Aguyje y el camino a la vida plena

Aguyje y el camino a la vida plena

EL VIAJE
Aguyje y el camino a la vida plena
Ignacio Espinoza 
Es utilizada para agradecer la cordialidad y buena voluntad. Pero bajo el pensamiento guaraní el trasfondo es otro: ahondar en la esencia de la persona y relacionarlo con el estado de gracia absoluto.

Hay palabras que no se escapan de los diccionarios bilingües. Términos o expresiones comodines que sirven para desenvolverse en un lugar donde una persona es neófita en un lugar con un idioma diferente. Hola, dónde queda aquel lugar, adiós o el infaltable gracias, palabra utilizada para agradecer un gesto de buena voluntad. Dicha expresión se puede decir en diferentes lenguas y, en un pueblo originario de Latinoamérica, la palabra tampoco es una excepción.

En las montañas de Chiapas el pueblo tzotzil y su lengua –del mismo nombre­– lo desenfundan con un kolaval, en el valle del cauca el pueblo nasa y su idioma nasayuwe lo remiten a un pay. Para el pueblo mapuche en la lengua mapuzugun es chaltu mientras que para los qom, en la zona del Chaco, Argentina, es Ña’achec.

En Paraguay, el guaraní es la lengua oficial en el país y también tiene tiene su expresión para dar las gracias. Aguyje se puede decir cuando alguien en la calle indica una dirección. Sirve para responder amablemente e a una camarera en el bar Bolsi por servir un par de empanadas y cerveza Sajonia. Aguyje es una palabra fácil de aprender por las reiteradas veces que uno la debe repetir para responder a la incansable cordialidad de los paraguayos. Pero la palabra contiene un trasfondo, uno acorde al pensamiento del pueblo guaraní y que trasgrede las líneas del vocabulario.

“Los guaranís tienen el concepto de que en realidad somos almas que nos incorporamos a los cuerpos y que después volvemos a migrar. Y en ese concepto dicen que la persona, una vez que desarrolla la vida plena, logra lo que se llama aguyje. Es la cumbre, el pináculo de todo y es un estado de gracia y con eso se transporta vivo o muerto a la tierra sin mal”,  afirma David Galeano, director del Ateneo de Lengua y Cultura Guaraní. Galeano, quien ha dedicado su vida a la difusión y enseñanza de la lengua, explica que bajo la cosmovisión del pueblo guaraní el agradecimiento es un concepto humano y va más allá de solo responder a un gesto de buena voluntad: “Lo que uno hace es reconocer la esencia misma de la persona. Es una cuestión de un punto de vista muy personal. Es lo que uno reconoce, lo esencial que tiene el gesto de la persona”.

«Dicen que la persona, una vez que desarrolla la vida plena, logra lo que se llama aguyje».

Pero para llegar al aguyje el ser humano debe emprender un camino donde la vida terrenal es solo una estación en el recorrido que tiene como fin la cúspide del sentido de la vida. Pero el concepto también tuvo un recorrido a manos del dios creador de los guaraní, Ñande Ru. El antropólogo especializado en la lengua y cultura guaraní León Cadogan, entre sus trabajos sobre la cosmovisión del pueblo, explicó que en un principio apareció un picaflor. Éste cuando volaba, dejaba rastros de claridad, pero por el otro lado estaba la lechuza que dejaba huellas de oscuridad. En un momento ambos s se cruzaron y dieron vida a Ñande Ru. “En algún momento asume la forma humana y el crea el amor al prójimo y crea el fundamento del lenguaje humano, que hizo que formara parte de su propia divinidad, las palabras son sagradas, y ahí es la razón de no ser parlanchines de hablar y decir las cosas por decirlas. Hay un momento en que salen las palabras y en vez de salir las palabras nuestras es dios el que se manifiesta”, agrega David Galeano.

En Paraguay el término es comprendido por toda la población guaraní hablante. Pero el trasfondo solo lo concibe la gente que habita en las zonas del interior del país. Según  David Galeano la principal razón es que, la gente que accede a hablar guaraní de oído, no tuvo la vivencia que de una persona que vivió en el campo y comprendió todo el proceso del sentido de las palabras. “Hoy un citadino reproduce porque el otro dice, no precisamente porque entiende. Ese segmento no sabe lo que significa, dice gracias de gratitud, pero no gracias del estado de gracia. Del estado de plenitud”, aclara el profesor.

En el interior de Paraguay todavía hay comunidades monolingües del guaraní y que entienden mejor la cosmovisión del pueblo.
Fotografía de Joseba Urruty 

Lo que se entiende por un agradecimiento no es todo, la esencia del ser humano tiene un propósito: lograr el aguyje. “Uno viene para eso, el gran propósito es lograr un estado de plenitud espiritual, que se comprende a través de la lengua que en este caso nos refleja un profundo sentido de humanidad y en esa búsqueda pelear con todo lo que está en el universo”, puntualiza David Galeano quien también reconoce que, hoy, las sociedades olvidan los sentidos del lenguaje.  Pasa en Paraguay sucede con la gente todavía, aunque aún confía en aquellos que comprenden el mensaje y lo puedan transmitir con plenitud, como el significado.

