Chacha-warmi, la dualidad en el mundo aymara

Chacha-warmi, la dualidad en el mundo aymara

EL VIAJE
Chacha-warmi, la dualidad en el mundo aymara
Idoia Olaizola
Warmi es mujer y chacha hombre. Juntos, al unirse en matrimonio o jaqichasiña, se convierten en un ente, jaqi, que les otorga la cualidad de persona. Ambos tienen las mismas obligaciones y derechos, ya que en la cultura aymara las relaciones son horizontales y nunca de subordinación. Pero en la sociedad actual esta idea ha cambiado. Las mujeres son relegadas al hogar, los hombres toman puestos de poder. Las parejas homosexuales son rechazadas. En definitiva, el mundo aymara perdió la esencia de su concepto chacha-warmi.

En el mundo andino todo tiene una pareja, todo se complementa para alcanzar el estatus de ser completo. Requerimos del “otro” para poder vivir de forma plena. Además, la cultura aymara se basa en relaciones horizontales y no verticales. Esa es la razón por la que existe chacha-warmi. El concepto, por tanto, no se plantea como una lucha entre contrarios sino como una unión con la que alcanzar la armonía sin subordinar unos a otros.

Elias Ajata Rivera, es uno de los máximos impulsores de la lengua aymara. Fundador del grupo Aymar Yatiqaña que trabaja en la traducción del Facebook al aymara, comenta: “Para explicar el concepto de chacha-warmi tenemos que ir a algo más amplio que es el hembra-macho. En nosotros hay esa forma de ver la realidad. Hay piedras hembra y macho. Hay amarro hembra y macho, cuando acordonamos el tenis primero es macho y luego lo hacemos casar con su hembra. En la medicina hay plantas macho y hembra que a la hora de curar se deben juntar y se deben consumir. El chacha-warmi es parte de eso. Es la complementación entre dos elementos que conforman el jaqi que es persona. Esa palabra tiene muchas connotaciones, pero nos vamos a enfocar en una: el jaqichasiña, que es emparejarse o casarse. Entonces te conviertes en persona, en jaqi. Jaqi sería el ente del que vienen los dos elementos del chacha-warmi y de ahí se hace autoridad. Si cuando vas a ser mallku no tienes pareja, tienes que “unirte” con tu mamá o tu hermana o al revés. Siempre es así en pareja. Ese es el chacha-warmi, dos elementos del jaqi.”

Mujeres ¿subordinadas?

A priori entonces, la visión de subordinación no debería tener cabida en el mundo aymara, sin embargo, hoy en día no ocurre así. La mayoría de mujeres aymara sufren una triple exclusión, por ser mujeres, pobres e indias. Esto condiciona su vida, quedan relegadas al trabajo en el hogar y no suelen poder acceder a cargos de responsabilidad.

Como describe Mireya Sánchez Echevarría, filósofa boliviana en su artículo “Chacha-Warmi: del imaginario ideal a las prácticas cotidianas”: “Un día común en la vida de la mujer indígena del área rural significa levantarse a la madrugada, ordeñar las vacas, atender al marido y los niños, ocuparse de la comercialización de la leche (hacer queso para su venta en el mercado). Volver a su casa a dar de comer a los animales y ocuparse de limpiar la casa y poner la olla para cocinar. Después debe atender al marido y los niños en el almuerzo, volver a cuidar y alimentar a los animales. Bajo su responsabilidad también está lavar la ropa, hilar y tejer, asimismo acompañar a su marido en la siembra y la cosecha. ¿Y los hombres? Muchas de ellas dicen: ‘trabajan en la chacra nomás’. La función de la mujer indígena campesina como ‘cuidadora’ de la casa, de los niños, de los ancianos, de los animales, de la chacra, es un pretexto para que los maridos asuman y ejerzan en solitario las más de las veces, la autoridad tradicional que debía darse acompañada de la mujer”.

«Las mujeres, en cambio, están ahí acompañando al hombre por ser la pareja heterosexual y no vía la elección, la representación de la mujer no tiene fuerza ni legitimidad»
Julieta Paredes, escritora feminista aymara, en su libro Hilando fino también habla del problema: “Cuando se elige autoridad, se elige al hombre y automáticamente va su pareja mujer como complemento, ¿quién eligió a la mujer? Nadie de la comunidad, pero al hombre sí, entonces la representación política de los hombres se da vía elección y eso le da fuerza y legitimidad. Las mujeres, en cambio, están ahí acompañando al hombre por ser la pareja heterosexual y no vía la elección, la representación de la mujer no tiene fuerza ni legitimidad”.

