FUERA DE RUTA

Revolucionarias

Alejandra Gayol

No es fácil. El patriarcado se retuerce y se humilla ante aquellas que se le enfrentan. Pero no es fácil, la lucha nunca lo es. Cuando sientes el fuego en la espalda la reacción es despegarse, y tú eliges si de las heridas te nacen alas o cicatrices. Las protagonistas de este homenaje optaron por echar a volar. No se conocen, pero pelean juntas. En diferentes escenarios, por diferentes vías, pero pelean. En su corazón: la lucha por los derechos de su pueblo. En su figura: el feminismo. Mujeres de etnias minorizadas que luchan en un mundo de hombres blancos.

Lupita

Fotografía de Joseba Urrutikoetxea

Lupita. Cinco años luchando por los derechos de los indígenas rarámuri en Chihuahua, México.

No reconocer la cultura indígena es como intentar tapar al sol con un solo dedo. Aunque trates de ocultarlo, esto no le hará desaparecer.

Entre la multitud que recoge la plaza central de la ciudad de Chihuahua, aparece a lo lejos, con paso firme, una mujer de tamaño pequeño y gran presencia. El meneo de un vestido de flores y volantes hace despegar a decenas de palomas. Guadalupe Pérez se dirige a su lugar habitual de trabajo, el palacio de justicia, donde gracias a su insistencia y trabajo constante, ha conseguido  su propio despacho. Su trabajo, a vista de pájaro, es hacer de traductora en aquellos juicios donde los condenados, hablantes del rarámuri, no dominan el español. Pero su verdadera labor es otra. Lupita controla que en los juicios no se violen los derechos de las personas indígenas, y que la barrera lingüística no se utilice como herramienta para fomentar la desigualdad.

A su despacho llegan cartas desde todos los cerezos —cárceles— de los alrededores. Los presos rarámuri ven a Lupita como la luz al final del túnel. De forma voluntaria y sin remuneración ni medallas, Guadalupe lee cada carta que le llega y revisa detenidamente cada caso. Su experiencia le ha hecho conocer a la perfección las injusticias que hay detrás de cada frase que se traduce en cada juicio. Ha tenido que ver cómo la incomprensión de los presos —y la falta de interés de la justicia mexicana— ha llevado a personas completamente inocentes a cumplir condenas y sin oportunidad para expresar su inocencia. Esa es la razón por la que Lupita ha creado la asociación Nochaba Nikuuroka Anakupí Niraa —que en lengua rarámuri significa “Trabajar ayudando los unos a los otros”—, una organización apartidista, autónoma y sin ánimo de lucro para ofrecer asesoría y orientación legal en diferentes lenguas indígenas a personas que lo necesitan.

Mary

Fotografía de Alejandro González Amador

Mery. Profesora y promotora de la lengua garífuna en Lívingston, Guatemala.

El reconocimiento a la lengua garífuna como Patrimonio Inmaterial de La Humanidad por parte de la Unesco ha sido, así lo creo yo y siempre lo digo, algo que ha conseguido el mismo pueblo garífuna con su lucha, no ha sido ningún regalo.

Tras unas gafas transparentes aparece una mirada tierna que se alarga en una eterna sonrisa. La mujer que nos recibe en una silla del patio de su casa ha roto con la etiqueta de “mujer de”. Ha sido ella, tras horas de conversación, quien nos ha hablado de su difunto marido, eminencia de la cultura garífuna, creador del primer diccionario de la lengua de esta cultura. El resto del mundo ve a “Mama Mery”, una gran profesora y una gran conocedora de su cultura, independientemente de con quién haya estado casada.

Mery ha pasado su vida impartiendo conocimientos sobre la cultura y lengua garífuna. Profesora de vocación y profesión, quiere mantener el legado de sus ancestros. En los años en que ella fue a la escuela y se formaba como docente, hablar garífuna en las aulas estaba prohibido. Los maestros que en ese momento impartían las clases educaban a los niños de manera que ellos entendieran que el garífuna era una lengua inútil y sin futuro. Mery ha tenido que ver cómo, durante cuarenta años, su lengua estaba prohibida. Reconoce que la lucha ha sido muy fuerte. Cuando llegaron los tratados de paz a Guatemala y se empieza a permitir la introducción de otras lenguas que no sean el español en la educación, Mery no dudó en llevar a las aulas aquellos conocimientos que había podido poner en práctica con sus hijos, para que también otros niños pudieran conocer su historia. De igual manera, esos años de represión no han pasado en vano. En la actualidad la lengua materna del pueblo garífuna se ha convierto en L2, una asignatura más.

