Luchar por el territorio de Banumil a Wallmapu

Luchar por el territorio de Banumil a Wallmapu

EL VIAJE
Luchar por el territorio de Banumil a Wallmapu
Idoia Olaizola

Banumil significa tierra en lengua tzotzil. Este pueblo habita en el estado de Chiapas, al sur de México. Es una de las zonas más ricas en agua del país y fue el lugar en el que la compañía Coca-Cola decidió instalarse en 1994 para tomar sus recursos y así abaratar su producción. Tras más de 20 años de “convivencia”, la mayor parte de los chiapanecos ha visto cómo sus pozos se han secado, y cómo la empresa ha vuelto adicta a casi todos sus habitantes, invadiendo tanto el espacio físico, con multitud de puestos de venta de la bebida en todo el estado, como el espacio espiritual, pasando a formar parte de su día a día y de sus ceremonias religiosas. En el otro polo de Abya Yala, en la Patagonia argentina, el matrimonio mapuche Nahuelquir-Curiñanco decidió volver a ocupar las tierras de sus antepasados, que la empresa italiana Benetton compró de forma aparentemente fraudulenta. Tras años de lucha no violenta, consiguieron ganar la pelea y recuperaron una parte de su mapu, o tierra. Sin embargo, fue solo una pequeña batalla, pues aún queda mucho por reconquistar.

La tierra es sagrada para los pueblos originarios. No entienden su propia existencia sin la existencia de su territorio. No es un ente extraño, ajeno; es su madre, forma parte de ellos y de su realidad. Por eso, la cuidan y la intentan librar de los invasores que se quieren apropiar de ella. Porque no se trata solo de perder una extensión de terreno, perder a su madre implica también perder su cultura, sus costumbres y su lengua. Las luchas por el territorio ancestral se suceden en todo Abya Yala. Los pueblos originarios se enfrentan a poderosos contrincantes encarnados en la piel de multinacionales, madereras, hidroeléctricas o empresas mineras. En ocasiones se acercan a los pueblos con bonitas palabras y falsas promesas, como el lobo del cuento que acechaba a los cerditos en su hogar. En otros casos, el lobo sopla con todas sus fuerzas e intenta arrebatar las tierras sin preguntar. Es una práctica común, de norte a sur del continente. En Guatemala los pueblos mayas batallan contra los cultivos extensivos de palma africana o caña de azúcar. En la película peruana Hija de la Laguna, Nélida denuncia el intento de una empresa minera de expulsar de su hogar a ella y a su familia, y la importancia que tiene para su comunidad el agua que les intentan robar. Pero son solo dos ejemplos de todas las luchas que se libran en el continente. Las batallas son largas y arduas, pero hay algunas que acaban siendo fructíferas, animando así al resto de contendientes a concluir su meta.

Las ovejas salen a pastar a diario en las casi un millón de hectáreas que tienen a su disposición en la Patagonia argentina. El clima es frío y árido, pero ellas se alimentan ajenas a las condiciones meteorológicas. Tampoco saben que su lana servirá para enriquecer a una de las mayores empresas italianas del mundo. Desconocen también, que pastan territorios que no pertenecen a sus dueños. La empresa Benetton adquirió de forma supuestamente fraudulenta las 900.000 hectáreas de terreno en la Patagonia Argentina que los mansos mamíferos transitan hoy en día en busca de alimento. Antes de que el estado argentino usurpara sus tierras ancestrales y luego las regalara a “La Compañía” a través de “La conquista del desierto”, una guerra de finales del siglo XIX llevada a cabo por los militares argentinos contra el pueblo indígena de la zona,  el terreno pertenecía a poblaciones originarias, principalmente al pueblo mapuche.