El guaraní que acecha al jopará

El guaraní que acecha al jopará

EL VIAJE

El guaraní que acecha al jopará

Idoia Olaizola

Un país que tiene como oficiales dos lenguas, pero solamente utiliza una de ellas de forma real. Un país en el que sus académicos discuten por la verdadera forma de enseñar el guaraní. Un país en el que la mayor parte de su población habla el jopará, una mezcla de guaraní y castellano. Hablamos de Paraguay y a través de diversas figuras y opiniones nos adentramos en su realidad lingüística. 

Paraguay es un país diferente. En él coexisten de forma oficial el castellano y una lengua indígena. Casi un 90% habla y entiende el guaraní y un 40% es mono hablante de la lengua. El guaraní también se encuentra presente en el uso diario del castellano. Por ejemplo, en expresiones como andáte-na, que es un sufijo que quiere decir por favor, o ¿qué pico querés?, en el que pico le da la interrogación. Como explica David Galeano, director del Ateneo de Lengua y Cultura Guaraní: “En Paraguay pensamos en guaraní y hablamos en castellano. Se puede escuchar en el día a día traducciones literales del guaraní al castellano como por ejemplo ‘Se fue en Encarnación” en vez de a’.”. Sin embargo, solo un 1,3% de la población es indígena guaraní. El guaraní que se habla en Paraguay, es una variante de un guaraní que, fruto del mestizaje tras la colonización, evolucionó hasta el actual idioma. En él se mezclan palabras del castellano que se convirtieron a la lengua, con mesá o vaká.

David Galeano lucha por preservar su lengua desde el Ateneo de Lengua y Cultura Guaraní

Fotografía de Joseba Urruty

Si bien la lengua la habla la mayoría de la población nunca ha estado al mismo nivel que el castellano. El guaraní trae consigo multitud de estereotipos que asocian a sus hablantes a gente pobre e inculta. Por eso, hoy aún hay muchos que niegan hablarlo de forma fluida. Fue reconocido como lengua nacional, pero no oficial, en 1967, que fue una manera más de marginar al idioma frente al castellano, y no alcanzaría el estatus de oficial hasta 1992.

“El paraguayo al hablar guaraní cree que se está disminuyendo. Seguimos siendo colonia de España en materia lingüística y cultural”

El guaraní en Paraguay, además, pasó por diversas dificultades a lo largo de su historia. La principal fue la llegada de los españoles. Prohibieron hablar la lengua y llegaban a matar a quien la usaba. Pero como recuerda David Galeano: “La lengua continúa gracias a la mujer. Llegaron varones españoles que tenían hijos con mujeres guaraní. Ellas quedaban solas como madres solteras, y educaban a los hijos en guaraní. Incluso después de la guerra de la Triple Alianza ocurrió igual”.

Más tarde tampoco fue fácil, después de la guerra y durante los 35 años de la dictadura de Stroessner, como ocurrió en otros países de Latinoamérica, los hablantes de la lengua fueron duramente castigados. “En la época de la posguerra se desarrollaron una serie de acontecimientos poco gratos para los guaraní hablantes. Tenían que arrodillarse en maíz, recibían bofetadas si hablaban en guaraní. ‘No hables guaraní, no es el idioma de la aristocracia’ les decían”, comenta Galeano.

Tadeo Zarratea nos muestra su novela, Kalaito Pombero, la primera en Sudamérica escrita íntegramente en guaraní.

Fotografía de Joseba Urruty

Otro de los problemas a los que se enfrenta es a las diferencias entre académicos. Tadeo Zarratea, es juez y pertenece a la Academia de Lengua guaraní y cree que el modelo de lengua que impulsa el Ateneo y el gobierno es erróneo. Desde ambas instancias se impulsa un guaraní que él denomina repurificado, en el que se crean neologismos para las palabras que no existían en guaraní. Sin embargo, la población no usa ese vocabulario: “No existe ninguna lengua pura en el mundo. El gobierno no asume el guaraní que habla el pueblo paraguayo”. Y añade: “Hasta hoy todo lo que hace el sistema es inútil. El sistema no produce lectores, escritores, ni produce jóvenes que aman la lengua guaraní”.

Sin embargo, el mayor problema es el colonialismo lingüístico. Tadeo explica: “El paraguayo al hablar guaraní cree que se está disminuyendo. Seguimos siendo colonia de España en materia lingüística y cultural”. Esta es una de las razones por las que una parte de la población no usa un guaraní “puro”. La gente tiende a mezclar castellano y guaraní, creando un dialecto especial conocido como jopará. El jopará es el dialecto que hablan los castellanohablantes que no hablan guaraní, y los guaraní hablantes que precariamente hablan el castellano. Es utilizado por la gran mayoría de la población y se oye en buses y mercados. Cuando los asuncenos son preguntados, suelen responder que ellos entienden el guaraní, pero no lo saben hablar, que solo dominan el jopará.