¿Y cómo revertir esta situación? Desde el feminismo comunitario, Julieta replantea en un par complementario de iguales warmi-chacha, mujer-hombre, que no es solo una inocente inversión del orden de las palabras, se trata de poner en primer lugar a la mujer, a aquella que está siendo enviada a una posición inferior para visibilizarla y darle ese poder que se le está negando.

Moral cristiana, colonizadora de sexualidades

Otro de los campos en los que chacha-warmi no se aplica es en las relaciones sexuales entre aymaras. Se tacha a la cultura aymara de ser una cultura machista, que tampoco acepta a los homosexuales, pero la realidad necesita de matices. Los aymara tienen la figura del q’iwsa, que es el varón que tiene cualidades femeninas. Igualmente existe urquchi que es la mujer que tiene cualidades masculinas. Por tanto, no son figuras extrañas para el aymara.

Citando a Julieta Paredes: “La comunidad está constituida por mujeres y hombres como dos mitades imprescindibles, complementarias, no jerárquicas, recíprocas y autónomas una de la otra. Lo cual no necesariamente significa una heterosexualidad obligatoria, porque no estamos hablando de pareja, sino de par de representación política, no estamos hablando de familia, sino de comunidad. O sea que no necesariamente todo mundo tiene que estar en pareja heterosexual, casado y con wawas”.
Hay que echar la vista atrás para encontrar la razón del rechazo a las parejas homosexuales y del machismo existente en la sociedad aymara actual. Elías Ajata explica: “Dependiendo de cada uno te podrán decir que q’iwsa y urquchi formaron parejas, aceptadas alguna vez, rechazadas casi siempre pero no es porque eso sea de origen aymara. Hay que considerar un elemento importante en ese tipo de situaciones, lo cristiano, que llegó y ha cambiado la forma de vivir. Incluso se introdujo en la forma de tener relaciones sexuales, como la postura del misionero en la que el hombre tiene que estar arriba y la mujer abajo. También la práctica bíblica implementó que el hombre fuera la cabeza de la familia y que una pareja era formada por la mujer y el hombre. Esa sigue siendo la línea de las iglesias y es lo que ha calado en el pensamiento aymara, pero que tomemos eso como un elemento aymara original, como se quiere analizar en algunos textos, se tendría que analizar como un elemento de la colonización. El rechazo del aymara a lo homosexual se tendría que analizar teniendo en cuenta ese elemento, el religioso”.
La iglesia invadió territorios, lenguajes y cuerpos, pero la sociedad aymara lucha por descolonizar su pensamiento y recuperar aquello de lo que fue despojada.

Jaqi Aru: aymara en la era digital

Jaqi Aru: aymara en la era digital

El VIAJE
Jaqi Aru: aymara en la era digital
Ignacio Espinoza 

 

Son un grupo de doce personas. Se reúnen dos veces a la semanas voluntariamente. Un sitio web y una versión en Wikipedia son los proyectos en los que trabajan para fortalecer la lengua materna. Pero también tienen una iniciativa estrella: abrir una plataforma de Facebook en aymara, proyecto donde confiesan que ya hablaron Mark Zuckeberg para obtener los permisos correspondientes.

A mediados de 2007 la web 2.0 tuvo una revolución con la llegada de Facebook. El proyecto de la red social, encabezado por el estadounidense Mark Zuckeberg, rápidamente se apoderó del mundo digital y actualmente cuenta con más de 1.350 millones de miembros y ha sido traducido a unos 70 idiomas. Y un grupo de 12 personas trabaja en La Paz, Bolivia para que la plataforma tenga otra lengua en el sistema, el aymara.

La iniciativa fue desarrollada por Jaqi Aru, una comunidad de personas bilingües y trilingües en El Alto –Bolivia– que tienen como objetivo difundir el aymara. Para ello cuentan con un sitio web donde publican información de libros y han realizado proyectos como una Wikipedia en la lengua materna. “Estamos desde 2009 de manera voluntaria porque nadie nos financia”, cuenta Edwin Quispe, uno de los integrantes. Éste reconoce que últimamente se reúnen dos veces a la semana, de 5 a 8 pm de la tarde, con el objetivo de sacar adelante el proyecto de instalar la versión de Facebook que incluya el idioma de su pueblo originario. “Esto nace de la iniciativa de un integrante que es Elías Quispe, un día nos propone hacer una plataforma. Entonces ha visto las posibilidades técnicas de lo que es traducir la plataforma de Facebook”, agrega.

