feliz porque ellas están bien. Compartir con la comunidad, servir con alegría a las demás personas, estar feliz de vivir. En última instancia, vivir bien, vivir rico.
Su gran sueño es ser piloto de aviación. Lo explica con una amplia sonrisa mientras se columpia en el parque del pueblo. Es uno de los pocos niños que habla la lengua nasa yuwe en Toez, al norte del Cauca. Corren rumores sobre la creación de un nuevo aeropuerto cerca de su comunidad y se dice que se valorará conocer la lengua del pueblo nasa para acceder al puesto. Eso le anima aún más a conservar su lengua. Julio aprendió a hablar nasa en su hogar. Su padre era su mejor profesor, pero fue asesinado cuatro años atrás. En el norte del Cauca el conflicto armado ha causado mucho sufrimiento en las familias, en especial a los niños. La vida discurría tranquila para Julio, acudía al colegio jugaba con sus amigos y por las tardes aprendía junto a su padre la lengua propia. Pero un día, su padre no volvió a casa. Preocupados lo buscaron en las comunidades vecinas. Finalmente, apareció el cuerpo sin vida al amanecer. Tuvo la mala suerte de compartir nombre con alguien buscado por los militares. Y una “equivocación” tan insignificante, cambió la vida de Julio y su familia. Por eso para Julio, conocer y mejorar sus conocimientos de la lengua que su padre le enseñaba es su homenaje hacia él.
Julio juega en el parque de su comunidad en Toez
Fotografía de Ignacio Espinoza
La violencia que los niños han sufrido durante años se ha manifestado de diversas maneras. Los diversos actores del conflicto armado tenían un especial interés por los niños que sabían hablar el nasa yuwe. Conocían el terreno, eran más resistentes a las inclemencias y poseían un sistema de comunicación propio. Por eso muchas familias se trasladaban a la ciudad para evitar que sus hijos fueran secuestrados para la guerra. Otros muchos accedían por voluntad propia, era una manera “fácil” de ganarse la vida. Las comunidades son en su mayoría pobres y la falta de recursos provocó un aumento de la entrada de niñas y niños a las filas bélicas.
«Si no saben querer lo propio, no van a tener una base donde estar»

Sin embargo, hay jóvenes que luchan por evitar que los niños pierdan su infancia. La máxima del pueblo nasa es vivir rico, vivir bien, o como ellos dicen en su lengua: wet wet fixexi. Y eso trata de hacer Enuar. Es un chico alto, en apariencia tímido, pero al que se le atisba esa pasión por la lucha de un mundo mejor. Vive en el resguardo de López Adentro. Lleva años trabajando en un proyecto musical para que los niños puedan tener una vida fuera de la violencia. “Dentro del territorio se ve una problemática que es el conflicto armado y se ve la desmotivación del gobierno a apoyar el proceso. Eso hace que el joven se desmoralice, se quiera ir a otros lados, agarre malos rumbos e ingrese a grupos armados. Ahí se perdería un joven más” explica Enuar. “Esa es la problemática, entonces surge la necesidad de que el joven se ocupe de nuestro territorio, que haya algo que lo motive y se sienta orgulloso de estar en la vereda. Entonces vimos que la música es una salida para nuestros niños y jóvenes del territorio. Ellos se sienten felices tocando. Por eso se conformó la escuela de música del resguardo”.

El inicio fue duro, no tenían instrumentos, ni local en el que ensayar. Tuvieron que realizar diversas rifas y eventos en los que ganar un poco de dinero con los que tirar adelante el proyecto. “Nos tocó voltear por todos lados. No teníamos sitio dónde ensayar, pero los jóvenes hicieron el esfuerzo, me acompañaron y el cabildo nos apoyó. Con eso pudimos comprar instrumentos y pudo empezar a funcionar el grupo. De inicio éramos cinco, ahora somos quince y va aumentando el número de participantes. Eso me tiene muy contento, que nuestra escuela vaya creciendo cada día más”, comenta con una sonrisa en la cara.
Enuar trabaja por sacar adelante a los niños de su comunidad Pílamo
Fotografía de Joseba Urruti
La orquesta crea sus propias obras sobre los aspectos sociales de lo que está pasando en la comunidad o el país. “Me gusta mucho denunciar lo que pasa en este país por medio de la música. La base de nuestra música es la chirimía porque es un punto de referencia de nuestro territorio, es música propia que viene desde nuestros ancestros. Es música que se tocaba en todo ritual, toda fiesta, pero los jóvenes ya no se interesan por eso”. En su resguardo los niños ya no hablan la lengua nasa yuwe. Cada vez se sienten más alejados de su cultura. Por eso intenta a través de la música empezar a recuperar la identidad perdida y así propiciar en un futuro que los niños quieran aprender de nuevo el nasa yuwe.

“Escuchar música tradicional en mi territorio es muy difícil. El joven de acá siempre se va por otro género musical, generalmente de afuera. Uno toca la chirimía y se ríen. No ven lo chévere que es tocar un instrumento propio. A ellos les da pena tocar, por eso a los muchachos que se encuentran aquí yo intento que sientan amor por el arte, por la música, porque es muy importante querer lo propio. Porque si no saben querer lo propio, no van a tener una base donde estar”. Los niños que tocan con Enuar se muestran entusiasmados. Han llegado lejos, pero les queda mucho por recorrer. Su mayor deseo es empezar a hacer actuaciones por las comunidades cercanas y así poder mejorar el local de ensayo y conseguir instrumentos para todos. Con esfuerzo y cariño, los niños nasa del resguardo de López Adentro encontraron en la música su wet wet fixexi.

1 Comentario

  1. Arantxa

    Precioso reportaje

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