Ladislaa Alcaraz lucha por el guaraní desde la Secretaría de lenguas de Paraguay

Fotografía de Joseba Urruty

A partir de la oficialización en 1992 el guaraní empezó a ocupar nuevos espacios. En 2010 se creó la Ley de Lenguas y en 2012 la Academia de la Lengua. Pero si se ha conseguido algo, ha sido gracias al pueblo. La presión de la población ha provocado que el gobierno tenga el firme compromiso de elevar al guaraní al mismo estatus que el castellano. La ministra de la secretaría de lengua guaraní, Ladislaa Alcaraz explica: “La secretaría lleva cinco años y ya presentamos grandes avances. Actualmente se está regulando la escritura. En tres años se podrá empezar a exigir la presencia de guaraní escrito en las instituciones. Por ahora se utiliza en tarjetas de invitación bilingües o en algunos formularios como alta de defunción o matrimonio. Los trámites van despacio”. Tadeo, en cambio, ve el trabajo de la secretaría muy lánguido y pobre. Cree que no se está haciendo lo suficiente, que el paraguayo es muy complaciente y un pequeño adelanto ya le parece suficiente, pero que podría hacerse mucho más: “Desde el gobierno solo hay simulaciones, pero nada serio. La oficialización es papel mojado. Es oficial pero el Estado no lo asume ni promueve. En el ámbito judicial apenas el año pasado se llevó a cabo el primer juicio en guaraní. En el ámbito ejecutivo pocos ministros hablan en guaraní”.

La secretaría tiene una tarea fundamental, ayudar a que la lengua alcance el prestigio que merece: “Hay muchos prejuicios hacia la lengua por parte de sectores de la sociedad. Se asocia el guaraní con la pobreza, la ignorancia, el analfabetismo…Esta es una de nuestras tareas principales, impulsar una lengua digna y dignificante. Es una transformación de nuestra realidad. Introducir la idea de que lo nuestro, lo inherente a nosotros, es bueno”.

«Una de las tareas principales de la secretaría es impulsar una lengua digna y dignificante»

Cuando la ministra es preguntada por el futuro del guaraní en Paraguay, responde: “Tengo la esperanza y convicción de que voy a ver el estado bilingüe antes de irme de este mundo, que voy a ver el Estado de Paraguay administrado en las dos lenguas oficiales. ¿Cuánto tardará? no sé, pero creo que voy a verlo todavía, porque cada día crece el compromiso”.

Sin embargo, el profesor Zarratea tiene una opinión más pesimista: “La consecuencia de usar el guaraní purificado es que se liquidará el idioma guaraní en el Paraguay. Como no tiene respuesta del pueblo y no tiene eco en la sociedad, si sigue como modelo de lengua el guaraní purificado el pueblo irá dando la espalda al idioma”. Y las consecuencias serán nefastas para la población: “Si el guaraní fracasa en el Paraguay, van a fracasar todas las lenguas de Sudamérica. El guaraní es el buque insignia, tiene que triunfar en el Paraguay, para tener esperanza de que triunfen el mapuche, el quechua o el aymara. Porque América es un continente lingüísticamente arrasado. Son 28 países independientes y soberanos hablando lenguas europeas. No hay un solo país que tenga como oficial una lengua americana. El Paraguay pudo haber sido una excepción, pero ahora nos estamos debatiendo en los últimos estertores de una lengua bastante perseguida, aunque el pueblo paraguayo tiene el valor de haber conservado la lengua durante más de 400 años contra la voluntad de todos sus gobernantes desde el primero hasta el actual”, concluye.

Los indios no tienen historia

Los indios no tienen historia

EL VIAJE
Los indios no tienen historia
Alejandra Gayol
El eterno duelo entre la oralidad y la escritura sirvió de excusa para salpicar de sangre el suelo argentino. Borraron la historia desapareciendo cuerpos. Invisibilizaron y enmudecieron a los pueblos indígenas para diseñar un país amoldado a sus pretensiones. Hoy el pueblo qom reivindica su existencia, su presencia en la actualidad y en el pasado, entre voces y letras, pues la revitalización de su lengua solo será con la revisión de su historia.
Argentina abrió las puertas de par en par a la inmigración europea a partir de 1870. Italianos, españoles, alemanes llegaron para construir en América una copia de Europa. Estos nuevos inmigrantes tenían que pensar y decidir cual era el tipo de país en el que querían vivir. Lo tenían claro, una Argentina blanca que hablase español. Para lograr este objetivo había que acabar con la barbarie, relacionada, bajo su criterio, directamente con los “indios”, aquellos sin identidad que no entendían de educación y de ninguna manera se les podía calificar como personas. Domingo Faustino Sarmiento, político y pensador de la época, considerado también padre de la educación argentina, declaraba públicamente la necesidad de crear una nación blanca con aires europeos para poder hacer de un país en construcción un estado sólido. Así se diseñó una Argentina que calificaba a la gente por su color de piel, por su apellido, por su lengua. Todo lo que se alejaba de Europa, todo aquello que tenía raíz en la tierra que pisaba y no en un continente al otro lado del Atlántico, era calificado como “no ser humano” y así, con este pretexto, las campañas militares argentinas como la conocida “conquista del desierto” se justificaban como una causa fundamental para asegurar un próspero futuro al recién nacido país.
El Museo de la Plata, en la provincia de Buenos Aires, exhibía los cuerpos de hombres y mujeres indígenas como si fueran objetos de estudio.
Fotografía publicada en el libro «Las voces de Napalpi» de Juan Chico.