El matrimonio mapuche Nahuelquir-Curiñanco.
Fotografía de Mariana Eliano via El País
Pasados los años, Benetton compró estos terrenos a “La Compañía” y empezó a hacer uso de ellos. Once años después, en 2002, el matrimonio mapuche Nahuelquir-Curiñanco, decidió ocupar una pequeña parte, haciendo alusión a su propiedad ancestral “Mi padre nació justo donde hoy está el casco de la estancia de Benetton. Ahí se crió”, explica Atilio Curiñanco. Lucharon durante años contra el gigante italiano, pero de forma pacífica tal y como explica Rosa Rua Nahuelquir: “Aprendimos otras cosas de nuestros padres y abuelos. La resistencia pacífica, la sabiduría, el tesón. Hemos sufrido desalojos, perdimos todo lo que hicimos ya una vez, pero nos levantamos”. En 2004 tuvieron su primera victoria, el juez encargado del caso dictaminó que Benetton era dueña de los terrenos, pero el matrimonio no estaba usurpando sus tierras. Eso los animó a continuar. 10 años después, finalmente ganaron la batalla. El INAI los reconoció como dueños del área en disputa. Sin embargo, aún queda mucho territorio por reconquistar para que los mapuches recuperen el wallmapu en su totalidad.
Las luchas no son solo por el territorio físico. Las mentes también son invadidas y colonizadas, y esta invasión es más difícil de contrarrestar. La primera colonización tras la invasión española fue religiosa, y sigue presente, en la gran mayoría de las ocasiones, de forma sincrética. Pero la manera colonizar actual es a través de la publicidad y la televisión. Los medios de comunicación de masas nunca dan cabida a otros discursos, así que los pueblos se organizan para dar voz a sus pueblos. Es el caso del periódico Pürüm Yemay! mapuche que apuesta por una información completamente en mapuche, o el grupo de comunicadores Lanceros Digitales de Ecuador, cuyo objetivo es “transmitir la información de los pueblos y nacionalidades, organizaciones y movimientos sociales que no son difundidos en medios tradicionales, siendo una ventana para dar a conocer la realidad de las comunidades y vencer así el cerco mediático” tal y como explican en su grupo de Facebook. Sin embargo, en ocasiones la colonización es más discreta, se introduce en nosotros lentamente. No nos damos cuenta del cambio porque surge de forma paulatina. Eso ha sucedido al sur de México, en el estado de Chiapas.
Bosque de Los Altos cerca de Chenalhó
Fotografía de Idoia Olaizola
Los Altos de Chiapas es un lugar de ensueño. Altas montañas, bosques de coníferas y carreteras sinuosas hacen del lugar uno de los más visitados por los turistas. Conocer más acerca del movimiento zapatista atrae a muchos de ellos, pero su entorno y belleza natural cautiva a otros tantos. Sin embargo, más allá del verde del bosque, dos colores destacan en la zona: el blanco y el rojo. Las tiendas y anuncios de Coca-Cola son la tónica general en la zona. Incluso se adaptan a las lenguas indígenas de cada población. Y no en vano, quieren ganarse el apoyo de los habitantes del lugar.
En México más del 70% de la población tiene sobrepeso u obesidad y aproximadamente el 16% sufre diabetes

El mismo año en que el ejército zapatista se alzó en armas, la planta embotelladora de Coca-Cola abrió sus puertas en Chiapas. La zona es rica en agua y manantiales, y de ello se aprovechó la compañía para instalar, en 1994, su principal planta embotelladora. Desde entonces ha conseguido ventajosos contratos por el precio del agua, el expresidente Fox fue vicepresidente de la compañía en América Latina, y ha secado los pozos de miles de familias. Para evitar conflictos, echó mano del marketing. La Coca-Cola se vende un 35% más barata en zonas rurales que urbanas y ha irrumpido en la vida de los campesinos de manera radical. En ocasiones, algunos puestos venden la bebida azucarada más barata que el agua, a pesar de que para generar un litro de esta se necesiten tres de agua. Los mexicanos se han convertido en uno de los mayores consumidores de Coca-Cola del mundo, pero eso trae consecuencias nefastas para la sociedad: más del 70% de la población tiene sobrepeso u obesidad y aproximadamente el 16% sufre diabetes. La inclusión es tal, que hoy en día está presente en las ceremonias ancestrales de los pueblos originarios. Como explica el Doctor Gian Carlo Delgado en el documental “La Coca-Colización de México: “Hay estudios sobre la promoción de la Coca-Cola y cómo puede entrar la Coca-Cola rompiendo esquemas culturales”.

