Señardá

Señardá

FUERA DE RUTA
Señardá
Alejandra Gayol

Todos añoramos la tierra donde crecimos. Incluso estando en ella, la nostalgia nos conduce a otros tiempos, a otras personas. La añoranza es un sentimiento universal que se presenta con diferente nombre en distintas lenguas, y que nos demuestra que somos lo suficientemente iguales para comprendernos y lo necesariamente diferentes para no olvidar de dónde venimos. En el occidente de Asturias, la fala, lengua originaria del lugar, no siente nostalgia, ni añoranza, sino señardá…
A señardá apestaña na lluz d’un faro novo y se calece na pedra d’un faro veyo. N’aspuma d’un golpe de mar que chega a un porto cuasi encoiro. Enrocha entre os chicotes sin pidir auxilio, pos a súa naturaleza e sentirse afogada.

A señardá parpadea en la luz de un faro nuevo y se calienta en la piedra de un faro viejo. En la espuma de un golpe de mar que llega a un puerto casi desnudo. Se enreda entre los cabos sin pedir auxilio, pues su naturaleza es sentirse ahogada.

Faro viejo de Ortigueira
Fotografía de Alejandro González Amador
A señardá  ule a ouca mareada, a terra enchumazada y a café mouro. Ule a cocía de carbón d’inverno, a fumo cedo de chiminía. A patacas y rabizas d’un horto que hoi xa se volveo cemento.

A señardá huele a las algas mareadas, a tierra mojada y a café negro. Huele a cocina de carbón de invierno, a humo temprano de chimenea. A patatas y verduras de un huerto que hoy ya se volvió cemento.

A señardá fai camíos sobre os pes del tou padre, respira col peito da túa madre, y mira cos oyos dos tous bolos. Rise coa a sonrisa d’esa hermá que ta llonxe, y xuga cun hermao que te deixou antes de tempo.

A señardá hace caminos sobre los pies de tu padre, respira con el pecho de tu madre y mira con los ojos de tus abuelos. Se ríe con la sonrisa de esa hermana que está lejos, y juega con ese hermano que te dejó antes de tiempo.

A señardá manga fruita d’un vecín, tropeza entre camíos de gouños y pedras, chumbia na praya y cortexa nas festas del poblo.

A señardá roba fruta del vecino, tropieza entre caminos de piedra, se baña en la playa y corteja en las fiestas del pueblo.

A señardá lleva na cachola barreñois de pexe y de lleña. Escuita como chove nos llouxaos de pedra. Repousa os brazos nos corredores de madeira y atanigase núa silla del patio.

Mujer mirando una fotografía del puerto de Ortigueira de hace más de 50 años

Fotografía de Arantza Heredia

A señardá lleva en la cabeza cubos de pescado y leña. Escucha la lluvia en los tejados de piedra. Reposa sus brazos en corredores de madera y se tambalea en una silla de un patio.
A señardá nun entende d’estaciois. Estragalla a nebla d’un outono pechao. Calece úa nevarada d’inverno. Xela, con un renembrando, úa mañá de verao, y dibuxa praos desertos de frores en primavera.

A señardá no entiende de estaciones. Dispersa la niebla de un otoño cerrado. Calienta una tarde nevada de invierno. Enfría, con un recuerdo, una mañana de verano y dibuja campos desiertos de flores en primavera.

A señardá volve teso el corpo d’un marinero que deixa os recordos nel llar. Deitase entre as sábanas dúa cama, unde durme sola úa muyer que nun ten tempo a deixar a casa.

A señardá vuelve inerte el cuerpo de un marinero que deja su recuerdo en casa. Se acuesta entre las sábanas de una cama, donde duerme sola una mujer que nunca tiene tiempo para salir de casa.

A señardá colga dúa parede, é un retrato. Úa cara xa desfigurada. Ua gaita deshinchada y úa guitarra coas cordas rotas.

A señardá cuelga de la pared, es un retrato. Un rostro ya desfigurado. Una gaita deshinchada y una guitarra con las cuerdas rotas.

Babel, escritor en lengua fala, sentado en el puerto de Ortigueira

Fotografía de Arantza Heredia

A señardá volvese inmmadura entre ataques de tristeza y alegría. Entollece cos bous momentos y resinase co’ aquellos que nun pode esqueicer.

A señardá se vuelve inmadura entre ataques de tristeza y alegría. Enloquece con los buenos momentos y se resigna con aquellos que no ha podido olvidar.

A señarda é el fougo qu’encende el peito de quen vivió nel exilio. Nun perde a memoria nas cunetas, renembrando a os desaparecios.