Juan chico es historiador y presidente de la Fundación Napalpi, organización que lleva el nombre de la masacre de 200 indígenas qom y mocoví a manos de la policía chaqueña en 1924. Juan, junto al resto del equipo, lucha para que la historia de su pueblo sea contada por el propio pueblo. «Los pueblos indígenas venimos de la oralidad, y por lo general, como este medio de transmisión no cumple ciertos parámetros de la academia, la historia que hemos transmitido entre generaciones no se nos valora», explica Juan en una de las habitaciones de su oficina, ubicada en la ciudad de Resistencia. Usar las armas del opresor, en este caso el uso de la escritura, ha servido a los historiadores qom para abrir paso al reconocimiento de su historia. La Fundación Napalpi ha publicado ya cinco libros que se basan en los relatos orales de sus ancestros pero siempre con el contraste de la documentación escrita. «Nosotros decimos que como no valoran la oralidad y que para ellos no tiene validez, en nuestro trabajo usamos las dos fuentes, combinamos nuestra propia visión indígena con la de ellos, eso hace que juguemos con alguna ventaja», añade. Estos libros se publican en ambas lenguas, en español y en lengua qom, para que aquellas persona que dominan mejor la lengua originaria también puedan conocer su historia a través de su lengua.

Entre 1878 y 1885 la república de Argentina realizó una campaña militar con el fin de arrebatar sus tierras a los pueblos originarios mapuche, ranquel y tehuelche. Los pueblos fueron sometidos a una nueva cultura, asesinados, deportados a reservas indias e incluso llevados a museos como objeto de estudio u obligados a trabajar a la fuerza.

“Indio”, una palabra impregnada de discriminación que se hizo popular en el sermón del colonizador. Cuidar la utilización de las palabras es fundamental para diseñar los discursos del cambio. «Empecemos por el hecho de que los indios están en la India. Nosotros trabajamos mucho las palabras, ¿Por qué? Porque nosotros sin quererlo legitimamos procesos. Se puede aludir a la discriminación o a la negación al otro con solo usar ciertas palabras. Aquí, en América, esa palabra se usó de forma despectiva para dividir a las personas. En definitiva, para demostrar que no éramos lo mismo que los europeos. Todo lo que rodea al término “indio” lo podemos tomar como algo liviano, pero en cierta manera esa palabra costó la vida de muchísima gente, muchos de nuestro pueblo, ancianos y jóvenes, fueron muertos, deportados con esa simple palabra “indio”. Por eso el cambio empieza con el cuidado de estas palabras», argumenta el historiador.

Romper el discurso hegemónico de la “pureza” Argentina es un trabajo duro. Durante cientos de años se ha escrito la historia con tinta de pluma europea. «Nuestros pueblos fueron invisibilizados por la institución escolar y por los medios de comunicación que han tenido un papel clave en la estigmatización. Se vendió la imagen de los no civilizados, aquellos que no teníamos educación», dice Juan. Hoy, la provincia del Chaco es el único departamento de Argentina que tiene reconocidas las lenguas indígenas que se hablan en su territorio. Esto les ha permitido crear los libros en lengua qom y así fomentar la lectura en lenguas originarias. Los libros escritos en lenguas más allá del inglés o del español son un nicho nuevo, algo diferente y atractivo, por lo que las editoriales, lejos de los que muchas personas podrían pensar, se pelean por trabajar con estas iniciativas. «Hay demanda de las editoriales, del estado no. Solo uno de los cinco libros fue apoyado por el gobierno chaqueño, y eso que supuestamente es el estado que más reconoce las lenguas originarias, pero la realidad es que está muy ausente. Esto ocurre por el contenido ideológico, político e histórico de nuestra visión, ya que chocan con los parámetros políticos del propio estado. Nosotros cuestionamos las bases, como en el libro de Malvinas, que cuenta la historia desde la visión indígena, rompiendo con la historia oficial que dice que nadie fue discriminado, pero no es así, nos invisibilizaban. Nosotros reivindicamos que los pueblos indígenas tuvimos una importante presencia a lo largo de la historia de Argentina, ya sea la independencia o luchas de federales y unitarios, siempre estuvimos presentes, incluso muchos somos hijos y nietos de personas que se fueron defendiendo al Estado argentino».