En día de muertos no hay altar que no esté coronado por una botella de la bebida, y en rituales y ceremonias se ofrece la bebida, cambiando las antiguas costumbres. Ni siquiera el movimiento anticapitalista de las Abejas de Acteal escapa de sus garras. Durante la celebración de la conmemoración de su masacre, los encargados del evento paseaban por las gradas ofreciendo a los asistentes vasitos llenos del refresco azucarado. Banumil, es la tierra para el pueblo tzotzil. Han luchado durante años porque su territorio, cultura y lengua, sobrevivieran. Sin embargo, sin ellos ser conscientes, Coca-Cola les está ganando la batalla, y es cuestión de tiempo y conciencia, que reviertan ese cambio, o el resultado será nefasto.

Aldeia Pataxó Iriri

Aldeia Pataxó Iriri

EL VIAJE

Aldeia Pataxó Iriri

Alejandra Gayol

 

 

Con la mirada perdida y el pelo rozando la gravilla del suelo, Mairi, hija del cacique de la aldea, tararea las canciones que cantan los guerreros pataxós desde hace años. Su cuerpo reposa en una vieja rueda, una goma cada vez mas dilatada por el calor que emana la hoguera que esta a su costado. Ella repite la melodía, una y otra vez, moviendo los labios sin pretender ser escuchada. Mairi, en un acto inconsciente, retrata los logros de una lucha que se inició hace dos años en una aldea de Rio de Janeiro.

 

Un alboroto despierta a los pocos vecinos que aún siguen durmiendo a las ocho de la mañana. La falta de electricidad en la aldea les permite seguir siendo fieles a la luz del sol. La madera cruje al son de pasos agitados, y un gallo pide a gritos salvar su vida. Las risas se mezclan con gritos de desesperación, el ave abre las alas, intenta mostrar que es demasiado grande para ser una presa. Sus patas son más veloces que nunca, o eso dan a entender los ojos atentos de cuatro jóvenes que luchan por darle caza. Hoy hay que comer, como cualquier otro día, así que la batalla solo puede tener un vencedor. Un rostro cubierto por un despeinado cabello negro azabache da el golpe de gracia. Agarra con sus largos brazos al animal y lo mete, con los ojos cerrados para protegerse de las plumas, en una casa de adobe. La abuela tiene los fogones preparados, no hay tiempo que perder si tienes que preparar el almuerzo para más de veinte personas.

Kaua, uno de los niños de la aldea, espera la hora de comer jugando con las pinturas

Fotografía de Joseba Urruty

El sol cae como si en los rayos portase plomo. Los niños juegan al futbol empapados en sudor. Su piel es del color de la avellana, curtida por el sol.  El portero ya está sentado, agotado, demasiadas horas en el terreno de juego. Se marca el último gol y, sin decir palabra, una marea de pies descalzos corren en la misma dirección. Se bañan entre saltos en la cachoeira, una cascada que se ha convertido en un reclamo para un turismo que, a cuenta gotas, se acerca de vez en cuando a la aldea. Estos visitantes son una oportunidad para generar ingresos con su artesanía, pero también pueden ser un peligro si no se miden los límites. “Ya tenemos dos años y cinco meses aquí en la aldea. Nosotros llegamos aquí, a un terreno donde se intentaba implantar un resort. Un lugar donde vivieron nuestros antepasados, los tupinambá, y el que fue uno de sus lugares sagrados. Ellos querían destruir toda la vegetación que nos rodea, pero al final estamos aquí, firmes y fuertes.” recuerda el cacique de la aldea alentando a algunos de los jóvenes.

“Nuestros antepasados pagaron hablar nuestra lengua con la vida, quien no hablaba portugués no sobrevivía. Mi madre, mi abuela, fueron obligadas a hablar portugués. Nosotros intentamos rescatar nuestra lengua. Rescatar a nuestro pueblo de ser esclavo.”

Papas, tomate, yuca, arroz. La comida ya pasa por la cabeza de todos, pero sobre todo por los estómagos de algunos. El abuelo lleva una camiseta de algodón blanco. Se sienta en el sofá que apunta a la entrada. La comida se le pone en las manos, ha pasado la mañana vigilando unos de los locales donde exponen su artesanía. Observa como pasan todos hasta la cocina, sus vecinos también son su familia. “Nuestra aldea, en el sur de Bahía, ha sido un territorio con muchos conflictos. Mi madre es descendiente tupinambá, por eso llevamos el nombre de Pataxó Hahahae, un pueblo que surge de la combinación del pueblo pataxó y el pueblo tupinambá. Una mezcla de dos pueblos indígenas” rememora el cacique que se apoya en una de las paredes de la casa. “La razón de estar aquí hoy, en la aldea Iriri, es por mucho conflicto. Invadieron nuestras tierras, mataron a muchos de nuestros líderes en Bahía. El último líder fue quemado vivo en Brasilia. Por eso aquí hoy, en la aldea, nuestros niños no están sufriendo lo que nuestros mayores sufrieron. Aquí hay salud, tenemos donde hacer que nuestra cultura viva. Tenemos cada vez mas orgullo de ser lo que somos.” dice con tono de alivio el cacique.

