Los indios no tienen historia

Los indios no tienen historia

EL VIAJE
Los indios no tienen historia
Alejandra Gayol
El eterno duelo entre la oralidad y la escritura sirvió de excusa para salpicar de sangre el suelo argentino. Borraron la historia desapareciendo cuerpos. Invisibilizaron y enmudecieron a los pueblos indígenas para diseñar un país amoldado a sus pretensiones. Hoy el pueblo qom reivindica su existencia, su presencia en la actualidad y en el pasado, entre voces y letras, pues la revitalización de su lengua solo será con la revisión de su historia.
Argentina abrió las puertas de par en par a la inmigración europea a partir de 1870. Italianos, españoles, alemanes llegaron para construir en América una copia de Europa. Estos nuevos inmigrantes tenían que pensar y decidir cual era el tipo de país en el que querían vivir. Lo tenían claro, una Argentina blanca que hablase español. Para lograr este objetivo había que acabar con la barbarie, relacionada, bajo su criterio, directamente con los “indios”, aquellos sin identidad que no entendían de educación y de ninguna manera se les podía calificar como personas. Domingo Faustino Sarmiento, político y pensador de la época, considerado también padre de la educación argentina, declaraba públicamente la necesidad de crear una nación blanca con aires europeos para poder hacer de un país en construcción un estado sólido. Así se diseñó una Argentina que calificaba a la gente por su color de piel, por su apellido, por su lengua. Todo lo que se alejaba de Europa, todo aquello que tenía raíz en la tierra que pisaba y no en un continente al otro lado del Atlántico, era calificado como “no ser humano” y así, con este pretexto, las campañas militares argentinas como la conocida “conquista del desierto” se justificaban como una causa fundamental para asegurar un próspero futuro al recién nacido país.
El Museo de la Plata, en la provincia de Buenos Aires, exhibía los cuerpos de hombres y mujeres indígenas como si fueran objetos de estudio.
Fotografía publicada en el libro «Las voces de Napalpi» de Juan Chico.

Juan chico es historiador y presidente de la Fundación Napalpi, organización que lleva el nombre de la masacre de 200 indígenas qom y mocoví a manos de la policía chaqueña en 1924. Juan, junto al resto del equipo, lucha para que la historia de su pueblo sea contada por el propio pueblo. «Los pueblos indígenas venimos de la oralidad, y por lo general, como este medio de transmisión no cumple ciertos parámetros de la academia, la historia que hemos transmitido entre generaciones no se nos valora», explica Juan en una de las habitaciones de su oficina, ubicada en la ciudad de Resistencia. Usar las armas del opresor, en este caso el uso de la escritura, ha servido a los historiadores qom para abrir paso al reconocimiento de su historia. La Fundación Napalpi ha publicado ya cinco libros que se basan en los relatos orales de sus ancestros pero siempre con el contraste de la documentación escrita. «Nosotros decimos que como no valoran la oralidad y que para ellos no tiene validez, en nuestro trabajo usamos las dos fuentes, combinamos nuestra propia visión indígena con la de ellos, eso hace que juguemos con alguna ventaja», añade. Estos libros se publican en ambas lenguas, en español y en lengua qom, para que aquellas persona que dominan mejor la lengua originaria también puedan conocer su historia a través de su lengua.

Entre 1878 y 1885 la república de Argentina realizó una campaña militar con el fin de arrebatar sus tierras a los pueblos originarios mapuche, ranquel y tehuelche. Los pueblos fueron sometidos a una nueva cultura, asesinados, deportados a reservas indias e incluso llevados a museos como objeto de estudio u obligados a trabajar a la fuerza.

“Indio”, una palabra impregnada de discriminación que se hizo popular en el sermón del colonizador. Cuidar la utilización de las palabras es fundamental para diseñar los discursos del cambio. «Empecemos por el hecho de que los indios están en la India. Nosotros trabajamos mucho las palabras, ¿Por qué? Porque nosotros sin quererlo legitimamos procesos. Se puede aludir a la discriminación o a la negación al otro con solo usar ciertas palabras. Aquí, en América, esa palabra se usó de forma despectiva para dividir a las personas. En definitiva, para demostrar que no éramos lo mismo que los europeos. Todo lo que rodea al término “indio” lo podemos tomar como algo liviano, pero en cierta manera esa palabra costó la vida de muchísima gente, muchos de nuestro pueblo, ancianos y jóvenes, fueron muertos, deportados con esa simple palabra “indio”. Por eso el cambio empieza con el cuidado de estas palabras», argumenta el historiador.