A señardá es el fuego que enciende el pecho de quién vivío en el exilio. No pierde la memoria en las cunetas, recordando a los desaparecidos.

A señardá fraquea ante a súa llingua materna, a qué ye deo vida. Desfaise en sentimentos del sou falar que nun se poden despegar del ánima.

A señardá se rinde ante su lengua materna, quién le dio la vida. Se deshace en sentimientos monolingües que no se pueden despegar del alma.

A señardá hoy esmólese. Nun quer ser “anhelo”, nin “nostalgia”. Nun quer “echar de menos” nin “echar en falta”

A señardá hoy vive preocupada. No quiere añorar, ni ser nostalgia. No quiere echar de menos ni echar en falta.

A señardá pérdese sin a fala. Si outra llingua bautizala con outro nome, nun se reconocerá, y esquiceiranse os recordos d’un poblo que devece sentirse vivo.

A señardá se pierde sin la fala. Si otra lengua la bautiza con otro nombre, no se reconocerá, y caerán en el olvido los recuerdos de un pueblo que añoró sentirse vivo.

Faro de Ortigueira

Fotografía de Arantza Heredia

Los hijos de la Revolución Dule

Los hijos de la Revolución Dule

EL VIAJE
Los hijos de la Revolución Dule
Ignacio Espinoza 

 

Emigraron a la capital en busca de mejores oportunidades. Llegaron a Ciudad de Panamá y sufrieron por ser diferentes, por ser indígenas. De la opresión sacaron una voz, la voz de la calle. Sarky Real y Sidsagi cantan en Kuna Revolution, grupo de rap que promueve la lengua materna y que los jóvenes no se avergüencen de tener una identidad propia, la kuna.

Un calor pugilista azota la cabeza en Ciudad de Panamá. Mientras el día aún no llega a la mitad, dos hombres se paran frente a un mural en el centro histórico de la capital. Ambos llevan viseras de un equipo de baseball y pantalones anchos. Por el atuendo la ecuación corresponde a unos raperos. Pero estos tienen algo diferente, el ingrediente es que son kunas. En sus camisetas rojas llevan un estampado que dice «bila burba» y, al muro que le dan la espalda, están dibujados los próceres que lucharon por la revolución del pueblo kuna, que en 1925 logró la autonomia del gobierno panameño. Sarky Real y Sidsagi conforman Kuna Revolution, grupo de rap que canta en su lengua materna y sobre la cosmovisión de su pueblo.

Migración

Sarky Real. Fue dejar tu comarca para venir a buscar nuevas oportunidades. Los padres lo mandan a uno para la ciudad para tomar una carrera, un futuro diferente. Entonces cuando venimos a la ciudad nosotros nos quedamos, digamos, a la intemperie de lo que es la sociedad panameña. Entonces quedamos influenciados con las cosas de la juventud aquí en la ciudad. Entonces hay pocas probabilidades que tú tengas interacción con tu cultura.

Sidsagi. Es muy difícil. Para tú seguir un bachillerato tenías que venir a la capital, por fuerza tenías que venir a hablar en español. En ese trayecto de buscar el bachillerato acá a veces se perdía bastante. Perdías el contacto con tu propia gente allá, era difícil viajar, las cosas económicas para poder trasladarse de un lugar a otro eran muy difíciles, así que influye más lo que está alrededor tuyo. Muchos vivían en entornos donde solamente había familias latinas, a veces era mucha la discriminación. En estos tiempos, de la generación que estuvo de los 60, la mayoría se han quedado acá en Panamá y han perdido la lingüística kuna.

Sarky Real no sabía hablar kuna, pero se interesó por la lengua para saber más sobre su identidad
Fotógrafía de Joseba Urruti

Discriminación

Sidsagi: La discriminación la hemos sentido bastante aquí. Si un kuna habla su idioma en un establecimiento público o en un parque donde hay bastantes latinos. Pero si un extranjero de Estados Unidos o Europa habla su idioma todo el mundo lo ve como: ¡Guau! Eso no debería ser así. Entonces ahí quisimos cambiar en nuestra forma de pensar: tratar de hacer música en kuna para que no se avergonzaran, para que encontrara lo que es su identidad. Ese es el reflejo de Kuna Revolution, de buscar y encontrar la identidad, pero en la ciudad. Ya que no podemos estar en nuestros pueblos, por lo menos aquí darle un pedacito de kuna yala que es con el habla.

Sarky Real: Mis hermanos obviamente y mis padres si hablaban el español, pero con la que más me relacionaba era con mi abuela. Ahí es donde nace ese despertar de saber y también de no avergonzarse porque hubo un tiempo, en los  90, donde por ser discriminado a uno le daba pena hablar. Esto se ha roto porque hoy en día los jóvenes hablan con esa libertad. Claro porque como lo habla con tanta libertad hay gente que también se opone a eso. Somos kunas es nuestro lenguaje.