Edwin Quise es el director de Jaqi Aru y hablante del aymara
Fotografía de Alejandro González Amador

 

En un comienzo el objetivo fue traducir 24 mil palabras. Con ello el porcentaje de la lengua subirá en la plataforma. Pero faltaba un detalle: conseguir la autorización, tarea donde Quispe confiesa que incluso ya conversaron con el fundador de la red social, Mark Zuckeberg. “Elías se comunicó con él, o sea con él hizo la conversación”, afirma Edwin Quispe y agrega que actualmente ya consiguieron superar los 30 mil vocablos. Sentado en una sala de clases de la Universidad Pública de El Alto, Edwin cuenta que actualmente estudia Ciencias del Desarrollo en la institución educativa y, paralelamente, oficia como director de Jaqi Aru.

 

Los lugares de reunión suelen ser en la zona Satélite (al sur de El Alto), la frecuencia de los encuentros son una vez cada tres meses, salvo cuando hay una situación de emergencia que también los obliga a acudir a la cita. A pesar del trabajo el Facebook en aymara aún no está listo, solo lo han probado los integrantes del grupo quienes trabajan como traductores. “Cuando acabemos el proceso de socialización,  lo vamos a presentar en la universidad. Buscaremos un lugar estratégico para todos los hablantes aymaras. La persona que es simpatizante del aymara lo cambiará como el inglés o el francés”, afirma Edwin. Una cuenta en Twitter y otra en Facebook también forman parte del trabajo que realiza Jaqi Aru. En ambas cuentan publican textos en aymara y también memes. Rubén Hilari fue uno de los fundadores del grupo y destaca lo importante que es vincular la lengua materna con elementos tecnológicos, todo con el objetivo de generar interacción entre los usuarios y que vean que hablar la lengua materna no resulta aburrido.

 

«Me interesa mucho que nuestra ciencia y conocimiento se difundan. Hay muy poco conocimiento de manera sistemática. No tenemos suficientes libros, artículos y monografías»

 

La primera lengua que Edwin aprendió fue el aymara, de ahí cimentó las bases de su identidad, por eso reconoce que pese a no ser lingüista, cree que la plataforma de Jaqi Aru es un gran aporte para fortalecer una lengua indígena que se habla en cuatro países, Bolivia, Perú, Argentina y Chile. “Hablo en todos los contextos, me gusta y me interesa mucho que nuestra ciencia y conocimiento se difundan. Hay muy poco conocimiento de manera sistemática. No tenemos suficientes libros, artículos y monografías”, afirma y agrega la principal motivación de pertenecer a la organización: “No me identifico sin el idioma, antes de ser boliviano digo que soy aymara. Es por eso mi interés. Soy a morir aymara”.

 

Matar al mensajero

Matar al mensajero

FUERA DE RUTA
Matar al mensajero
Alejandra Gayol

 

Los gritos no se ahogan entre los barrotes, ni el tiempo borra la memoria de los cuerpos que nunca volvieron. Las amenazas no son la epidemia del miedo, ni los golpes consiguen minar el coraje. Los cadáveres no son señales que advierten de una retirada a tiempo, sino que se convierten en los estandartes de una lucha que sí tiene voz, pero que vive en un mundo de sordos.

En un salón de la cinemateca boliviana de La Paz, el pitido de un micrófono corta el alboroto habitual del inicio de una asamblea. Domingo Hernández,coordinador de la asociación maya Uk’ U’x B’e, denuncia un asesinato. Un líder de una comunidad vecina es hallado muerto. Uno más. Otro objetivo enterrado, otra voz silenciada. La sala ni titubea. Es el V Encuentro Internacional “restos y desafíos” en la construcción de Estados Plurinacionales en Bolivia. En el aula, cien butacas que ocupan los comunicadores indígenas más importantes del país y otros invitados especiales. No hay sorpresa en los rostros, es la consecuencia de la lucha. Una noticia obscenamente cotidiana.
Se ruega un minuto de silencio. Las sillas retroceden empujadas por las partes traseras de las piernas creando un sonido acompasado. Todos en pie. Los sombreros, obedientes, no se escapan de las cabezas que casi rozan el suelo. Un minuto da para pensar mucho. Como en un oasis, todos se reflejan en esa muerte. Saben que pueden ser los siguientes. El miedo es inevitable, la supervivencia es el más primitivo de los instintos. Muchos se sienten solos, pero los compañeros que perecen se vuelven el combustible que alimenta un movimiento revolucionario. Los más bravos rumian la coca que se mezcla con saliva y agonía, como si al destrozarla despedazasen a los culpables. Se congelan las miradas, son los últimos segundos sin intervenciones.
Viñeta de El Roto
Hay que continuar el encuentro. Sobre la mesa el anticapitalismo, la despatriarcalización y la descolonización. Todos coinciden con la importancia de mantener su lengua para poder alcanzar un modelo social indígena alternativo, hablarle al pueblo en la lengua del pueblo. Hay lugares donde no hay televisión, solo la radio es la ventana al mundo exterior. Su idea sobre lo ajeno depende de lo que diga la voz que sale por ese aparato. Misión: hacerse un hueco en el escenario mediático del mundo. El porqué, simple, estamos en guerra. Las armas han pasado a ser de plasma, el campo de batalla se ha vuelto virtual y la munición no es otra que la ideología.

