El hombre decapitado del shuar-chicham

El hombre decapitado del shuar-chicham

EL VIAJE

El hombre decapitado del shuar-chicham

Ignacio Espinoza 

 

 

Naekat Tiwip montó una exposición con material reciclado donde explicó las verdades sobre la tsantsa, ritual que ha recibido el estigma de primitivo y salvaje. Pero las expectativas sobre la cultura no son promisorias: cree que con el mestizaje todo pensamiento indígena terminará por extinguirse y también sostiene que la lengua no es la herramienta para entender a un pueblo originario.

No se puede regresar atrás. Para el artista Naekat Tiwip la contaminación occidental que ha recibido la cultura shuar devendrá en la extinción de un pensamiento. Un futuro poco auspicioso donde la lengua tampoco se salvará de la situación y quedará relegada a un segundo plano, lugar en el que cree que siempre ha estado. Todo por culpa de una expropiación, tema que motivó al pintor y escultor a presentar su último trabajo donde habla sobre la tsantsa, uno de los rituales más afamados dentro de la cosmovisión del pueblo indígena, pero que al traspasar fronteras ha sido visto desde otra perspectiva, la salvaje.

“Fue tratar de hacerle ver a la gente que no es lo que los occidentales creen: que es una barbaridad o un asesinato, de eso era la exposición, era un pretexto de decirnos a nosotros y hacernos a un lado y cambiar”, afirma Tiwip. Con una camiseta negra ajustada y unas gafas de sol, el artista se sienta en el piso de su casa junto a una cobra elaborada con neumáticos de bicicleta y comienza a explicar en que consistía la tsantsa. Dice que el ritual se originaba cuando había un conflicto entre dos personas, por lo general era por mujeres o comida, hasta que la situación desencadenaba en una batalla donde el vencido era decapitado. La cabeza pasaba a un procedimiento que era sacada del cráneo y la piel se reducía para quedar del tamaño de un puño. Los orificios de la nariz eran tapados para evitar que el espíritu del guerrero se escapara, como también el olor y la fuerza que habitaban en el cuerpo. “No se le hacía a cualquier persona, muchos creen que alguien va y le van a hacer eso. Pero eso es un tributo, como un honor, se le hacía a una persona de mucha valía, que en este caso era el líder de otro bando” afirma y agrega: “La cosa hoy se ha distorsionado. el concepto yo lo transformo y le digo al mundo occidental que eso que hacíamos, nos lo hicieron a nosotros”.

Parte de las obras que expuso Naekat Tiwip sobre la tsantsa ahora están en su casa

Fotografía de Ignacio Espinoza 

Espuma flex, sogas y fierros fueron algunos de los materiales que utilizó para dar forma a las cabezas que formaron parte de la exposición que estuvo en La Casa de la Cultura en Quito hace dos años y donde algunas piezas se quedaron en el hogar de Tiwip. Todo es de material reciclado, con una lija y  un cuchilla moldeó algunas de las piezas y, al interior de éstas, colocó velas para  otorgarle mayor dramatismo a la propuesta. Pasado y presente que el artista se encargó de unir para hablar de las heridas que sufrió y tiene su pueblo originario. Cree que el mundo occidental le cortó la cabeza a la cultura shuar. Pero la intención no fue tomar la sabiduría del vencido, como se hacía en los rituales. El mestizaje conllevó en un desmembramiento del pensamiento. Solo quedó la imagen de una decapitación y posterior reducción, crítica que el artista compara con la lengua materna. “¿Si nos quitan esas cosas qué soy yo? Eso iba al idioma, el idioma no me dice mucho, todo el conjunto es lo que dice que soy algo. Es como cuando a alguien le quitan una pierna, ya no es un hombre completo, es medio hombre porque no tiene todas sus capacidades físicas, igual que si el cerebro no funciona, lo mismo ocurre con la cultura”, afirma tajante.