Fuera de las aulas, con mayor libertad de acción, no ha cesado de difundir su lengua, la que considera pilar fundamental de su cultura. Sus hijos son hablantes, e incluso uno de ellos, conocido artísticamente como Gouule Style, es productor de música en lengua garífuna. Mery confiesa que como profesora siempre intentó introducir la lengua en los jóvenes mediante la historia, generando interés a través de aquellas historias que explican cómo pudo ser que, con tantos momentos duros que vivió su pueblo, los antepasados hayan podido mantener su idioma.

Hoy Mery está jubilada. Pasa sus días tranquila, recibiendo visitas de todos aquellos interesados en la lengua garífuna, compartiendo el conocimiento de su cultura para hacerla eterna.

Martina

Fotografía de Alejandro González Amador

Martina. Presidenta de la asociación de tejedoras tz’tujiles Ixoq Ajkeem, San Juan de la Laguna, Guatemala.

Nuestra asociación se llama ixoq ajkeem en español significa mujeres tejedoras. Este nombre nos identifica como mujeres tejedoras que luchamos cada día para sacar adelante a nuestros hijos.

En 1992, en el contexto de una guerra civil, un grupo de mujeres retaron a una sociedad que planteaba el papel del hombre como el encargado de llevar el dinero a casa y el de la mujer como la responsable de las tareas del hogar. Así surgió la organización Ixoq Ajkeem, que en lengua maya tz’utujil quiere decir “mujer tejedora”, con la finalidad de contribuir a la educación de sus hijos, pues ellas no habían tenido la oportunidad de estudiar por la falta de ingresos en su familia y no querían que sus hijos pasasen por lo mismo.

La asociación tiene su tienda en el pueblo de San Juan de la Laguna, donde reciben visitas de todo el mundo. Trabajan manteniendo la misma forma de producción que sus ancestros para elaborar los tejidos. Todos los productos son sacados directamente de la naturaleza, hechos a mano con dedicación y siguiendo los patrones de los trajes típicos mayas.

El gran número de visitas del extranjero, ha obligado a Martina y a las otras mujeres de la asociación a aprender otros idiomas como español o inglés. Pero la llegada del turismo, que trae consigo nuevas lenguas y nuevas tendencias de moda, no ha logrado desplazar el modo de vida y el arraigo a la cultura maya de estas mujeres luchadoras. Martina reconoce que el inglés es muy importante para su negocio, al igual que el español, pero que jamás podrá dejar su lengua materna. El objetivo de su esfuerzo era la digna educación de sus hijos. Olvidar su lengua, sus raíces, sería perder sus principios. Además, para que su asociación continúe manteniendo su autenticidad, la lengua es un componente fundamental, pues hay una fuerte vinculación entre la lengua y el significado de sus trajes.

Virginia

Fotografía de Alejandro González Amador

Virginia. Profesora y luchadora incesante por la eliminación del analfabetismo en zonas de territorio indígena miskitu, Tuapí, Nicaragua.

Los niños, en su lengua, aprenden más, más rápido y mejor. Ahora no hay mucho analfabetismo porque los niños aprenden en el primer grado en su lengua. Esto es una ventaja y un desarrollo para la comunidad en educación, porque no hay analfabetismo ahora con los niños, pero antes, como era en español, todo era un proceso más lento y se notaba bastante en el analfabetismo.

El Caribe norte de Nicaragua es una zona fantasma para el resto del país. El acceso es casi  imposible. Veinticuatro horas de autobús en una carretera sin pavimentar, calor, polvo y mucha paciencia. Pero en esa tierra olvidada, la lengua miskita aún tiene una fuerte presencia, en parte por personas como Virginia, que han luchado sin descanso por una educación digna en territorio indígena.