Los comunicadores indígenas son completamente conscientes del monstruo al que se enfrentan. Las empresas que dominan los países latinoamericanos tienen un importante control sobre los medios. Esto no es un problema al que solo se tienen que enfrentar los comunicadores de América Latina, sino que es algo que ocurre a nivel mundial. El rapero Valtonyc o los directores de la revista El jueves en España son un ejemplo de la universalidad del problema. Las víctimas de la manipulación mediática siempre son las minorías, aquellos sectores que no cuentan con el poder económico suficiente para hacer frente a este monopolio informativo. Los recursos de las elites económicas proyectan una sombra que es difícil de iluminar si solo se cuenta con una cerilla.

La desinformación es una poderosa herramienta de manipulación

Las victorias electorales, la canción de moda, los héroes y los villanos del mundo. Todo se decide por la presión de los medios. Hay grandes campañas de ataque, unas mas explícitas que otras, para conseguir que el mundo se mueva en una u otra dirección. La punta del iceberg está controlada por grupos de derechas que ven temblar sus intereses en cualquier acto revolucionario, por lo que cualquier medio que se manifieste anticapitalista es considerado un terrorista al que, por supuesto, hay que endemoniar. Consiguen sus objetivos inundando las redes sociales, bombardeando los informativos hasta hacer que las masas se posicionen. Y lo consiguen. La estrategia de mantenerse en el poder haciendo que el mundo odie a su enemigo.

 

“Comision Creel”, así se llamó a una de las primeras campañas que se usaron para manipular la historia mundial. Esto ocurrió en los Estados Unidos en 1916, cuando el presidente Woodrow Wilson vio que la sociedad estadounidense no tenía ninguna preocupación por la Primera Guerra Mundial, su lejanía le hacía perder interés, mientras Europa estaba inmersa en el conflicto. El presidente soñaba con la participación en la guerra, pero necesitaba crear esa necesidad entre los ciudadanos. Dicen, que en solo seis meses, el odio a Alemania recorría las venas de los estadounidenses, la Primera Guerra Mundial estaba en la boca de todos los ciudadanos, un debate abierto que hizo que un problema que veían ajeno poco tiempo atrás se convirtiera para ellos en una amenaza inminente. El pueblo quería poner a prueba esa invencibilidad que tanto había recalcado el presidente Wilson en su campaña psicológica. Edgar Bernays, años después de su desvinculación de la Comision Creel utilizaría la frase: “Las palabras ganaron la guerra y perdieron la paz”.

“¡Tanto es el miedo que nos tienen!”, grita una de las comunicadoras de la sala. Las lágrimas le resbalan hasta perderse en la comisura de sus labios. Hierve en su discurso. Recuerda a todas y todos los que han caído. Hay mucha censura y muchas condenas para los comunicadores en todo el mundo, pero las consecuencias para los indígenas son letales. No les silencian con cárceles ni denuncias, a los comunicadores indígenas les arrebatan la vida. “Yo hablo en nombre de mis hermanas que han muerto. Hablo de esos hijos de puta que al verlas mujeres no solo las matan, las violan, las torturan. Y sí, somos mujeres y tenemos una desventaja física en muchos casos, pero dentro somos fuertes, y yo lucharé por cambiar esto aunque también me cueste la vida”, continua la comunicadora tras pedir perdón por los gritos que han hecho tambalear el agua de todas las mesas. Los testimonios que exponen los participantes han encendido el ambiente. Bashe Charole, comunicadora qom del Chaco argentino, habla de la situación de los activistas en Argentina. “La derecha no es joda”, dice con un tono tirante. “El apagón informativo es un hecho. La comunicación era un derecho humano y pasó a ser un negocio para promover las inversiones y asegurar la estabilidad del mercado de la comunicación”. En sus silencios solo hay silencio. “Venimos informando de lo que pasa en nuestras comunidades, del extractivismo de Monsanto. Hace unos meses una compañera fue golpeada brutalmente, seguidamente violada sexualmente, torturada, y finalmente asesinada. Esto solo está pasando en nuestras comunidades.” Nadie respira, solo esperan a que siga su discurso. “Intentan vetar a los medios. La censura se ha incrementado. Tener voz ha sido una conquista nuestra, un logro nuestro. Pero quieren que los medios indígenas se debiliten. Si vienen a Argentina van a comprender de que el avance de la derecha no es broma hermanos, se pierden vidas, y nosotros la estamos padeciendo”.