 

«El idioma no me dice mucho, todo el conjunto es lo que dice que soy algo. Es como cuando a alguien le quitan una pierna, ya no es un hombre completo, es medio hombre porque no tiene todas sus capacidades físicas, igual que si el cerebro no funciona, lo mismo ocurre con la cultura”

Su madre habla el shuar chicham y su padre también. Pero el artista no domina la lengua.  “En mi caso mi padre murió y no había contacto donde pudiera aprenderla, ese siempre ha sido mi problema”, confiesa. Sabe el significado de palabras como Arútam (dios de dioses) y también la etimología de su nombre Naekat Tiwip, textura de un árbol y el canto de un ave. El término tsantsa proviene de su pueblo que también se les conoce como jíbaros, palabra acuñada por los españoles tras la colonización y que siguió con aquella estampa a lo largo de la historia, rama que para Tiwip fue el despertar de su identidad. Desde pequeño vio cómo le enseñaron quiénes fueron los incas, Atahualpa y Simón Bolívar, pueblo y personajes que aprendió como parte de su historia sin causarle sentido. “Cuando me hicieron jurar a la bandera yo no juré porque sabía que esos próceres no me pertenecen a mí, de hecho la propia bandera tampoco me pertenece porque a nosotros no nos liberaron”, cuenta.

La educación que tuvo también lo lleva a recordar un pasado oscuro donde fue discriminado. Caníbal, corta cabezas o salvaje fueron adjetivos que relegaron el nombre de Naekat. Aquella situación lo llevó a aprender las cosas de golpe y también a que se avergonzara de su cultura. En el entorno laboral la situación no cambió, de hecho hoy se molesta cuando hablan de él y lo primero que dicen es artista ecuatoriano, indígena y, para el final, shuar. Un obstáculo que fue superado porque comenzó a leer la historia por cuenta propia, los cimientos de su saber se derrumbaron para dar paso a una nueva forma de entender el mundo. “Hoy no me da vergüenza, me siento muy contento de ser de allá. Si se habla de identidad sé de donde vengo, tengo un pueblo, hay magia y espiritualidad”, afirma. Recuerda que las conversaciones con su abuelo eran complicadas porque el anciano no hablaba español y lo que Naekat Tiwip aprendió fue gracias a su padre que oficiaba de traductor. Pero aquello hoy no se repite, los jóvenes cada vez respetan menos a los mayores y con ello las tradiciones ya no se pasan.

Para elaborar las cabezas Tiwip utilizó material reciclado

Fotografía de Ignacio Espinoza 

Además del arte también escribe textos de la realidad. Por eso sostiene que una de las verdades es que en diez generaciones más una cultura se perderá producto del mestizaje. La única solución que plantea, para evitar la desaparición, es que no exista el cruce mientras que la lengua es solo la articulación de un cuerpo y tampoco evitará el ocaso del pensamiento y costumbres. “El idioma no hace una cultura. Yo he estado leyendo sobre ese tipo de cosas, de que la lengua mantiene viva una cultura y eso no es cierto. Está comprobado que en el campo del idioma español, hay mucha gente que domina el idioma, pero culturalmente se han modificado, ya no se puede hablar de que mi cultura es esto exactamente hoy. La cultura es todo, es una cultura global”, plantea.

«Está comprobado que en el campo del idioma español, hay mucha gente que domina el idioma, pero culturalmente se han modificado, ya no se puede hablar de que mi cultura es esto exactamente hoy. La cultura es todo, es una cultura global”

A pesar del oscuro panorama, Naekat Tiwip afirma que tiene una deuda pendiente y esa es aprender a hablar el shuar. Cuenta que ya ha conversado con su madre y le propuso realizar clases donde ella enseñará la lengua, en ellas el artista también aprovechará de aprender nuevamente. Regresará al ritual de conocer con una maestra, pero será un regreso diferente con el fin de saber más sobre su historia. “A mí me preguntan cuál es la solución al tema de nuestra extinción y no tengo respuesta porque eso no es posible, no es posible regresar atrás”, afirma.