Juan Chico lucha por abrir un espacio a la cosmovisión y lengua indígena desde la historia.
Joseba Urruty
“El problema indígena”, otra frase que se repite de forma compulsiva. Una de las ventajas que tiene escribir en lengua qom, alejándose del español, es evitar caer en aquellas connotaciones  que inevitablemente se vinculan a palabras o frases que son copias del discurso de los opresores. Juan chico, como historiador, investigador y defensor de su pueblo, lucha por cambiar la perspectiva, pues en todo América se habla del “problema indígena” como si el simple hecho de que existan provocase un problema. Juan, como muchos otros chaqueños, cree firmemente que al contrario de un problema, los pueblos indígenas son una evidente solución para los problemas de la sociedad actual.

Da igual cuantos años haya escrito la historia el hombre blanco, ni cuantas veces el español ha hablado por la lengua qom, la resistencia sigue siendo el día a día, y la resignación no tiene lugar. «No podemos negar que hay un gran despertar en todo Sudamérica, hay gente que está buscando su identidad. Nosotros los chaqueños nos tenemos que sentir orgullosos de nuestro origen indígena, los afrodescendientes de sus raíces africanas y los criollos de ser criollos», recalca Juan para continuar tras una breve pausa. «En el caso de los historiadores hay una gran resistencia, es decir, nuestra sociedad esta formateada y responde a determinados patrones e intereses del sistema que oprime. Estamos atrasados en el reconocimiento de derechos del “otro”, no como grupo, sino como sociedad indoamericana estamos formados de esa manera, y por eso a veces la mayoría ejercemos esa opresión al otro por nuestra ignorancia y analfabetismo cultural, así nos educó la historia que ha quedado escrita».

El guaraní crece entre ríos

El guaraní crece entre ríos

EL VIAJE
El guaraní crece entre ríos
Idoia Olaizola

El guaraní es el idioma oficial de Paraguay, donde cerca del 90% de la población lo habla. Pero también existen hablantes de guaraní, o avañe’ẽ, que se traduciría como «la lengua del hombre», en países colindantes como Bolivia, Argentina o Brasil. Ara Mimbi Olivia Vera vive en Paraná, Argentina. Es referente del idioma y la cultura guaraní, y lleva 29 años trabajando por reforzar los saberes ancestrales de su pueblo.

Llegamos a su casa. Nos recibe en la puerta con una sonrisa. Su piel es blanca, viste una falda larga y una camiseta. Porta una diadema que adorna su pelo rizado, única característica que conserva de sus descendientes africanos. Nos invita a pasar a su casa. Esta es caótica, llena de cajas con documentos que ha almacenado a lo largo de los años. Varias wiphala cuelgan de las paredes y una figurita de un búho mira fijamente en dirección a la puerta de casa. “Es un animal protector. Él me avisa cuando vienen extraños”, comenta. Ella es Ara Mimbi Olivia Vera, referente de la comunidad guaraní y afrodescendiente. Lleva 29 años trabajando por el desarrollo de la cultura y lengua guaraní. Es avá-guaraní, uno de los subgrupos en los que se dividen los guaraní en su región junto con los tupí y los mbyá.

En el año 92 sufrió una grave enfermedad. Los médicos no le daban más de seis meses de vida. Entonces recurrió a la medicina tradicional, lo que la ayudó a contactar más profundamente con sus raíces indígenas. A partir de ahí empezó una investigación sobre su identidad y sus orígenes y una lucha porque estos no se perdieran. Nada más sentarnos, despliega dos grandes mapas, uno de Sudamérica y otro de Argentina, para explicar las migraciones del pueblo guaraní y sus asentamientos. Cuenta que los guaraníes provienen de la zona del Caribe, pues allá encontraron vestigios de este pueblo y que fueron bajando de forma gradual hasta la provincia de Buenos Aires. Es portadora del cetro de las cuatro naciones del intisuyo, como embajadora en las cuatro divisiones del antiguo imperio incaico.

«Sarmiento prohibió hablar cualquier lengua indígena»

Se oyen ruidos en la cocina de la casa. No vive sola. La acompaña Augusto Mechetti Martínez, un hermano de la comunidad guaraní con quien lleva a cabo las tareas ancestrales. Es profesor de Idioma y Cultura Guaraní en la cátedra de Historia Contemporánea de la UADER. Ambos hablan avañe’ẽ, la lengua del hombre. Fundaron en el año 90 el curso superior de Idioma, Historia y Cultura guaraní de Entre Ríos e imparten clases también en el CILEN, el centro intercultural de lenguas en Paraná. Cuando preguntamos por los gobiernos de Videla y Sarmiento, se miran y se sonríen con cierta incomodidad. Cuentan que Sarmiento tenía una máxima: mejorar la raza argentina mezclándola con los europeos. Las personas que presentaban características que denotaran la procedencia de algún pueblo indígena o afrodescendiente eran duramente castigadas. Esa es la razón por la que prohibió hablar cualquier lengua originaria. En el periodo de Sarmiento, durante la guerra de la Triple Alianza, envió a los esclavos negros e indígenas a luchar contra los paraguayos. Esa es una de las mayores causas por la que casi desaparecieran del país.