Hangui Pataxó lleva cinco años siendo el cacique de la aldea.

Fotografía de Ignacio Espinosa

Se retiran todos poco a poco.  Los mayores se unen a los mas jóvenes, hay costumbres que no se pueden perder, como el de la diversión combinada con el deporte. Los niños y jóvenes agarran su balón de futbol, uno de los más ancianos, su arco.  Lleva desde pequeño el arte de las flechas como estandarte. Su padre le enseñó a cazar y a ser un diestro arquero desde la infancia. En la playa de Iriri los deportes ancestrales y los modernos no están reñidos. Baño en el mar y vuelta al hogar. El ambiente esta animado, hay visita de parientes que llegan desde Bahía a la aldea. Las pinturas dibujan las pieles resecas del salitre. El color carmín del urucum cubre los rostros que ahora parecen incendiados. La tinta se convierte en un rio de significados, códigos milenarios, un lenguaje que empapa los poros para dar paso a la comunicación. Líneas que resbalan en rostros, brazos, piernas o pechos. En la Amazonia, los brazos más ágiles trepan arboles de hasta veinte metros para obtener el jugo de los frutos del jenipapo, una tinta de azul oscuro intenso que se derrama en las pieles indígenas. Las muchachas y muchachos solteras y solteros apuestan por dibujos y colores llamativos, una estrategia para llamar la atención de aquellos a los que pretenden conquistar. Azul, negro, amarillo, verde. Un abanico de colores encima de sus cabezas. El cocar deja mudos a los foráneos, el exotismo hecho tocado, el indigenismo estereotipado en su máxima esencia, pero una realidad espiritual para el pensamiento actual de los pueblos indígenas.

Tapurúma es maestro en el arco y las flechas

Fotografía de Ignacio Espinoza

Familia de la aldeia vestida con la ropa tradicional.

Fotografía de Ignacio Espinoza

Las pinturas son un medio importante de comunicación para la comunidad.

Fotografía de Joseba Urruty

Y cae la noche, cerrada y ciega. Más intensa que en cualquier otro lugar que rodea la aldea. La luz de la luna y de las velas genera el ambiente. El sonido de palos retumbando en el suelo se lleva escuchando unos cuantos minutos, se amontonan en el suelo, sin conocer el fatídico destino que les espera, donde se consumirán abrasados. Un seseo pone la piel de gallina. Las maracas retumban rompiendo el silencio, imitando el sonido de las serpientes. Golpes de voz sincronizados con los golpes de los pies insonorizados por la tierra. Comienza la danza a un costado del fuego. Las llamas, naranjas y amarillas, dibujan sombran bailarinas. El cabeza de la fila da un grito como disparo de salida, avanzan. Las figuras que dibujan se retuercen como el cuerpo de una cobra, sin llegar nunca a cruzarse. Rompe el aire, proyectando magia, las palabras que conforman los cantos de guerra. La lengua patxoha resurge en los labios, en los oídos, abriendo y cicatrizando al mismo tiempo las heridas. Una lengua que, cuando toma la figura de canción, no reconoce la edad de las personas, contagiando a niños y a ancianos. Un ritmo armonioso, compaginado. Nadie se mira, nadie se ríe. Las gargantas no se irritan porque están acostumbradas. Las rodillas no se cansan porque están anestesiadas.