Además de desmitificar la visión occidental de la tsantsa, el artista se propuso presentar la obra desde un enfoque dramático

Fotografía de Ignacio Espinoza

Tsanta es una palabra shuar y al hablar de eso se remite a una tradición cultural del pueblo ¿Eso también mantiene la lengua viva y un pensamiento?

Eso es cierto. La verdad es que la palabra liga el concepto a la cultura y es un hilo conductor, así como lo hace Google y en conceptos no se pierde. Eso es muy cierto, cuando alguien mencione shuar ya solo lo liga.

Los hijos de la Revolución Dule

Los hijos de la Revolución Dule

EL VIAJE
Los hijos de la Revolución Dule
Ignacio Espinoza 

 

Emigraron a la capital en busca de mejores oportunidades. Llegaron a Ciudad de Panamá y sufrieron por ser diferentes, por ser indígenas. De la opresión sacaron una voz, la voz de la calle. Sarky Real y Sidsagi cantan en Kuna Revolution, grupo de rap que promueve la lengua materna y que los jóvenes no se avergüencen de tener una identidad propia, la kuna.

Un calor pugilista azota la cabeza en Ciudad de Panamá. Mientras el día aún no llega a la mitad, dos hombres se paran frente a un mural en el centro histórico de la capital. Ambos llevan viseras de un equipo de baseball y pantalones anchos. Por el atuendo la ecuación corresponde a unos raperos. Pero estos tienen algo diferente, el ingrediente es que son kunas. En sus camisetas rojas llevan un estampado que dice «bila burba» y, al muro que le dan la espalda, están dibujados los próceres que lucharon por la revolución del pueblo kuna, que en 1925 logró la autonomia del gobierno panameño. Sarky Real y Sidsagi conforman Kuna Revolution, grupo de rap que canta en su lengua materna y sobre la cosmovisión de su pueblo.

Migración

Sarky Real. Fue dejar tu comarca para venir a buscar nuevas oportunidades. Los padres lo mandan a uno para la ciudad para tomar una carrera, un futuro diferente. Entonces cuando venimos a la ciudad nosotros nos quedamos, digamos, a la intemperie de lo que es la sociedad panameña. Entonces quedamos influenciados con las cosas de la juventud aquí en la ciudad. Entonces hay pocas probabilidades que tú tengas interacción con tu cultura.

Sidsagi. Es muy difícil. Para tú seguir un bachillerato tenías que venir a la capital, por fuerza tenías que venir a hablar en español. En ese trayecto de buscar el bachillerato acá a veces se perdía bastante. Perdías el contacto con tu propia gente allá, era difícil viajar, las cosas económicas para poder trasladarse de un lugar a otro eran muy difíciles, así que influye más lo que está alrededor tuyo. Muchos vivían en entornos donde solamente había familias latinas, a veces era mucha la discriminación. En estos tiempos, de la generación que estuvo de los 60, la mayoría se han quedado acá en Panamá y han perdido la lingüística kuna.

Sarky Real no sabía hablar kuna, pero se interesó por la lengua para saber más sobre su identidad
Fotógrafía de Joseba Urruti

Discriminación

Sidsagi: La discriminación la hemos sentido bastante aquí. Si un kuna habla su idioma en un establecimiento público o en un parque donde hay bastantes latinos. Pero si un extranjero de Estados Unidos o Europa habla su idioma todo el mundo lo ve como: ¡Guau! Eso no debería ser así. Entonces ahí quisimos cambiar en nuestra forma de pensar: tratar de hacer música en kuna para que no se avergonzaran, para que encontrara lo que es su identidad. Ese es el reflejo de Kuna Revolution, de buscar y encontrar la identidad, pero en la ciudad. Ya que no podemos estar en nuestros pueblos, por lo menos aquí darle un pedacito de kuna yala que es con el habla.

Sarky Real: Mis hermanos obviamente y mis padres si hablaban el español, pero con la que más me relacionaba era con mi abuela. Ahí es donde nace ese despertar de saber y también de no avergonzarse porque hubo un tiempo, en los  90, donde por ser discriminado a uno le daba pena hablar. Esto se ha roto porque hoy en día los jóvenes hablan con esa libertad. Claro porque como lo habla con tanta libertad hay gente que también se opone a eso. Somos kunas es nuestro lenguaje.

