El brillo en los ojos al empezar la primera escena, la boca abierta durante el nudo de la historia y las sonrisas en el desenlace. Una actuación en un pueblo alejado de todo núcleo urbano, rodeado de ancianos y niños quechuas, le hizo entenderlo todo. El zorro y el cóndor no dejan de ser dos animales cualesquiera para los no andinos. Bonitos, sí, pero dos animales más. Para ese público, en ese pueblo aislado entre valles, eran los dos seres más importantes en su cosmovisión. Las figuras con las que sus antepasados hablaban en tercera persona de sus aventuras y sus desventuras. El zorro, para esos niños, era ese peludo ser que aparecía por las noches para perturbar las mañanas en las que amanecían las gallinas muertas. Era un verdadero consuelo que Pedro le haya ridiculizado, cortándole la cola o haciéndole perder en sus historias, delante de todos. Les regalaba una venganza que, aunque imaginaria, les daba consuelo. El cóndor, con la majestuosidad que le brindan sus alas, elevaba el alma de los ancianos que dejaban descansar sus débiles piernas en las sillas frente al escenario. Se olvidaron por un momento del frío, de las minerías informales, de las sequías o de cualquier problema. Se encarnaban por un momento en el cóndor andino, dominante, con un control absoluto sobre sus tierras.
“En el Cusco sí se hacen representaciones teatrales en quechua, desde hace 50 años, desde que existe el inti Raymi acá y otras festividades de ese orden. Sin embargo, su uso es únicamente ceremonial y no es tanto el de ocio, entonces lo que hemos intentado hacer es poner realmente lo que es el arte escénico en este idioma”, explica Pedro. Y así, democratizar el teatro. “Al inicio, nuestro objetivo era mostrar las historias tal como fueron creadas, después también vimos que si bien es cierto que aquí en la ciudad ciertas actuaciones de carácter andino ya empezaban a tener algo de aceptación, también vimos que era hora de llegar a otras poblaciones. Así llegó el cambio, un punto de quiebre también para nosotros, donde vimos que muchas personas ya nos solicitaban para que llegásemos a lugares más alejados, donde incluso el español no es hablado. Hay lugares donde el idioma no es el español propiamente oficial, y estas poblaciones merecen también el acceso a la cultura y al arte”.
Toda forma de arte requiere de un espectador, y vale con que solo sea uno, pues, si el arte hace al artista y el artista produce el arte y el arte es el reflejo del contexto actual, contextualicémos. En Perú existen artistas que hacen florecer una cultura paralela. Una cultura con historia propia, su propia forma de gobernarse y su única forma de entender el arte. Un público quechua-hablante que tiene el privilegio de poder disfrutar del teatro andino desde su máximo esplendor. Democratizar el arte a través del idioma, para llegar mas lejos, rompiendo las barreras que impone el lenguaje del dinero.
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