La impunidad ante los asesinatos de periodistas y activistas indígenas está a la orden en América Latina
Fotografía de Yucatán News
Para llegar a las masas, mejor que estas sean monolingües. Un país o un mundo plural, donde se hablen muchas lenguas, es más difícil de manipular. Los mensajes tienen que llegar a un gran número de potenciales soldados. Para que las campañas psicológicas sean más rápidas, más eficientes, para matar millones de pájaros de un solo tiro, hay que concentrar al objetivo. El miedo de reconocer u oficializar las lenguas indígenas, o las lenguas minoritarias de cualquier país, es el miedo a que aparezcan movimientos que no puedan controlar, que los pueblos piensen por sí mismos, que se escapen de su dominio. Las lenguas son una amenaza para aquellos que mueven los hilos. Un líder indígena con poder en un canal de televisión o con total derecho de expresión en una radio local tendría demasiada ventaja. Por eso las lenguas indígenas son satanizadas, ridiculizadas, son las lenguas del terrorismo, del antiprogreso, del subdesarrollo. Las campañas mediáticas atacan a las lenguas, pues conocen su poder. Una lengua es un pueblo, una nación, una bandera. En el mundo existen aproximadamente 6000 lenguas, si todas tuvieran los mismos privilegios, el mismo espacio en los medios de comunicación, la manipulación de las elites sería imposible, caótica, pues ¿podría un jugador de futbol meter gol manejando al mismo tiempo 6000 balones? Que todos seamos uno, que todos hablemos y entendamos la misma lengua, que solo unos pocos idiomas tengan ese espacio en el mundo de la comunicación simplifica la manipulación. Cada lengua es una visión distinta del mundo, una forma diferente de comunicar, un pensamiento diferente que puede colarse en el panorama mundial y estropear los planes del negocio de la comunicación.
Se acerca el fin de la jornada. Domingo Hernández, sin dejar de pensar en la muerte de su camarada dedica las últimas palabras: “La criminalización no es reciente. Tiene una matriz colonial que empezó con la conquista hace más de 500 años. Creían que éramos unos sin cultura, seres incapaces, incluso se nos cuestionaba ser humanos”. Respira buscando la complicidad entre los asistentes. “Los indígenas eran clasificados como terroristas manipulados por los comunismos internacionales. Eso les servía de excusa para llevar a cabo los genocidios.” Domingo se percata de que todos le siguen con atención, no hay gestos aburridos y las caras desprenden impaciencia. “Los grandes consorcios de la comunicación sienten que sus intereses se ven amenazados si se legalizan las radios comunitarias. Los medios alternativos tenemos una responsabilidad. Es una lucha frontal, en este campo se definen las políticas, las ideologías. La única forma de derrotar la criminalidad nacional y transnacional es la conciencia, la articulación de los comunicadores con sus pueblos, con sus comunidades. Dice la alcaldesa indígena del Quiché que la pobreza económica no es el problema, sino que el problema es la pobreza del conocimiento”.

Nacionalismo Aymara: el movimiento que promueve un Estado autónomo

Nacionalismo Aymara: el movimiento que promueve un Estado autónomo

EL VIAJE

Nacionalismo Aymara: el movimiento que promueve un Estado autónomo

Ignacio Espinoza 

 

 

Son aymaras, lo sienten y defienden esa identidad. Con ese propósito crearon la organización política que difunde la autogobernación y la valoración de un pensamiento ligado a la ancestralidad y la lengua materna. Veinte jóvenes componen el movimiento que no descarta tener cupos en el Congreso y quieren convertir a Bolivia en un Estado aymara.

—Olvídense del aymara y el quechua ¿Esto para qué les va a servir?  —dijo el profesor.

Pablo Velásquez recuerda aquella aseveración que escuchó en la universidad como una más de las constantes punzadas contra lo que él era, un indígena. Tenía sospechas de que un aire de racismo rondaba en su entorno, pero fue el autor Fausto Reinaga, autor de La revolución india, quien le aclaró el panorama. Corría el 2002 cuando Velásquez inició los pasos de un camino sinuoso, pero que pavimentó con la concientización de identificarse como aymara, una línea que politizó y donde encontró un lugar para germinar en la población los postulados que cree y defiende, el Movimiento Nacionalismo Aymara.