«Si un kuna habla su idioma en un establecimiento público o en un parque donde hay bastantes latinos, ellos se burlan de ti. Pero si un extranjero de Estados Unidos o Europa habla su idioma todo el mundo lo ve como ¡Guau!»

La ciudad

Sidsagi: Tiene que ver que hay cierto momento en que tienen que entrar la cultura de la mano. Pero que pasa, nos bombardean a todos con televisión basura. La música, los programas de televisión, las novelas y los temas políticos que están muy saturados de lo mismo. Tanta corrupción te influye que te adormece. No quieres ver más allá de eso y es lo que te venden. No quieres creer que hay algo más después de eso, no hay más nada. Entonces ahí sí hay un problema bien grande.

Sarky Real: La ciudad siempre va a ser la ciudad. Un kuna que vive en Chorrillos, claro, el kuna va a obtener la manera de vivir ese tipo de costumbres y se va a adaptar a vivir. Entonces el niño que crece ahí, va creciendo hablando como extranjero de Chorillos o por barriada y eso es lo que pasa hoy en día y no se habla. Pero cuando uno está en Kuna Yala las cosas son distintas. Creo que uno tiene que tomar en cuenta eso, de culturizar a su hijo y de devolverle sus orígenes.

Sidsagi critica las influencias musicales en el deterioro de la lengua kuna. La música urbana es un ejemplo
Fotografía de Joseba Urruti

Kuna Revolution

Sidsagi: Tratamos de buscar ayuda por diferentes medios para que la forma que tenemos de hacer música y hacer poesía llegue a nuestros hermanos, que escuchen, que comprendan y tengan un poquito más de conocimiento, no quiere decir que sea la verdad, pero juntos podemos encontrarla.

Sarky Real: Lo que hacemos no es moda. Si fuera moda estaríamos buscando un mecanismo diferente. Creo que lo que hacemos, lo hacemos de corazón por identificar un pueblo. Vemos como los pueblos sufren. Vemos como los pueblos de las aldeas, las montañas son expropiados. Vemos como los ríos se contaminan, como les ponen hidroeléctricas, como el pueblo se ha esparcido debido a la minería y creo que eso nos ha llevado a llevar un mensaje a la población en general.

Lengua materna

Sidsagi: Con la lengua materna tú te identificas. Te identificas de dónde eres, de dónde vienes y a dónde vas. Con la lengua materna nace tu historia, tu primer grito a la madre tierra y tu primer llanto al nacer. Creo que es importante, no solo para los kunas, sino para los otros pueblos de todo Abya Ayala porque conocemos este continente como Abya Ayala, no como América. Que se identifiquen y busquen en sus raíces su lengua materna porque es lo único que te va a llevar lejos, con la misma lengua vas a encontrar tu propia cultura.

Sarky Real: Es importante que los padres y las personas  busquen esa manera. De poder hablar en su lenguaje originario. El joven que realmente no tiene alguien que le hable, que lo busque, pues porque eso es lo que decimos nosotros: buscar. Hay que buscar nuestro origen, el árbol genealógico de nuestros padres, nuestra historia, porque si no conoces nuestra historia vives en un mundo de fantasía. Entonces lo importante es que sepan que tenemos una riqueza de cultura, una riqueza de cosmovisión. Una cosmovisión que hoy en día se ha propagado, hay libros de escritores kunas, poetas kunas e, inclusive, hay diccionarios kunas y una app. Hoy los jóvenes no tiene excusa de que no pueden hablar, nada más tienen que ir a buscarlo.

El grito de la mujer ngäbe

El grito de la mujer ngäbe

El VIAJE
El grito de la mujer ngäbe
Ignacio Espinoza
Quiso llevar su atuendo a la escuela y la discriminaron. Quiso aprender en las salas de clases y sufrió los retos por hablar en su lengua materna. Se convirtió en maestra y vio cómo la persecución contra su pueblo continuó. Nicolasa Jiménez es hablante ngäbere y desde la política lucha para que las mujeres peleen, preserven su cultura y puedan tener más cabida en un terreno dominado por los hombres.