Como buenos argentinos, nos ofrecen mate, lo que ayuda a distender la conversación. Pero no enlazamos con un tema tranquilo. Hablamos de religión. Los jesuitas tuvieron una fuerte presencia en el norte de Argentina, e influyeron en la cultura guaraní. Por eso ahora la mayoría de guaraníes son católicos, aunque conservan ciertas costumbres prehispánicas. Además, una de las razones por las que el guaraní tenga tanta fuerza es porque fue la lengua escogida para evangelizar a los pueblos de la zona, en detrimento del resto de lenguas cercanas. Ava y Augusto no tienen reparo en aceptar su fe, aunque no siempre siguen sus preceptos a raja tabla. Para Ava la muerte no es símbolo de tristeza, por eso insiste a su familia que no quiere que sufran en su entierro. Pide que hagan una gran fiesta con un asado, que es como ella querría festejarlo.

Se hace tarde y tenemos que marchar. Antes de irnos decide compartir con nosotros una ceremonia de purificación y de buena suerte. Busca entre sus muchas cajas un poco de carbón y tabaco. Lo quema y mientras apoya sus manos en el corazón, nos pide que cerremos los ojos y pidamos nuestros deseos. Al finalizar nos abraza y nos desea suerte. Al llegar al umbral de su casa, nos explica que quien llega a la entrada es un conocido, quien pasa de la puerta es un amigo, pero quien se sienta a su mesa es su hermano. Ahora somos, entonces, sus hermanos.

Cristopher Coñoman y el rakiduam bajo pavimento

Cristopher Coñoman y el rakiduam bajo pavimento

EL VIAJE
Cristopher Coñoman y el rakiduam bajo pavimento
Ignacio Espinoza 

 

 

Tiene 23 años y es mapuche. Vive en Santiago y desde hace un año trabaja en el metro donde canta el hip-hop en mapuzugun. Sostiene que la lengua materna debe salir de las casas para recuperar espacios y en julio lanzará su disco debut, Reivindicación, donde habla sobre su historia, los problemas y las demandas que le atañen al pueblo originario.

Cristopher Coñoman tiene 23 años y pasa desapercibido como cualquier otro joven de esa edad. Viste pantalones negros anchos, zapatillas blancas Reebok y un polerón rojo marca Underground, atuendo que coincide con el estereotipo de la profesión que ejerce, la de rapero. Pero cuando habla y canta, rápidamente acapara la atención de los oyentes por hacerlo de otra forma. Al flow le agrega versos en mapuzugun y el contenido aborda la situación que atraviesa la gente de origen mapuche.

“Soy músico itinerante, una bonita forma de decir que trabajo en el metro”, dice entre risas. De lunes a viernes, desde hace un año, toma la línea 4 del metro y rapea en mapuzugun con un pequeño parlante que lleva colgado y lo coloca en el suelo del vagón de turno. Sostiene que con perseverancia y constancia llegan los resultados y que, antes de ser rapero, ya sabía que todo lo que iba ligado al ser y sentirse como mapuche. “En ningún momento pensé en hacer otro tipo de rap. Yo vivo aquí, pertenezco aquí, a un pueblo, no voy a rapear sobre las cosas que no sé, las cosas que no he visto, que no he vivido, no he sentido”, confiesa. Cada vez que toma el micrófono y rapea, en lengua materna o español, tiene claro que lo que busca es fortalecer la identidad del mapuche en la ciudad y, también, hablar sobre los problemas y demandas que atañen al pueblo mapuche. Una de ellas es la situación del machi Celestino Córdova, preso político y quien padece un delicado estado de salud ­—inició una huelga de hambre— donde solo pide poder acudir a su rewe para renovar su espiritualidad y luego regresar a la cárcel. Petición que ha sido negada por el sistema judicial. “Mi música va en el respaldo y en el apañe de todas esas demandas y que todo nuestro pueblo considera que son justas y son legítimas”, sostiene el cantante.

Coñoman canta por las mañanas en la línea 4 del metro.
Fotografía de Joseba Urruty

Coñoman es su segundo apellido, pero lo revirtió. Y si antes de ser rapero entendió que él era mapuche, también hizo lo mismo con el mapuzugun y lo aprendió de joven. Sus padres no le enseñaron porque no hablaban la lengua así que comenzó a leer textos donde se enseñara, uno de ellos fue un libro de unos misioneros capuchinos que habitaron en el sur de Chile y que hablaban todo en la lengua del pueblo originario. Aquella educación también la complementó con oír a otras personas que hablaban en actividades y reuniones que se realizaban en Santiago. Viajó al sur a ceremonias mapuches, participó en asambleas y también definió los diferentes dialectos que se hablaban en el territorio. “Iba solo con el fin de escuchar a las personas mayores hablar y escuchar la pronunciación de las personas. Cuando no sabía una palabra la rebuscaba, la preguntaba”, confiesa. La lengua no es lo único que lo identifica, también las prácticas y costumbres de la cultura, uno de ellos es el trarilonco, cintillo que los hombres mapuche llevan en la cabeza y que Coñoman se ata cada vez que canta en el metro.