Acaba el baile y se forma un circulo perfecto. “El indígena no quiere traer lucro, eso es lo que no le gustan a los empresarios, porque nosotros lo que queremos es preservar. Esta es la razón por la que solo contamos con pocos apoyos, porque no hay lucro tras lo que nosotros solicitamos. Cuando pedimos ayudas a las autoridades, dicen que nosotros no somos de Rio de Janeiro, que los Pataxó somos de Bahía, pero eso es algo nuevo, nosotros somos los primeros habitantes de esta tierra, esas limitaciones no existían para nosotros.” irrumpe el cacique para abrir el discurso. “Cuando nos mudamos de Bahia para Rio de Janeiro, nos vimos obligados a vivir mucho tiempo en las ciudades, eso hizo perder mucha fuerza a nuestra lengua. Ahora intentamos dejar la huella de la lengua en nuestros hijos, pero algunos proyectos, como por ejemplo montar una escuela, es una tarea difícil. Es muy complicado, pero para eso conquistamos este lugar, para eso creamos la aldea, para trasmitir nuestra cultura, para desarrollarla, y los niños los están aceptando muy bien, ellos saben lo que son y no lo rechazan.” continua su discurso mirando a los ojos de todos los oyentes.

Una de las herramientas principales para transmitir la lengua a los mas jóvenes son las canciones.

Fotografía de Joseba Urruty

“El gobierno tiene miedo a que existamos, a que exista nuestra lengua, a que estemos en un congreso o tratando algún tema y hablemos en una lengua que ellos no puedan entender. Llevamos resistiendo muchos años, hemos sido el primer pueblo que ha tenido el contacto con los portugueses, y seguimos resistiendo. Siguen intentando desmontarnos, pero aquí estamos, para que entiendan que siempre seguiremos luchando. Para nosotros es muy importante la riqueza de ser indígena” avanzan las palabras del líder que preside el circulo. “Es muy importante mantener nuestro territorio para desarrollar nuestra lengua, nuestra cultura. A partir del momento en que vivimos en las ciudades todo sale fuera del panorama indígena. Para hacer tu comida, por ejemplo, tienes que comprarla en un supermercado. Para la gente de la ciudad el entorno no es tan importante, para nosotros lo es todo, es nuestra vida, es respirar mas puro. Nuestra salud depende de un territorio, nosotros no sabemos realmente sobrevivir en una ciudad. No si seguimos nuestros principios. Un indígena precisa de tierra para desarrollar su manera de entender la vida. Necesitamos el fuego en una hoguera, el agua. Todo está ligado a la tierra, sin ella no podemos dar continuidad a nuestra lengua.” espera, con una pausa silenciosa, la reacción de sus camaradas. “Nosotros estamos obligados a hablar en portugués, para hablar con el hombre blanco, que es quien tiene el poder. Para exigir nuestros derechos tenemos, forzosamente, que aprender la lengua dominante, ellos jamás van a intentar aprender nuestra lengua. Ellos llegaron a destruir nuestra tierra, nuestro país, pero nuestros guerreros antiguos pudieron resistir. Nuestros antepasados pagaron con su vida el poder hablar nuestra lengua, la muerte era el precio, quien no hablaba portugués no sobrevivía. Mi madre, mi abuela, fueron obligadas a hablar portugués. Nosotros intentamos rescatar nuestra lengua. Rescatar a nuestro pueblo de ser esclavo.” concluye. Durante unos segundos largos, la impaciencia se apodera de algunas gargantas y piernas. Quieren gritar de impotencia, quieren volver a repetir cada una de las palabras que ha expresado su líder, pero el silencio siempre ha sido una buena manera de decir las cosas. La hoguera, ahora, solo es brasa incandescente. El aire se tiñe de gris, pero no lo suficiente para hacer desaparecer a los presentes. El humo denso de las hogueras los envuelve, intentando invisibilizarlos, como si fuera una metáfora del enemigo al que se enfrentan. Pero allí, a solo medio metro, Mairi sigue pérdida en su canción, tarareándole al cielo mientras toca la tierra, desnudando el alma en cada palabra de la lengua patxohá, enviando aliento a la esperanza.

Aguyje y el camino a la vida plena

Aguyje y el camino a la vida plena

EL VIAJE
Aguyje y el camino a la vida plena
Ignacio Espinoza 
Es utilizada para agradecer la cordialidad y buena voluntad. Pero bajo el pensamiento guaraní el trasfondo es otro: ahondar en la esencia de la persona y relacionarlo con el estado de gracia absoluto.

Hay palabras que no se escapan de los diccionarios bilingües. Términos o expresiones comodines que sirven para desenvolverse en un lugar donde una persona es neófita en un lugar con un idioma diferente. Hola, dónde queda aquel lugar, adiós o el infaltable gracias, palabra utilizada para agradecer un gesto de buena voluntad. Dicha expresión se puede decir en diferentes lenguas y, en un pueblo originario de Latinoamérica, la palabra tampoco es una excepción.