Su madre le mostró el camino. Desde pequeña, Nicolasa Jiménez siguió los consejos de su progenitora, quien la apoyó para que fuera a la escuela. El padre quería lo contrario. Él pensaba que, si su hija se educaba, iba a abandonar pronto el hogar o se iba a casar a temprana edad. Pero la joven ngäbe siguió adelante. Caminó de su casa a las salas de clase y la ruta que, en un principio, era aprender siguió durante décadas y pasó a la política con los ojos de una mujer clavados en un nuevo horizonte: ser alcaldesa.

Cuando Nicolasa Jiménez habla de su historia lo hace en voz baja y los ojos se le humedecen. Sentada en el salón de su casa en el municipio de Tolé —provincia de Chiriquí, al occidente de Panamá— recuerda, como si fuera una multiplicación, todos los hitos que ha conseguido en su vida y que la enorgullecen. Pero también revela, en el rollo fotográfico del recuerdo, las humillaciones y discriminaciones que vivió por ser mujer, indígena y hablar la lengua de su pueblo ngäbe. “Utilizo eso cómo ejemplo para los jóvenes y para que, cuando quieran ocupar un cargo, o lograr algo positivo, eso es a través del sacrificio”, confiesa. Desde pequeña vio cómo los maestros le inculcaron que solo existía una lengua, el español. Las clases eran en ese idioma, las veces que podía utilizar el ngäbere eran contadas con los dedos de la mano y, cada vez que lo hacía con una compañera, le llamaban la atención. Había un objetivo, el español se debía hablar a la perfección. Si había alguna falla, la retaban. Un método que tuvo sus efectos, Nicolasa confiesa que sí mejoró en aquella lengua desconocida.

 

En el ombligo de los 70 Nicolasa Jiménez fue a la escuela. Un período donde también recuerda que su familia sufrió necesidades económicas.  El largo vestido, de un solo color y con bordados, que portan las mujeres ngäbe se convirtió en el principal atuendo. El reglamento de la escuela exigía un uniforme, en la casa no había dinero para comprar lo solicitado, un problema no atendido en el establecimiento educacional y de nuevo los llamados de atención por no cumplir las normas. Pero en aquel lugar, donde brotaron los retos, también se sembró un futuro, uno que estuvo acompañado de buenas calificaciones. “Le dije a mi madre que iba a sacrificarme. Yo observaba a los docentes que iban a trabajar ahí y se vestían y arreglaban bien. Entonces me dije que yo iba a estudiar para ser maestra”, cuenta.

 

«Yo observaba a los docentes que iban a trabajar ahí y se vestían y arreglaban bien. Entonces me dije que yo iba a estudiar para ser maestra»

Gracias a un paquete de medidas impulsadas por el entonces General Omar Torrijos, Nicolasa Jiménez accedió a una capacitación. La posibilidad de continuar los estudios que finalmente le dieron el certificado de maestra en educación primaria. La meta estaba alcanzada, pero los fantasmas del pasado volvieron a aparecer, del mismo lado, de los maestros contra profesores y alumnos de los pueblos originarios. “Generalmente los profesores latinos tratan bien a sus compañeros, pero también hay otros que si uno habla mal, de pronto está riéndose de una con otras personas. Son situaciones que nosotras hemos sufrido en presentación de vestimenta que llegamos así y hay a unos que les gusta y otros que no les agrada. Cuando inicié mi carrera como maestra en 1985 tenía mucho temor a eso”, recuerda. Los miedos fueron el enemigo a vencer, junto a otras colegas Nicolasa afrontó a los colegas que discriminaban y les hicieron entender que algunos niños, que venían de familias indígenas, no tenían las mismas facilidades para expresarse. “Nacimos hablando otra lengua materna porque en la casa realmente mi mamá hablaba todo en el idioma de nosotros. Habían algunos profesores que entendían y ayudaban a los estudiantes”, recuerda.