Un cúmulo de gente ornamenta El Sector La Ceja de El Alto. Ubicado a unos 4000 metros de altura, la zona es donde pulula la población aymara. En las calles, las mujeres se encorvan para cargar con las compras o mercaderías que posteriormente venderán en los improvisados puestos comerciales mientras que los transeúntes chocan entre sí para llegar a los destinos planteados. Un hombre de tez morena, mediana estatura, con corte de regimiento avanza a paso decidido hasta llegar a un edificio con un letrero que publicita un estudio de abogados. Sube al segundo piso y entra en una sala donde solo hay tres sillones complementado con un hervidor eléctrico y bolsas de té. En las paredes cuelgan una Whipala —bandera con los colores de Abya Yala—  y otra de color rojo con la cruz andina (Chakana) junto al contorno geográfico de Sudamérica, pero invertido.

Es el símbolo del Nacionalismo Aymara y el hombre, de tez morena, mediana estatura y corte de regimiento es Pablo Velásquez, uno de los veinte miembros que componen la organización fundada en la práctica hace dos años. Sentado en uno de los sillones, con los brazos cruzados, Pablo Vélasquez explica los postulados del movimiento. “Es una organización política, también con ramas culturales y artísticas, pero sobre todo política para poder reivindicar lo aymara en el sentido de autogobernarnos y auto pensar, en otro sentido libertad. Nosotros los aymaras queremos ser libres en nuestro propio territorio”, afirma.

Pablo Velásquez aprendió el aymara por el valor que tiene como parte de una cultura.

Fotografía de Alejandro González Amador

Para explicar los orígenes de la organización hace un salto en el tiempo. Se remonta a los 70 para aclarar que la teoría no es nueva y se la atribuye a los procesos indianistas y kataristas como antecesores de una ideología que empodera al ser aymara y que busca reunificar a una nación desmembrada producto del colonialismo, “Nuestra intención es reunificar el país, lo mismo que pasa con Palestina y los kurdos”, afirma Velásquez. La primera meta es promover una política, que consiga convertir a Bolivia en un estado aymara, para luego hacerlo con Perú, Chile y Argentina donde también hay población del pueblo originario. “En Bolivia se puede hacer porque el estado es más débil y nos hemos podido empoderar. Pero no pasa lo mismo en estados como el argentino o el chileno donde el estado es más fuerte y la represión es más fuerte también”, agrega.
«Nuestra intención es reunificar el país, lo mismo que pasa con Palestina y los kurdos»

Al identificar lo nacional, explica que es necesario revisar la historia, de ahí comienza la auto identificación, con los saberes y símbolos ancestrales. Pero aquel postulado se convierte en una rosa con espinas porque la gente hace la ecuación de pasado con arcaico. Por otra parte, también culpa al gobierno de instaurar un estereotipo del aymara como alguien del campo con ojota y quien migra a la ciudad ya no pertenece al campesinado. Contradicciones que han restado la propuesta y que combaten con tres pilares. “Tratamos de dar un futuro en común, fuimos, somos y queremos seguir siendo aymaras”, sostiene.

Pero aquel trípode ideológico cuenta con otra arma, la lengua materna que juega un papel fundamental en la visión del partido. “Siempre tratamos de revindicar cosas como símbolos y la lengua para posicionar lo que somos. La lengua, obviamente ,la practicamos, si hubiéramos sido una nación libre obviamente todos hablaríamos aymara, pero tuvimos muchos problemas internos y externos”, afirma Velásquez. Su padre y madre hablaban la lengua materna, mientras que la abuela fue solo monolingüe del aymara, Pero él, por instalarse en la ciudad, primero aprendió el español y con el tiempo asumió la importancia de lo que le faltaba y lo recuperó. “Hay algunos que hablamos remotamente y hay otros que la perdieron, pero asumen la identidad y están en el proceso. La lengua es fundamental, pero no es lo determinante, sería cerrarnos a una lengua, es importante pero tiene que ver con lo que te transmite y la forma de pensamiento en eso es fundamental y es necesario practicarla”, aclara.

Velásquez reconoce que adherir territorios de Chile y Argentina resulta más complicado porque tienen una mayor represión contra los indígenas.
Fotografía vía Facebook

Charlas y festivales de rock y rap, con artistas que canten en aymara, son parte de las acciones que han tomado para difundir los postulados de partido. Han conversado con ciber activistas, que crearon grupos en Facebook y difunden memes en la lengua materna, como también tienen pensado invitar en un encuentro de profesionales aymaras al famoso arquitecto Freddy Mamani, propulsor de los chalets, construcciones basadas en la cultura del pueblo originario. Pero junto a las acciones también critica la demagogia de quienes se ufanan de promover la lengua materna y no lo cumple. Una de ellas es la Universidad Pública de El Alto (UPEA), institución donde Pablo Velásquez estudió Filosofía y Humanidades, pero terminó expulsado por tener problemas con el director, hecho que lo hizo culminar la carrera en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). “En la UPEA dicen ser del pueblo y antimperialistas, pero hablan y no hablan la lengua materna y están en un conflicto grande”.

