EL VIAJE
Rarámuri: La lengua de la Sierra Madre Occidental
Alejandra Gayol
Encapsulada entre abruptas barrancas. Retumban sus palabras entre empinadas paredes. La protegen como a un corazón blindado, la montaña, las personas. La entregan al aire para que viaje, montada en el viento. La propagan en su vientre mujeres ataviadas de colores y volantes, colgadas como acróbatas entre acantilados. Los cánticos de los antepasados levantan el polvo, un polvo que aún no la ha logrado enterrar. La lengua de los rarámuri, los hombres, vive en las montañas, como un componente más de la propia naturaleza de la Sierra Tarahumara.

Kuira-ba! Retumba un eco interminable entre los cerros. Las sipuchakas —faldas largas— de las mujeres y niñas rarámuri parecen el recurso de algún pintor para dar color a un paisaje terrenoso. Los ancianos se ríen mientras colocan las koyeras —bandanas— que portan en su cabeza. La relación con sus nietos se mantiene impoluta gracias a que aún comparten la misma lengua. Muchos de los hombres ya no utilizan su ropa tradicional. Los tejanos, las gorras y las camisetas de manga corta son las prendas cotidianas del owí —el hombre— rarámuri. Esto se debe a que es el miembro de la familia que más interactúa fuera de la comunidad, lo que también le convierte en bilingüe. Más allá de la forma de vestir, se mantiene fiel a sus tradiciones. El pueblo resiste perenne ante la invasión cultural.

Vista de las Barrancas del Cobre y de la Piedra Bolada
Fotografía de Alejandra Gayol
La comunidad rarámuri puede presumir de ser una de las culturas originarias que mejor preserva la lengua entre los más jóvenes. La mayoría de escuelas que se han abierto en la sierra imparten las clases en español, pero el tiempo fuera de las aulas deja más huella. Recolectar la milpa con sus hermanos, perderse entre los campos jugando con las cabras, esconderse en la oscuridad de las cuevas donde habitan los seres de sus leyendas. Su día a día en la sierra es una manera de entender la vida, la naturaleza, traducida en la lengua en la que han aprendido a gestionar sus ilusiones y sus miedos.

La lengua rarámuri aún se mantiene como primera lengua para la mayoría de los niñas y niños.

Fotografía de Joseba Urrutikoetxea

Los rarámuri son caminantes insaciables, conocidos por su agilidad para correr a través del sinuoso suelo de la sierra. Así se han ganado el título de “los hombres de los pies alados”. Este sobrenombre viene de la interpretación de los chabochi —mestizos o personas no rarámuri— que tradujeron la palabra rara como “pie” y muri como “correr”. También les nombraron como tarahumaras, pero ellos se autodenominan rarámuri, que quiere decir simplemente “hombres”. Han ganado en diferentes ocasiones ultramaratones a nivel internacional. Ellos compiten con su calzado tradicional, los akaka, sandalias hechas con neumáticos viejos agarrados por unas correas. Las zapatillas última gama son cosa de sus inexpertos rivales. Pero el rarámuri no se ha ganado su título en las competiciones. La sierra es grande. El Cañón del Cobre es cuatro veces mayor que el Cañón del Colorado en extensión, y dos veces más profundo. Las distancias entre las diferentes familias que componen cada comunidad son eternas, y las presas durante la caza tienen mucho campo para escapar. Correr se convierte en algo esencial y cotidiano.

Corredor del ultramaratón de la Sierra Tarahumara con las akakas
 Fotografía de Víctor Hugo García Ulloa CC

 

Los bares y las discotecas no han llegado a las barrancas, ni es necesario. Los rarámuris hacen la fiesta, porque la fiesta es lo que necesita la naturaleza para seguir su curso, sus antepasados para seguir presentes, y los miembros para seguir siendo una comunidad. El baile se combustiona con el tesgüino, una bebida ancestral de maíz fermentado, que es el acompañante de todas sus ceremonias, como el Yumali, dónde se invoca a la lluvia, o el Rutuguli para conectarse con las alewá —las almas—.
La comunidad rarámuri puede presumir de ser una de las culturas originarias que mejor preserva la lengua entre los más jóvenes.
Los rarámuri creen firmemente que son el pilar del mundo. Que no habría vida sin ellos. Ellos bailan, hacen la fiesta sin descanso para avivar la tierra, para que el agua fluya, para que el viento se mueva, y para que la vida animal y vegetal se logre. Nada podría existir sin los rarámuri. Sin los vivos, ni sin las almas de los muertos. El mundo no funcionaría sin su cultura, no avanzaría sin sus tradiciones. La lengua rarámuri no podría desaparecer, pues entonces, el mundo quedaría silenciado.

2 Comentarios

  1. Magdalena Cerdeira

    Impresionante una forma de vida
    Que eno el fondo me atrae. Enhorabuela Alejandra.

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  2. Wuendolin

    Gracias, hermoso trabajo, me gustas conocer mas sobre l’os diferentes mundos que hacen Mexico.

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  1. Rarámuri, a língua escondida nas montanhas mexicanas | 360meridianos - […] de Alejandra Gayol publicada originalmente em espanhol no Projeto Wakaya e traduzida para o 360meridianos por Natália […]

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