La profesora quiere luchar por su pueblo como alcaldesa

Fotografía de Joseba Urruty

Las luchas en los establecimientos educacionales siguieron. Pero en otro escenario, el terreno político. La discriminación que Nicolasa sufrió como ngäbe era por partida doble, también vivió la carga histórica que conlleva ser mujer. Un detonante que la llevó a participar de la política desde el Partido Revolucionario Democrático de Panamá para disminuir una balanza cargada hacia los hombres. “Anteriormente la mujer era solamente considerada para atender en la casa y no tenía esa oportunidad de participar en la política. Hay varias mujeres que son preparadas pero no se atreven”, afirma y agrega: “En la campaña siempre hay discriminación, si la mujer tiene antecedentes eso es más discriminatorio que un varón. Si la mujer comete un acto indebido a veces le cuesta llegar a triunfar por esas causas. Estamos educando a los jóvenes a que participen, a que rompan las barreras y que ahora se ha implementado con nuestro partido, la participación del 50 % de género”.

La equidad de género no es lo único. Otro de los focos es revitalizar el ngäbere y donde la mujer juega un papel fundamental. Son ellas las principales guardianas de la identidad al conservar los vestidos y al enseñarles y hablarle a los menores en las casas. Ventajas que también tienen críticas, uno de ellos es el gobierno panameño que no se preocupa por fomentar una educación intercultural bilingüe y permite que maestros latinos enseñen el ngäbere, pero sin interesarse por la cultura. “No lo toman como parte de la responsabilidad como actividad escolar. Los que aplican para trabajar en la comarca deben estar conscientes de que tienen que hablar esa lengua. Ellos tienen que pasar una prueba para poder concursar y obtener ese espacio de trabajo. Pero cuando están nombrados allá se les olvida el compromiso”.

«Si la mujer tiene antecedentes eso es más discriminatorio que un varón. Si la mujer comete un acto indebido a veces le cuesta llegar a triunfar por esas causas. Estamos educando a los jóvenes a que participen para que rompan las barreras»

Unos 33 años lleva Nicolasa Jiménez como profesora en el sistema educativo. En 2004 entró en la política. Apoyó a jóvenes para que estudien en corregimientos y fuera del país, promovió proyectos de salud y mejoró caminos en la comunidad. Una lista de logros donde aún queda una tarea pendiente, la lengua. Cree que la discriminación ha bajado en relación a cuando ella era joven, pero la situación sigue grave y plantea que el estado debe hacer algo al respecto. “Nos sentimos culpables en las partes porque nuestros padres y las parejas son las que no están educando a los hijos de ellos. Están prácticamente hablando en otro idioma que es español, en la lengua materna poco están practicando y ahí los niños están creciendo”, sostiene.

El futuro tampoco es auspicioso, en 10 o 20 años el ngäbere desaparecerá, un hecho que Nicolasa no desconoce. La solución la ve en articular una forma de trabajo para que se fomente la lengua y los niños no sientan vergüenza de hablar, un camino complejo pero que la maestra también conoce y por eso no titubea en plantear la primera medida, una que ella ya vivió, su historia. “La mayor responsabilidad la conlleva la madre y  quiero hacer un llamado a ellas que sean maestras en la casa. Es la forma de enseñar su idioma y es la forma más importante de conservar nuestra identidad y cultura”, sentencia.

Los demonios de Yimba Cajc

Los demonios de Yimba Cajc

El VIAJE

Los demonios de Yimba Cajc

Joseba Urruty 

Una comunidad y una fiesta. Cabru^ Rojc o Fiesta de los Diablitos, es el evento más importante en Rey Curré, donde los niños, adultos y mayores utilizan máscaras de madera para burlar a un toro que simboliza al colonizador español. Los participantes beben chicha de maíz mientras desafían al animal que los embiste, en un evento donde se reúnen familiares de la zona que no se pueden ver durante todo un año. 