Romper el discurso hegemónico de la “pureza” Argentina es un trabajo duro. Durante cientos de años se ha escrito la historia con tinta de pluma europea. «Nuestros pueblos fueron invisibilizados por la institución escolar y por los medios de comunicación que han tenido un papel clave en la estigmatización. Se vendió la imagen de los no civilizados, aquellos que no teníamos educación», dice Juan. Hoy, la provincia del Chaco es el único departamento de Argentina que tiene reconocidas las lenguas indígenas que se hablan en su territorio. Esto les ha permitido crear los libros en lengua qom y así fomentar la lectura en lenguas originarias. Los libros escritos en lenguas más allá del inglés o del español son un nicho nuevo, algo diferente y atractivo, por lo que las editoriales, lejos de los que muchas personas podrían pensar, se pelean por trabajar con estas iniciativas. «Hay demanda de las editoriales, del estado no. Solo uno de los cinco libros fue apoyado por el gobierno chaqueño, y eso que supuestamente es el estado que más reconoce las lenguas originarias, pero la realidad es que está muy ausente. Esto ocurre por el contenido ideológico, político e histórico de nuestra visión, ya que chocan con los parámetros políticos del propio estado. Nosotros cuestionamos las bases, como en el libro de Malvinas, que cuenta la historia desde la visión indígena, rompiendo con la historia oficial que dice que nadie fue discriminado, pero no es así, nos invisibilizaban. Nosotros reivindicamos que los pueblos indígenas tuvimos una importante presencia a lo largo de la historia de Argentina, ya sea la independencia o luchas de federales y unitarios, siempre estuvimos presentes, incluso muchos somos hijos y nietos de personas que se fueron defendiendo al Estado argentino».

Juan Chico lucha por abrir un espacio a la cosmovisión y lengua indígena desde la historia.
Joseba Urruty
“El problema indígena”, otra frase que se repite de forma compulsiva. Una de las ventajas que tiene escribir en lengua qom, alejándose del español, es evitar caer en aquellas connotaciones  que inevitablemente se vinculan a palabras o frases que son copias del discurso de los opresores. Juan chico, como historiador, investigador y defensor de su pueblo, lucha por cambiar la perspectiva, pues en todo América se habla del “problema indígena” como si el simple hecho de que existan provocase un problema. Juan, como muchos otros chaqueños, cree firmemente que al contrario de un problema, los pueblos indígenas son una evidente solución para los problemas de la sociedad actual.

Da igual cuantos años haya escrito la historia el hombre blanco, ni cuantas veces el español ha hablado por la lengua qom, la resistencia sigue siendo el día a día, y la resignación no tiene lugar. «No podemos negar que hay un gran despertar en todo Sudamérica, hay gente que está buscando su identidad. Nosotros los chaqueños nos tenemos que sentir orgullosos de nuestro origen indígena, los afrodescendientes de sus raíces africanas y los criollos de ser criollos», recalca Juan para continuar tras una breve pausa. «En el caso de los historiadores hay una gran resistencia, es decir, nuestra sociedad esta formateada y responde a determinados patrones e intereses del sistema que oprime. Estamos atrasados en el reconocimiento de derechos del “otro”, no como grupo, sino como sociedad indoamericana estamos formados de esa manera, y por eso a veces la mayoría ejercemos esa opresión al otro por nuestra ignorancia y analfabetismo cultural, así nos educó la historia que ha quedado escrita».

El guaraní crece entre ríos

El guaraní crece entre ríos

EL VIAJE
El guaraní crece entre ríos
Idoia Olaizola

El guaraní es el idioma oficial de Paraguay, donde cerca del 90% de la población lo habla. Pero también existen hablantes de guaraní, o avañe’ẽ, que se traduciría como «la lengua del hombre», en países colindantes como Bolivia, Argentina o Brasil. Ara Mimbi Olivia Vera vive en Paraná, Argentina. Es referente del idioma y la cultura guaraní, y lleva 29 años trabajando por reforzar los saberes ancestrales de su pueblo.