El palin es otra de las costumbres que también practica: deporte parecido al hockey donde la bola debe atravesar unas líneas marcadas en el suelo. Cristopher Coñoman todavía posee el wiño —el bastón— que fue de su abuelo y con el que juega. Pero adelanta que pronto lo cambiará por temor a que se rompa el recuerdo de una generación pasada, donde la cultura estaba presente a diferencia de la actual. “Lamentablemente nuestra juventud es penosa en términos de mapuche kimün, de sabiduría mapuche, de mapuzugun. Somos muchos mapuches en la urbanidad, en las poblaciones más de la mitad de la población es mapuche y ese porcentaje es súper precario el que está haciendo algo para retornar a su lengua”, afirma tajante.

«Somos muchos mapuches en la urbanidad, en las poblaciones más de la mitad de la población es mapuche y ese porcentaje es súper precario el que está haciendo algo para retornar a su lengua»
Entiende que, por procesos históricos, la cultura y la lengua sufrieron un desmembramiento. No juzga a los peñis que, producto de la religión, sufrieron una penetración en el espíritu. Pero Cristopher Coñoman advierte que, aquellos que aún saben la lengua, tienen como responsabilidad hablarla y los jóvenes —con ascendencia mapuche— aprenderla. “Si no nos responsabilizamos por volver a hablar nuestra lengua, en una generación o dos nuestro mapudugun se va a ver extinto. Van a morir nuestros abuelos, van a morir nuestras abuelas, va a morir la fuente de sabiduría, no vamos a tener a quien recurrir para aprender y ahí nos vamos a extinguir como pueblo”.

Para hacer frente a esta problemática, valida todo tipo de iniciativas que busquen fortalecer la lengua como el teatro, la poesía y, en su caso, el rap, música que considera como una herramienta pedagógica, Reivindicación es su tema más conocido y cuenta con un videoclip en Youtube. En la letra Coñoman rapea la frase: “Reinvidicación/ un acto de valentía/ de reconocer lo que soy y hacer algo por ello”. “Hay muchos peñis y lamien que están poniendo nuestros temas en el aula, hoy hay muchos peñis que se desenvuelven en el mundo de la pedagogía y que están estudiando nuestra historia con temas de nosotros”, sostiene. Mientras su forma de difundir el mapuzugun es bien vista por unos, también está el otro lado de la moneda. Reconoce que en el metro la gente lo ha insultado por difundir cosas de la cultura mapuche y el rap tampoco es bien visto por algunos ancianos mapuche. “Hay grupos que hacen reggaetón, que hacen cumbia ranchera mapuche y eso es poroso para las generaciones mayores. Es respetable también. Nuestro fundamento es que es un puente de llegada sobre todo para nuestra juventud, para los que están escuchando rap, que dejen de escuchar el rap que habla de jarana, de mujeres, de copete, de drogas, de que hacer eso es bacán”.

Aparte de cantar en el metro, Coñoman piensa todo el tiempo en mapuzugun y lo habla en todos los lugares que puede.
Fotografía de Joseba Urruty

Durante las últimas semanas Coñoman ha tenido un ritmo diferente al habitual. Colaboró en la preparación de eventos para el We Tripantu —21 de junio—, fiesta insigne de la cultura y también prepara el lanzamiento de Reivindicación, disco debut que estará disponible a mediados de julio y que será en formato doble: la parte “Ayer” y la “Hoy”. Entre el ir y venir de shows en Santiago y regiones del sur, conversatorios sobre la situación de la lengua y su pueblo, sumado a terminar la impresión de las carátulas del disco y afinar los últimos detalles de la presentación, terminó resfriado. Pero tampoco puede dejar de cantar, junto a difundir la lengua necesita hacer dinero para llevarlo a su casa, lo otro es solo una herramienta más en la forma de vivir la vida que escogió. “En la pega, arriba de un metro, cuando estudio, en la casa, en la mesa de la casa, en la reunión política y en la asamblea me posiciono como mapuche, más que como rapero, pero el rap es un fortalecimiento a esta posición”, sentencia.

Adá oyé nden

Adá oyé nden

El VIAJE

Adá oyé nden

Alejandra Gayol

 

 

Una lengua silenciada durante dos siglos. Mujeres que tejían, en secreto, los últimos hilos de una cultura. Palabras que nunca debían de llegar al hombre blanco. Doscientos años en la sombra. Un pacto de silencio interrumpido por el último chaná con la esperanza de no ver muerta su cultura.