Kaxlan, el que no es de la comunidad

Kaxlan, el que no es de la comunidad

EL VIAJE

Kaxlan, el que no es de la comunidad

Ignacio Espinoza

Nombre que recibe la gente foránea que pasa por una comunidad donde pulula la lengua tzotzil. En Acteal, organización autónoma ubicada en los Altos de Chiapas, las mujeres y niños, que no dominan el español, te nombran así antes de saber tu propio nombre. Pero no existe carga peyorativa, a diferencia del peso que lleva el término indígena.

Un murmullo de voces. Risas de niños y miradas. No sabes lo que dicen, no es tu lengua y tampoco hay alguna ramificación con el español para saber lo que dicen. Pero existe una palabra, una llave a ese mundo, ese pensamiento que permite saber que están hablando de ti. Eres la persona diferente y te lo hacen saber. ¡Kaxlan, kaxlan! Dicen los menores al correr, kaxlan, kaxlan, susurran las mujeres mientras cocinan sentadas junto al fuego. Kaxlan en tzotzil significa «el que no es de la comunidad».

En la comunidad autónoma de Acteal, en los altos de Chiapas (México), el tzotzil manda. Es la lengua que hablan los niños y las mujeres. El español solo logra escabullirse entre los hombres, quienes son los encargados de salir de las comunidades e insertarse en el quehacer cotidiano donde pululan los hispanohablantes y aprenden ese idioma.

Dentro de una comunidad, el intento de comunicación con las mujeres y los pequeños es complejo. No te entienden y las palabras no son suficientes en español. Los gestos corporales ayudan. Apuntar algo con el dedo permite una mayor comprensión. Así llegó «alak'», una de las primeras palabras aprendidas gracias al método que utilicé de señalar con el índice. Pero antes, otro vocablo se calaba en los oídos, kaxlan. Fue un grupo de mujeres quienes lo dijeron mientras  me observaban en la cocina de la comunidad.  Un término que voló entre la combinación de susurros y miradas.

Acteal se rige por una mesa directiva que rota cada 31 de diciembre
Fotografía de Ignacio Espinoza 

¿Puedo usar el fuego para cocinar?”, pregunto mientras señalo con el índice hacia una fogata. Nadie entiende. Pasan los segundos. Llega una mujer y me pregunta si quiero cocinar. Sí. Ella le habla a otras mujeres, nada se entiende. Pero entre la lluvia de palabras hay una gota conocida, kaxlan. Aquella palabra reemplazó el nombre con que fui inscrito en el registro civil. El extranjero, el que está de paso. Así me llamaron. Pero con una diferencia, no había carga peyorativa ni tampoco condescendía. Era su vocabulario, su pensamiento desde la otra vereda. Al frente, indígena, palabra vapuleada por occidente y mestizo como pobre, terrorista, flojo y salvaje.

Dos semanas  pasé en Acteal. Kaxlan fue mi nombre, pero también aprendí otras palabras gracias a un grupo de maestros de estatura baja y con una intención: divertirse. El método del dedo otra vez. Indiqué mi barba y se oyó kisimtik, que en tzotzil significa nuestra barba. Como premio otra ayuda, la entregó un hombre que manejaba el español: “K’usi abi» el equivalente a preguntar por el nombre de alguien. Un trampolín que permitió alcanzar otros significados. Tz’i’, cuando se cruzó un perro y von ch’anul pom al señalar una abeja pintada en una  pared. Pero el español también se coló en palabras que no tenían significado, una de ellas fue cuando los pequeños vieron el dibujo de una persona tapada con un pasamontañas. «Zapatista», respondieron.

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En las comunidades los menores hablan su lengua nativa, el tzotzil
Fotografía de Ignacio Espinoza

“K’usi abi” fue la mejor arma. La llave para las mejores respuestas, porque aprendí los nombres de los pequeños que me permitieron adentrarme en el idioma tzotzil. Isaías, Víctor Francisco, Zacarías y Marta. Nombres de personas que se quedaron en la bodega del recuerdo, pero que también le llevaron un regalo al kaxlan: volver a  jugar, reír y disfrutar la vida como un niño.