En las montañas de Chiapas el pueblo tzotzil y su lengua –del mismo nombre­– lo desenfundan con un kolaval, en el valle del cauca el pueblo nasa y su idioma nasayuwe lo remiten a un pay. Para el pueblo mapuche en la lengua mapuzugun es chaltu mientras que para los qom, en la zona del Chaco, Argentina, es Ña’achec.

En Paraguay, el guaraní es la lengua oficial en el país y también tiene tiene su expresión para dar las gracias. Aguyje se puede decir cuando alguien en la calle indica una dirección. Sirve para responder amablemente e a una camarera en el bar Bolsi por servir un par de empanadas y cerveza Sajonia. Aguyje es una palabra fácil de aprender por las reiteradas veces que uno la debe repetir para responder a la incansable cordialidad de los paraguayos. Pero la palabra contiene un trasfondo, uno acorde al pensamiento del pueblo guaraní y que trasgrede las líneas del vocabulario.

“Los guaranís tienen el concepto de que en realidad somos almas que nos incorporamos a los cuerpos y que después volvemos a migrar. Y en ese concepto dicen que la persona, una vez que desarrolla la vida plena, logra lo que se llama aguyje. Es la cumbre, el pináculo de todo y es un estado de gracia y con eso se transporta vivo o muerto a la tierra sin mal”,  afirma David Galeano, director del Ateneo de Lengua y Cultura Guaraní. Galeano, quien ha dedicado su vida a la difusión y enseñanza de la lengua, explica que bajo la cosmovisión del pueblo guaraní el agradecimiento es un concepto humano y va más allá de solo responder a un gesto de buena voluntad: “Lo que uno hace es reconocer la esencia misma de la persona. Es una cuestión de un punto de vista muy personal. Es lo que uno reconoce, lo esencial que tiene el gesto de la persona”.

«Dicen que la persona, una vez que desarrolla la vida plena, logra lo que se llama aguyje».

Pero para llegar al aguyje el ser humano debe emprender un camino donde la vida terrenal es solo una estación en el recorrido que tiene como fin la cúspide del sentido de la vida. Pero el concepto también tuvo un recorrido a manos del dios creador de los guaraní, Ñande Ru. El antropólogo especializado en la lengua y cultura guaraní León Cadogan, entre sus trabajos sobre la cosmovisión del pueblo, explicó que en un principio apareció un picaflor. Éste cuando volaba, dejaba rastros de claridad, pero por el otro lado estaba la lechuza que dejaba huellas de oscuridad. En un momento ambos s se cruzaron y dieron vida a Ñande Ru. “En algún momento asume la forma humana y el crea el amor al prójimo y crea el fundamento del lenguaje humano, que hizo que formara parte de su propia divinidad, las palabras son sagradas, y ahí es la razón de no ser parlanchines de hablar y decir las cosas por decirlas. Hay un momento en que salen las palabras y en vez de salir las palabras nuestras es dios el que se manifiesta”, agrega David Galeano.

En Paraguay el término es comprendido por toda la población guaraní hablante. Pero el trasfondo solo lo concibe la gente que habita en las zonas del interior del país. Según  David Galeano la principal razón es que, la gente que accede a hablar guaraní de oído, no tuvo la vivencia que de una persona que vivió en el campo y comprendió todo el proceso del sentido de las palabras. “Hoy un citadino reproduce porque el otro dice, no precisamente porque entiende. Ese segmento no sabe lo que significa, dice gracias de gratitud, pero no gracias del estado de gracia. Del estado de plenitud”, aclara el profesor.

En el interior de Paraguay todavía hay comunidades monolingües del guaraní y que entienden mejor la cosmovisión del pueblo.
Fotografía de Joseba Urruty 

Lo que se entiende por un agradecimiento no es todo, la esencia del ser humano tiene un propósito: lograr el aguyje. “Uno viene para eso, el gran propósito es lograr un estado de plenitud espiritual, que se comprende a través de la lengua que en este caso nos refleja un profundo sentido de humanidad y en esa búsqueda pelear con todo lo que está en el universo”, puntualiza David Galeano quien también reconoce que, hoy, las sociedades olvidan los sentidos del lenguaje.  Pasa en Paraguay sucede con la gente todavía, aunque aún confía en aquellos que comprenden el mensaje y lo puedan transmitir con plenitud, como el significado.