Cuando Virginia era profesora, se dio cuenta de que algo fallaba en las comunidades. Los niños solo podían ir a clase hasta primaria, si querían seguir estudiando, debían dejar su comunidad para irse al pueblo más cercano. Esto suponía un esfuerzo económico imposible para las familias, y un problema para aquellos niños que se veían obligados a seguir estudiando en una lengua nueva para ellos. La dificultad de acceder a secundaria hacía que muchos niños en las comunidades dejaran de estudiar, desembocando esto, en algunos casos, en caminos como el narcotráfico. Virginia, como enamorada de la educación y de su pueblo, solicitó reiteradamente al gobierno la apertura de un colegio de secundaria en su comunidad de Tuapí. Pero poco le interesaba al estado lo que pasara con los jóvenes de las comunidades. El huracán Félix puso al Caribe norte en el punto de mira. Eso hizo que el ministro de educación visitara el lugar para tomar cuenta de la destrucción de colegios y de las consecuencias de esto para los niños del lugar. Virginia vio en la presencia del gobierno en su territorio una oportunidad. Redactó una carta de solicitud en la que firmaron muchos profesores y familias, y se la entregó personalmente al ministro. Tras muchos meses de insistencia, recibió una llamada para visitar al Gobierno en la capital. En ese encuentro, por fin, se aceptó su petición.

Gracias a la lucha de Virginia, los niños en la comunidad de Tuapí pueden seguir estudiando en su propio pueblo, sin tener que desplazarse a otros lugares y acatar nuevas lenguas que les hacen ir atrasados de sus compañeros, dejando de afectar así a la economía de sus familias. La alfabetización se ha notado a pasos agigantados. Además, la escuela imparte sus clases en lengua miskita, lo que demanda profesores de esta misma cultura, creando así nuevos puestos de trabajo a las personas locales. Esto genera que los jóvenes vean que conocer su cultura y saber su idioma es una oportunidad laboral que deben valorar.

Juanita

Fotografía de Alejandro González Amador

Juanita. Maestra y escritora de la cultura bribri. Keköldi, Costa Rica.

Ser indígena es ser algo grande, sí, viéndolo bien, como que uno piensa en esas cosas y yo me quedo así a veces como, es como increíble.

Hay personas a las que le gusta pasar desapercibidas. Sin hacer ruido, pero sin dejar de marcar su huella. En el sureste de Costa Rica, en la región de Talamanca, la cultura bribri tiene un testigo de carácter tranquilo pero incesante. Juanita es maestra de su cultura. Esto no quiere decir que dedique sus días a la enseñanza de las costumbres y la lengua bribri en una escuela. Ser maestra significa transmitir todo su conocimiento a otra persona de una forma atenta y específica. Una persona que ilustra y aconseja, para que la aprendiz, algún día, pueda ser también portadora y difusora de su patrimonio cultural. Juanita es una de las maestras bribri más capacitada en la enseñanza de la lengua, parte fundamental de la formación, pues sin dominar la lengua ninguna persona podrá ser un verdadero bribri y, mucho menos, un futuro maestro.

Juanita es una mujer con el corazón en el pasado y su mente en el futuro. Sabe que el mantenimiento de su cultura y de todo lo que la rodea no puede quedar simplemente en la transmisión de historias orales, aunque esto también sea una parte fundamental. Esto implica abordar el rescate de la cultura desde diferentes puntos. La escritura ha sido una de sus estrategias. Ha publicado cuatro libros en su vida para inmortalizar, de algún modo, la historia de su pueblo. Ha sido la presidenta de la asociación por los pueblos indígenas de Keköldi, y actualmente lleva una granja de iguanas donde cría estas en cautiverio y luego las devuelve a su hábitat natural. Esta última iniciativa también tiene que ver con la preservación de la cultura bribri, pues devolver la vitalidad al patrimonio natural tiene un fuerte vínculo con el patrimonio cultural.

Juanita vive junto a su hermana, con la que comparte todas estas iniciativas. Ambas son un ejemplo del empoderamiento de la mujer. Lideran las reuniones del INAMU (Instituto de la Mujer), donde se intenta capacitar a las mujeres que provienen de etnias minorizadas, al mismo tiempo que realzan el amor por su cultura. Sus hijos ya han crecido con dos valores escasos y fundamentales en nuestra sociedad: el poder y capacidad de la mujer, y el amor y respeto a sus raíces.

El empoderamiento de la mujer no es algo nuevo en muchas de las culturas originarias de América. La mujer ha sido una gran luchadora y estratega, mediadora de paz entre guerras, símbolo de la inteligencia y la sabiduría. En el presente, más allá de cualquier significado o papel que puedan tener dentro de su tradición, ellas se revelan ante el mundo. Pues no solo quieren devolverle la dignidad a su pueblo, sino que ellas, pueden hacerlo.

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