EL VIAJE
Teatro para democratizar el arte
Alejandra Gayol

 

 

¿Es el arte elitista? Puede que muchas y muchos artistas, pese a sus aires bohemios y su lema “por amor al arte”, tengan demasiado presente al público (o moneda) al que se dirige su creatividad. Toda forma de arte requiere de un espectador. Arte para todos o arte para unos pocos.  Las personas crean el arte, por lo que quizás, el arte en sí no es elitista, sino que lo es aquella o aquel que lo produce. O igual el arte es un producto del contexto histórico, un reflejo más espontaneo, y él artista no puede escapar de esa condición e, inevitablemente, es el arte quien acaba por hacer al artista. Eso nos lleva a que, teniendo en cuenta la era del valor al envoltorio en la que vivimos, puede que el arte, en alguna de sus expresiones, haya perdido sus principios para envolverse en papel de bronce (o en papel de trapo con la cara de George Washington).
Pedro Ccahuana posando con dos máscaras de sus representaciones en la Plaza de Armas de cusco
Fotografía de Alejandro González Amador

¿Estamos privatizando el arte? Esa pudo ser la reflexión que llevo a Pedro Ccahuana a replantearse su profesión. En sus inicios, este actor peruano llevaba a los escenarios mitos y leyendas universales, o más bien, de esas de universalidad impuesta: Europa y Norteamérica. Lo que se vende, aunque dejando algún espacio para las historias de origen andino, eso sí, traducidas al español. El público: castellano-hablantes. Esto conducía inevitablemente a que sus espectáculos se representasen en las ciudades o sus alrededores. Pueblos grandes, donde las personas comprendieran perfectamente el español. Un arte que no es para todos. En Perú, los quechua hablantes, más en concreto aquellas o aquellos que no entendían el castellano, no tenían el mismo acceso a estos espectáculos. Pero Pedro se iniciaba en este mundo, y como los bebes que dan sus primeros pasos, siguió el modelo establecido. La madurez y la experiencia en la profesión le llevó al cambio que modificó el curso de su discurso: “A medida que nosotros íbamos trabajando, narrando y poniendo las historias sobre el escenario nos dábamos cuenta de que estaba narrada y concebida en otra lengua, en quechua. Estas historias no han sido creadas en español, sino que han sido concebidas en esta lengua y creadas en el corazón mismo de los Andes. En el corazón de muchas poblaciones que no conocieron el idioma español.”

Llenar las gradas o los corazones. Todo depende del idioma con el que se mire. Es cierto que, poco a poco, a Pedro le fue importando más la acogida real de sus espectáculos que la cantidad de los espectadores. Al igual, se molestó más en la calidad de sus representaciones que en la cantidad de obras representadas. Experimentar la fuerza de una leyenda cuando esta se interpreta en la lengua en la que se configuró, le llevó al culmen de su realización como actor, o así se interpretan sus palabras: “Eso es muy importante para nosotros, representar la historia en su idioma y con toda la gama de detalles que eso presenta. Hemos querido recolectar historias en el idioma quechua porque, para nosotros, la diferencia del quechua con el español también reside en las propias características del quechua.  Es un idioma muy onomatopéyico que realza nuestra interpretación, y esto atrapa al espectador”.
“Nosotros, junto al idioma, queremos poner esto en un primer plano para que se pueda ver y se pueda mostrar la maravilla de nuestra cultura”
El brillo en los ojos al empezar la primera escena, la boca abierta durante el nudo de la historia y las sonrisas en el desenlace. Una actuación en un pueblo alejado de todo núcleo urbano, rodeado de ancianos y niños quechuas, le hizo entenderlo todo. El zorro y el cóndor no dejan de ser dos animales cualesquiera para los no andinos. Bonitos, sí, pero dos animales más.  Para ese público, en ese pueblo aislado entre valles,  eran los dos seres más importantes en su cosmovisión. Las figuras con las que sus antepasados hablaban en tercera persona de sus aventuras y sus desventuras. El zorro, para esos niños, era ese peludo ser que aparecía por las noches para perturbar las mañanas en las que amanecían las gallinas muertas. Era un verdadero consuelo que Pedro le haya ridiculizado, cortándole la cola o haciéndole perder en sus historias, delante de todos. Les regalaba una venganza que, aunque imaginaria, les daba consuelo. El cóndor, con la majestuosidad que le brindan sus alas, elevaba el alma de los ancianos que dejaban descansar sus débiles piernas en las sillas frente al escenario. Se olvidaron por un momento del frío, de las minerías informales, de las sequías o de cualquier problema.  Se encarnaban por un momento en el cóndor andino, dominante, con un control absoluto sobre sus tierras.
“En el Cusco sí se hacen representaciones teatrales en quechua, desde hace 50 años, desde que existe el inti Raymi acá y otras festividades de ese orden. Sin embargo, su uso es únicamente ceremonial y no es tanto el de ocio, entonces lo que hemos intentado hacer es poner realmente lo que es el arte escénico en este idioma”, explica Pedro. Y así, democratizar el teatro. “Al inicio, nuestro objetivo era mostrar las historias tal como fueron creadas, después también vimos que si bien es cierto que aquí en la ciudad ciertas actuaciones de carácter andino ya empezaban a tener algo de aceptación, también vimos que era hora de llegar a otras poblaciones. Así llegó el cambio, un punto de quiebre también para nosotros, donde vimos que muchas personas ya nos solicitaban para que llegásemos a lugares más alejados, donde incluso el español no es hablado. Hay lugares donde el idioma no es el español propiamente oficial, y estas poblaciones merecen también el acceso a la cultura y al arte”.
Toda forma de arte requiere de un espectador, y vale con que solo sea uno, pues, si el arte hace al artista y el artista produce el arte y el arte es el reflejo del contexto actual, contextualicémos. En Perú existen artistas que hacen florecer una cultura paralela. Una cultura con historia propia, su propia forma de gobernarse y su única forma de entender el arte. Un público quechua-hablante que tiene el privilegio de poder disfrutar del teatro andino desde su máximo esplendor. Democratizar el arte a través del idioma, para llegar mas lejos, rompiendo las barreras que impone el lenguaje del dinero.
Pedro caracterizado como el zorro en el cuento «El zorro y el cóndor»
Fotografía de Alejandro González Amador

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