Llegamos a su casa. Nos recibe en la puerta con una sonrisa. Su piel es blanca, viste una falda larga y una camiseta. Porta una diadema que adorna su pelo rizado, única característica que conserva de sus descendientes africanos. Nos invita a pasar a su casa. Esta es caótica, llena de cajas con documentos que ha almacenado a lo largo de los años. Varias wiphala cuelgan de las paredes y una figurita de un búho mira fijamente en dirección a la puerta de casa. “Es un animal protector. Él me avisa cuando vienen extraños”, comenta. Ella es Ara Mimbi Olivia Vera, referente de la comunidad guaraní y afrodescendiente. Lleva 29 años trabajando por el desarrollo de la cultura y lengua guaraní. Es avá-guaraní, uno de los subgrupos en los que se dividen los guaraní en su región junto con los tupí y los mbyá.

En el año 92 sufrió una grave enfermedad. Los médicos no le daban más de seis meses de vida. Entonces recurrió a la medicina tradicional, lo que la ayudó a contactar más profundamente con sus raíces indígenas. A partir de ahí empezó una investigación sobre su identidad y sus orígenes y una lucha porque estos no se perdieran. Nada más sentarnos, despliega dos grandes mapas, uno de Sudamérica y otro de Argentina, para explicar las migraciones del pueblo guaraní y sus asentamientos. Cuenta que los guaraníes provienen de la zona del Caribe, pues allá encontraron vestigios de este pueblo y que fueron bajando de forma gradual hasta la provincia de Buenos Aires. Es portadora del cetro de las cuatro naciones del intisuyo, como embajadora en las cuatro divisiones del antiguo imperio incaico.

«Sarmiento prohibió hablar cualquier lengua indígena»

Se oyen ruidos en la cocina de la casa. No vive sola. La acompaña Augusto Mechetti Martínez, un hermano de la comunidad guaraní con quien lleva a cabo las tareas ancestrales. Es profesor de Idioma y Cultura Guaraní en la cátedra de Historia Contemporánea de la UADER. Ambos hablan avañe’ẽ, la lengua del hombre. Fundaron en el año 90 el curso superior de Idioma, Historia y Cultura guaraní de Entre Ríos e imparten clases también en el CILEN, el centro intercultural de lenguas en Paraná. Cuando preguntamos por los gobiernos de Videla y Sarmiento, se miran y se sonríen con cierta incomodidad. Cuentan que Sarmiento tenía una máxima: mejorar la raza argentina mezclándola con los europeos. Las personas que presentaban características que denotaran la procedencia de algún pueblo indígena o afrodescendiente eran duramente castigadas. Esa es la razón por la que prohibió hablar cualquier lengua originaria. En el periodo de Sarmiento, durante la guerra de la Triple Alianza, envió a los esclavos negros e indígenas a luchar contra los paraguayos. Esa es una de las mayores causas por la que casi desaparecieran del país.

Como buenos argentinos, nos ofrecen mate, lo que ayuda a distender la conversación. Pero no enlazamos con un tema tranquilo. Hablamos de religión. Los jesuitas tuvieron una fuerte presencia en el norte de Argentina, e influyeron en la cultura guaraní. Por eso ahora la mayoría de guaraníes son católicos, aunque conservan ciertas costumbres prehispánicas. Además, una de las razones por las que el guaraní tenga tanta fuerza es porque fue la lengua escogida para evangelizar a los pueblos de la zona, en detrimento del resto de lenguas cercanas. Ava y Augusto no tienen reparo en aceptar su fe, aunque no siempre siguen sus preceptos a raja tabla. Para Ava la muerte no es símbolo de tristeza, por eso insiste a su familia que no quiere que sufran en su entierro. Pide que hagan una gran fiesta con un asado, que es como ella querría festejarlo.

Se hace tarde y tenemos que marchar. Antes de irnos decide compartir con nosotros una ceremonia de purificación y de buena suerte. Busca entre sus muchas cajas un poco de carbón y tabaco. Lo quema y mientras apoya sus manos en el corazón, nos pide que cerremos los ojos y pidamos nuestros deseos. Al finalizar nos abraza y nos desea suerte. Al llegar al umbral de su casa, nos explica que quien llega a la entrada es un conocido, quien pasa de la puerta es un amigo, pero quien se sienta a su mesa es su hermano. Ahora somos, entonces, sus hermanos.