El guaraní que acecha al jopará

El guaraní que acecha al jopará

EL VIAJE

El guaraní que acecha al jopará

Idoia Olaizola

Un país que tiene como oficiales dos lenguas, pero solamente utiliza una de ellas de forma real. Un país en el que sus académicos discuten por la verdadera forma de enseñar el guaraní. Un país en el que la mayor parte de su población habla el jopará, una mezcla de guaraní y castellano. Hablamos de Paraguay y a través de diversas figuras y opiniones nos adentramos en su realidad lingüística. 

Paraguay es un país diferente. En él coexisten de forma oficial el castellano y una lengua indígena. Casi un 90% habla y entiende el guaraní y un 40% es mono hablante de la lengua. El guaraní también se encuentra presente en el uso diario del castellano. Por ejemplo, en expresiones como andáte-na, que es un sufijo que quiere decir por favor, o ¿qué pico querés?, en el que pico le da la interrogación. Como explica David Galeano, director del Ateneo de Lengua y Cultura Guaraní: “En Paraguay pensamos en guaraní y hablamos en castellano. Se puede escuchar en el día a día traducciones literales del guaraní al castellano como por ejemplo ‘Se fue en Encarnación” en vez de a’.”. Sin embargo, solo un 1,3% de la población es indígena guaraní. El guaraní que se habla en Paraguay, es una variante de un guaraní que, fruto del mestizaje tras la colonización, evolucionó hasta el actual idioma. En él se mezclan palabras del castellano que se convirtieron a la lengua, con mesá o vaká.

David Galeano lucha por preservar su lengua desde el Ateneo de Lengua y Cultura Guaraní

Fotografía de Joseba Urruty

Si bien la lengua la habla la mayoría de la población nunca ha estado al mismo nivel que el castellano. El guaraní trae consigo multitud de estereotipos que asocian a sus hablantes a gente pobre e inculta. Por eso, hoy aún hay muchos que niegan hablarlo de forma fluida. Fue reconocido como lengua nacional, pero no oficial, en 1967, que fue una manera más de marginar al idioma frente al castellano, y no alcanzaría el estatus de oficial hasta 1992.

“El paraguayo al hablar guaraní cree que se está disminuyendo. Seguimos siendo colonia de España en materia lingüística y cultural”

El guaraní en Paraguay, además, pasó por diversas dificultades a lo largo de su historia. La principal fue la llegada de los españoles. Prohibieron hablar la lengua y llegaban a matar a quien la usaba. Pero como recuerda David Galeano: “La lengua continúa gracias a la mujer. Llegaron varones españoles que tenían hijos con mujeres guaraní. Ellas quedaban solas como madres solteras, y educaban a los hijos en guaraní. Incluso después de la guerra de la Triple Alianza ocurrió igual”.

Más tarde tampoco fue fácil, después de la guerra y durante los 35 años de la dictadura de Stroessner, como ocurrió en otros países de Latinoamérica, los hablantes de la lengua fueron duramente castigados. “En la época de la posguerra se desarrollaron una serie de acontecimientos poco gratos para los guaraní hablantes. Tenían que arrodillarse en maíz, recibían bofetadas si hablaban en guaraní. ‘No hables guaraní, no es el idioma de la aristocracia’ les decían”, comenta Galeano.

Tadeo Zarratea nos muestra su novela, Kalaito Pombero, la primera en Sudamérica escrita íntegramente en guaraní.

Fotografía de Joseba Urruty

Otro de los problemas a los que se enfrenta es a las diferencias entre académicos. Tadeo Zarratea, es juez y pertenece a la Academia de Lengua guaraní y cree que el modelo de lengua que impulsa el Ateneo y el gobierno es erróneo. Desde ambas instancias se impulsa un guaraní que él denomina repurificado, en el que se crean neologismos para las palabras que no existían en guaraní. Sin embargo, la población no usa ese vocabulario: “No existe ninguna lengua pura en el mundo. El gobierno no asume el guaraní que habla el pueblo paraguayo”. Y añade: “Hasta hoy todo lo que hace el sistema es inútil. El sistema no produce lectores, escritores, ni produce jóvenes que aman la lengua guaraní”.