La lengua chaná se consideraba una lengua perdida. Uno de esos idiomas que había devorado por completo el insaciable español. Dos siglos después del último testimonio registrado, cuando ya nadie consideraba a la cultura chaná como una de las culturas aborígenes vivas en Argentina, el último superviviente rompió el silencio para demostrar que los chaná no estaban extintos, sino que solo estaban ocultos. Una invisibilidad impulsada por el miedo, la opresión y la supervivencia. Ahora el chaná vive, enriqueciendo con su existencia el abanico de culturas y lenguas de la gran Abya Yala, nombre que los indígenas le dan a un continente bautizado como América por sus colonizadores.

El río Paraná cruza la ciudad que lleva su nombre.

Fotografía de Joseba Urruty

Paraná significa“pariente del mar” en lengua guaraní, nombre de la capital de la provincia de Entre Ríos, donde hace catorce años la cultura chaná dio fe de vida encarnada en la figura de un hombre de setenta años. Lingüistas y periodistas acudieron a su encuentro por lo sorprendente de la noticia, unos en busca de portadas o en busca de dar voz a las culturas originarias, otros con la intención de averiguar si se trataba realmente del último hablante de esta lengua originaria. Saber palabras no es saber un idioma, ni mucho menos tener el poder de transmitirlo. Al lingüista Pedro Viegas Barros solo le hizo falta media hora para darse cuenta de que este hombre que decía conocer una lengua ancestral no mentía. Su profundo conocimiento sobre la cultura, las palabras contrastadas con los escritos de Larrañaga —la última persona que había dejado documentada esta lengua— y otros análisis propios de una investigación lingüística le sirvieron para confirmar que no estaba frente a alguien que solo quería llamar la atención.

Los tató ta eran los considerados “hombres superiores” en la cultura chaná. Ante las atrocidades que el noá u hombre blanco llevaba a cabo sobre su pueblo, como podía ser el habitual castigo de cortar la punta de la lengua a las niñas y niños que sorprendían hablando en su idioma nativo, decidieron tomar medidas para ocultar sus conocimientos y que estos nunca llegaran a ser reconocidos por el enemigo. Su estrategia fue crear un “pacto de silencio» donde su lengua y la cosmovisión que la envuelve fuera transmitida únicamente entre las mujeres. Una de las hijas del tató ta, aquella que más inquietud mostrase hacia su cultura, se convertiría en adá oyé nden, la“guardiana de la memoria”, a la cual se le instruía en todo lo concerniente a la cultura, a la lengua y a la historia del pueblo chaná.

“Una de las hijas del tató ta, aquella que más inquietud mostrase hacia su cultura, se convertiría en adá oyé nden, la ‘guardiana de la memoria’, a la cual se le instruía en todo lo concerniente a la cultura, a la lengua y a la historia del pueblo chaná.”

La lengua se crea para transmitir, y en el momento que pierde esta facultad, pierde su sentido. Así, la mujer chaná fue desapareciendo al igual que sus palabras, hasta que llegó el día definitivo en que esa red de mujeres se quedo sin hilo. Había que tomar medidas desesperadas y saltarse las leyes era la única solución posible.

Blas Jaime era un niño de doce años, sus hermanas habían fallecido, su padre también. Su madre, la última adá oyé nden, no podía tener mas descendencia, así que si no pasaba su testigo, la cultura chaná se extinguiría con su muerte. Blas había nacido para ser cacique y en su familia se le tenía un respeto especial. Su madre le preguntó si quería ser un guardián de la memoria y así convertirse en tató oyé nden, el primer hombre que sería responsable de guardar la memoria del pueblo chaná. Una promesa silenciosa que rompería por la misma necesidad que la rompió su madre, hacer que su cultura sobreviviera.

Blas Jaime acude todos los martes al museo Antonio Serrano para dar charlas sobre la cultura chaná a los niños.

Fotografía de Joseba Urruty

Después de sesenta años de silencio, Blas Jaime se dio cuenta de lo importante de compartir su lengua y su cosmovisión, y no solo decidió hacerlo buscando un alumno, sino que consideró que era momento de mostrarlo al mundo. Recorrió radios haciendo un llamado para que cualquier persona que pudiese tener conocimientos del chaná se pusiera en contacto con él, pues quizás su lengua aún permanecía reprimida en algún otro cuerpo. Nadie contestó nunca. Se encontró solo, con el peso de toda una cultura milenaria. Su hija agarró con fuerza su legado cultural, y al igual que ella, cientos de alumnos hoy dedican parte de su tiempo a acudir a las clases de lengua chaná que Blas Jaime imparte todos los sábados en el Museo Antonio Serrano. Blas es la última persona que habrá aprendido su lengua desde el método tradicional, con sus abuelos, con su madre, cuando este idioma aún existía interpretando un mundo, descifrando un universo. Igualmente, la esperanza es lo último que se pierde, y Blas confía en que todo su esfuerzo se pueda ver recompensado en un espacio para la lengua chaná dentro de este imperialista mundo. Hoy Blas Jaime es la única persona que habla de forma fluida la lengua chaná, pero gracias a su esfuerzo, puede que no sea el último.