Una maestría de Filosofía Andina, la celebración del año nuevo andino y la publicación de revistas se suman al currículum de acciones que han realizado con el partido. Pero como una moneda tiene dos lados, Velásquez confiesa que las iniciativas tampoco fueron bien recibidas por un sector de la población. Al ahondar en aquellos episodios retoma al autor Fausto Reinaga. Éste planteaba que había dos Bolivia: la chola, que mira a Europa y la Bolivia que es mayoritaria y excluida. “Eso se mantiene en la universidad, en carreras pequeñas hay gente que viene de otro estrato cultural y dicen ser descendientes de tal cual y tienen posición marcada. Existe otra población que inconscientemente asume que esto somos, con rasgos marcados y otros que no apoyan por los medios de comunicación”, añade.

«Existe otra población que inconscientemente asume que esto somos, con rasgos marcados y otros que no apoyan por los medios de comunicación»

Tras las acciones universitarias, los horizontes del partido cambiaron: llegar al poder. Para ello tienen pensado presentarse en las próximas elecciones parlamentarias mientras que Pablo Velásquez confiesa que buscará convertirse en el próximo alcalde de El Alto. “La experiencia no es nueva, tenían partidos políticos, antes ya había indígenas en el gobierno, lo de Evo es una impostura (…) lo que estamos intentando es darle una nueva perspectiva, darle otros rasgos, que el partido tenga independencia”, plantea Velásquez. Pero también existe otro propósito, el de constituirse como un Estado autónomo, primero por la autodeterminación y luego por el federalismo donde se adicionen los territorios que corresponden al pueblo originario. “Bolivia ha fracasado y quien le da sentido es el aymara”, sentencia.

Las intérpretes invisibles

Las intérpretes invisibles

EL VIAJE
Las intérpretes invisibles
Idoia Olaizola

 

 

Una mujer, ataviada con pollera y camisa acude al centro de salud. Tras unos minutos de espera entra en la consulta de enfermería. “Buenos días enfermero. Tengo una molestia en el oído. Lleva varios días y el dolor no ha dejado de aumentar. ¿Qué podría hacer? “. “Disculpe señora, no la entiendo”. “¿Cómo no me va a entender? Necesito que me ayude, es este oído, el izquierdo, cada vez me molesta más”, dice la mujer señalándose el oído. “Discúlpeme de nuevo, creo que está hablando en aymara, y no conozco la lengua”. La señora resignada y angustiada tiene que dejar la consulta, no es capaz de explicar al joven cuál es su dolencia. A esta situación se enfrentan diariamente miles de personas, en Perú y en todo el mundo.

Es una tarde fría, poca gente camina por la ciudad. La humedad del lago Titicaca no mejora la situación. En una calle cercana a la Plaza de Armas de Puno nos espera Soledad Rosario Mamani. Trabaja en la Asociación de Servicios Educativos Rurales (SER), una ONG que lucha por mejorar las condiciones de vida del sector de población más vulnerable. Entre sus dos principales programas están el “Proyecto de gobernabilidad y descentralización” en el que promueven el empoderamiento y la educación a población rural y el “Programa de agua y saneamiento” que lleva agua potable a familias sin recursos a las que el gobierno central ha dejado desamparadas. La mayor parte de su trabajo se lleva a cabo en zonas rurales, donde la gente, habitualmente, no suele hablar en castellano.

—En Puno hay un buen número de intérpretes profesionales. Pero hay un problema, muchos traducen de acuerdo a su interpretación, no a lo que realmente dice la persona —explica Soledad—. Además, si pides apoyo para realizar algún taller o reunión te cobran mucho. Esas tarifas solo las puede pagar el gobierno regional o los ministerios.

Soledad en el programa de radio IDECA sobre “La Crisis Climática desde la Perspectiva de las Mujeres»
Fotografía de Radio IDECA

Esta es la razón por la que, en su trabajo, prefieren usar intérpretes locales. Estos usan un lenguaje simple, sencillo, con ejemplos de su vivencia. Tampoco cobran por su trabajo, tal y como explica Soledad: “Ellos dicen: ‘yo ayudo, yo colaboro, yo acompaño’. Son las tres palabras que son una constante cuando hablamos con ellos”. De hecho, no suelen denominarse a sí mismos como traductores. Prefieren pensar que están ayudando a su gente.