Sin embargo, el mayor problema es el colonialismo lingüístico. Tadeo explica: “El paraguayo al hablar guaraní cree que se está disminuyendo. Seguimos siendo colonia de España en materia lingüística y cultural”. Esta es una de las razones por las que una parte de la población no usa un guaraní “puro”. La gente tiende a mezclar castellano y guaraní, creando un dialecto especial conocido como jopará. El jopará es el dialecto que hablan los castellanohablantes que no hablan guaraní, y los guaraní hablantes que precariamente hablan el castellano. Es utilizado por la gran mayoría de la población y se oye en buses y mercados. Cuando los asuncenos son preguntados, suelen responder que ellos entienden el guaraní, pero no lo saben hablar, que solo dominan el jopará.

Ladislaa Alcaraz lucha por el guaraní desde la Secretaría de lenguas de Paraguay

Fotografía de Joseba Urruty

A partir de la oficialización en 1992 el guaraní empezó a ocupar nuevos espacios. En 2010 se creó la Ley de Lenguas y en 2012 la Academia de la Lengua. Pero si se ha conseguido algo, ha sido gracias al pueblo. La presión de la población ha provocado que el gobierno tenga el firme compromiso de elevar al guaraní al mismo estatus que el castellano. La ministra de la secretaría de lengua guaraní, Ladislaa Alcaraz explica: “La secretaría lleva cinco años y ya presentamos grandes avances. Actualmente se está regulando la escritura. En tres años se podrá empezar a exigir la presencia de guaraní escrito en las instituciones. Por ahora se utiliza en tarjetas de invitación bilingües o en algunos formularios como alta de defunción o matrimonio. Los trámites van despacio”. Tadeo, en cambio, ve el trabajo de la secretaría muy lánguido y pobre. Cree que no se está haciendo lo suficiente, que el paraguayo es muy complaciente y un pequeño adelanto ya le parece suficiente, pero que podría hacerse mucho más: “Desde el gobierno solo hay simulaciones, pero nada serio. La oficialización es papel mojado. Es oficial pero el Estado no lo asume ni promueve. En el ámbito judicial apenas el año pasado se llevó a cabo el primer juicio en guaraní. En el ámbito ejecutivo pocos ministros hablan en guaraní”.

La secretaría tiene una tarea fundamental, ayudar a que la lengua alcance el prestigio que merece: “Hay muchos prejuicios hacia la lengua por parte de sectores de la sociedad. Se asocia el guaraní con la pobreza, la ignorancia, el analfabetismo…Esta es una de nuestras tareas principales, impulsar una lengua digna y dignificante. Es una transformación de nuestra realidad. Introducir la idea de que lo nuestro, lo inherente a nosotros, es bueno”.

«Una de las tareas principales de la secretaría es impulsar una lengua digna y dignificante»

Cuando la ministra es preguntada por el futuro del guaraní en Paraguay, responde: “Tengo la esperanza y convicción de que voy a ver el estado bilingüe antes de irme de este mundo, que voy a ver el Estado de Paraguay administrado en las dos lenguas oficiales. ¿Cuánto tardará? no sé, pero creo que voy a verlo todavía, porque cada día crece el compromiso”.

Sin embargo, el profesor Zarratea tiene una opinión más pesimista: “La consecuencia de usar el guaraní purificado es que se liquidará el idioma guaraní en el Paraguay. Como no tiene respuesta del pueblo y no tiene eco en la sociedad, si sigue como modelo de lengua el guaraní purificado el pueblo irá dando la espalda al idioma”. Y las consecuencias serán nefastas para la población: “Si el guaraní fracasa en el Paraguay, van a fracasar todas las lenguas de Sudamérica. El guaraní es el buque insignia, tiene que triunfar en el Paraguay, para tener esperanza de que triunfen el mapuche, el quechua o el aymara. Porque América es un continente lingüísticamente arrasado. Son 28 países independientes y soberanos hablando lenguas europeas. No hay un solo país que tenga como oficial una lengua americana. El Paraguay pudo haber sido una excepción, pero ahora nos estamos debatiendo en los últimos estertores de una lengua bastante perseguida, aunque el pueblo paraguayo tiene el valor de haber conservado la lengua durante más de 400 años contra la voluntad de todos sus gobernantes desde el primero hasta el actual”, concluye.