Esta ayuda suele darse de forma casual, cuando la necesidad aparece. Por ejemplo, en las mismas reuniones, cuando hay algún problema de entendimiento, hay gente que se ofrece voluntaria a traducir.

—Berta, una de las compañeras, en una oportunidad hubo un desencuentro en la comunidad y llegaron los policías que no conocían aymara. Ella ayudó a los policías a traducir lo que la gente quería y ellos así pudieron entender. Otra compañera, por ejemplo, fue al centro de salud. La enfermera no entendía nada a la señora que estaba atendiendo, y ella le ayudó a traducir —relata Soledad.

El miedo a hablar en tu lengua

Uno de los mayores problemas a la hora de traducir es la vergüenza y el miedo. «Hablar en tu idioma no significa faltar el respeto a la otra persona, significa ejercer tu derecho» dice Soledad. Pero hay gente que aún tiene cierto reparo a hablar en su lengua materna en público. “Durante muchos años había mucha presión en el colegio… con los apellidos”, cuenta Soledad y agrega: “Ahora siento que eso se ha revertido porque veo a los niños que todavía hablan, pero no como antes. Curiosamente ahora en el trabajo todos somos profesionales, pero ninguno sabemos hablar el idioma como se debe, y es frustrante. Si mi generación estamos así, ¿cómo lo van a tener las siguientes generaciones? Van a tener aún más problemas para trabajar en el sector rural”.

«Hablar en tu idioma no significa faltar el respeto a la otra persona, significa ejercer tu derecho»
Quienes afrontan los problemas con el idioma en el ámbito de la salud o la educación son las mujeres porque son las que quedan en las comunidades hoy en día. Los hombres marchan a la ciudad a por trabajo y ellas se quedan encargadas de las tareas de ganadería y agricultura. Necesitan ganar confianza para poder expresar las dificultades que tienen. “En temas de salud son las mujeres las que se confían en mujeres, todavía hay mucho respeto por ellas mismas y valoran mucho su intimidad. Por tanto, no es fácil que un varón ingrese a ejercer de intérprete” narra Soledad. Sin embargo, no siempre los problemas vienen por el desconocimiento del castellano. Los aymara son conocidos por ser gente guerrera. “Hay gente que conoce el castellano, pero por reivindicación hacen que las personas que van a trabajar con ellos hablen en aymara”, explica con una pequeña sonrisa asomando en sus labios.

Infraestructuras y mineras, los grandes enemigos

Otro de los grandes problemas a los que se enfrentan en las comunidades es a los megaproyectos estatales y de empresas privadas. “Un episodio flagrante sucedió hace poco. Las empresas mineras suelen cumplir con la normativa, pero con ciertas trampas. La minera canadiense Bear Creek realizó una consulta previa para empezar la exploración de una nueva zona. En este caso, se realizó en un solo día cuando la ley da 30 días. Además, se envió un intérprete con una variante quechua distinta, cuando en Puno también hay intérpretes. Por último, el plan de consulta se aprobó en Lunes, Martes y Miércoles Santo”. La mediación necesaria para este tipo de procesos debería ser, no sólo lingüística, sino cultural. El trabajo de traducción, pues, no debe ser literal, se tiene que asumir también la cosmovisión y cultura del pueblo a quién se está interpretando.

Protestas aymara a las concesiones mineras a Bear Creek en Puno.
Fotografía de archivo de El Comercio de Dante Piaggio

En otro caso, en Ilave, una localidad cercana a Puno, un juez dictaminó que se tenía que ejecutar una carretera. “El pueblo se levantó y en aymara dijo que no iba a ocurrir. Uno de los grupos protestante solo hablaba aymara, pero otros hablaban castellano. Gracias a su traducción pudieron dar respuesta a la necesidad que tenían en un determinado momento”, declara Soledad. Finalmente, la carretera no se construyó. “La educación y el empoderamiento de las comunidades provoca que la gente pueda defenderse y defender su tierra y sus derechos”, explica con satisfacción.

Empieza a anochecer y la conversación va llegando a su fin. Para relajar un poco la conversación, hablamos de Wiñaypacha, una película hecha completamente en aymara, realizada por un puneño.

—Fui a ver la película con mis hijos. Mi hijo, de nueve años, no paró de llorar en toda la película. A veces creo que les hablo demasiado de mi trabajo en las comunidades. Yo le pregunté: “¿Por qué lloras por esta película y por todas las demás no?”. Él me miró a los ojos y señalando la pantalla contestó: “¡Mira, mamá, mira! Las otras películas, es todo mentira, pero mira esto. ¡Es real!”.