«Si un kuna habla su idioma en un establecimiento público o en un parque donde hay bastantes latinos, ellos se burlan de ti. Pero si un extranjero de Estados Unidos o Europa habla su idioma todo el mundo lo ve como ¡Guau!»

La ciudad

Sidsagi: Tiene que ver que hay cierto momento en que tienen que entrar la cultura de la mano. Pero que pasa, nos bombardean a todos con televisión basura. La música, los programas de televisión, las novelas y los temas políticos que están muy saturados de lo mismo. Tanta corrupción te influye que te adormece. No quieres ver más allá de eso y es lo que te venden. No quieres creer que hay algo más después de eso, no hay más nada. Entonces ahí sí hay un problema bien grande.

Sarky Real: La ciudad siempre va a ser la ciudad. Un kuna que vive en Chorrillos, claro, el kuna va a obtener la manera de vivir ese tipo de costumbres y se va a adaptar a vivir. Entonces el niño que crece ahí, va creciendo hablando como extranjero de Chorillos o por barriada y eso es lo que pasa hoy en día y no se habla. Pero cuando uno está en Kuna Yala las cosas son distintas. Creo que uno tiene que tomar en cuenta eso, de culturizar a su hijo y de devolverle sus orígenes.

Sidsagi critica las influencias musicales en el deterioro de la lengua kuna. La música urbana es un ejemplo
Fotografía de Joseba Urruti

Kuna Revolution

Sidsagi: Tratamos de buscar ayuda por diferentes medios para que la forma que tenemos de hacer música y hacer poesía llegue a nuestros hermanos, que escuchen, que comprendan y tengan un poquito más de conocimiento, no quiere decir que sea la verdad, pero juntos podemos encontrarla.

Sarky Real: Lo que hacemos no es moda. Si fuera moda estaríamos buscando un mecanismo diferente. Creo que lo que hacemos, lo hacemos de corazón por identificar un pueblo. Vemos como los pueblos sufren. Vemos como los pueblos de las aldeas, las montañas son expropiados. Vemos como los ríos se contaminan, como les ponen hidroeléctricas, como el pueblo se ha esparcido debido a la minería y creo que eso nos ha llevado a llevar un mensaje a la población en general.

Lengua materna

Sidsagi: Con la lengua materna tú te identificas. Te identificas de dónde eres, de dónde vienes y a dónde vas. Con la lengua materna nace tu historia, tu primer grito a la madre tierra y tu primer llanto al nacer. Creo que es importante, no solo para los kunas, sino para los otros pueblos de todo Abya Ayala porque conocemos este continente como Abya Ayala, no como América. Que se identifiquen y busquen en sus raíces su lengua materna porque es lo único que te va a llevar lejos, con la misma lengua vas a encontrar tu propia cultura.

Sarky Real: Es importante que los padres y las personas  busquen esa manera. De poder hablar en su lenguaje originario. El joven que realmente no tiene alguien que le hable, que lo busque, pues porque eso es lo que decimos nosotros: buscar. Hay que buscar nuestro origen, el árbol genealógico de nuestros padres, nuestra historia, porque si no conoces nuestra historia vives en un mundo de fantasía. Entonces lo importante es que sepan que tenemos una riqueza de cultura, una riqueza de cosmovisión. Una cosmovisión que hoy en día se ha propagado, hay libros de escritores kunas, poetas kunas e, inclusive, hay diccionarios kunas y una app. Hoy los jóvenes no tiene excusa de que no pueden hablar, nada más tienen que ir a buscarlo.

Welcome to Tortuguero la tierra de los sin lengua

Welcome to Tortuguero la tierra de los sin lengua

FUERA DE RUTA

Welcome to Tortuguero, la tierra de los sin lengua

Idoia Olaizola

 

 

Costa Rica recibe alrededor de tres millones de turistas anualmente, siendo Tortuguero uno de los reclamos turísticos más explotados del país. El pueblo cuenta con cerca de tres mil habitantes, los cuales casi en su totalidad se dedican al turismo, ya sea a través de la hostelería, como guías turísticos o regentando tiendas de souvenirs. A sus playas acuden anualmente miles de tortugas a desovar, entre sus canales viven perezosos, tucanes, pumas. Todo ello atrae a millones de personas, en su mayoría angloparlantes. Es por eso que los tortuguenses tienen que volver a desplazar 500 años después su (impuesta) lengua, el castellano, y aprender a usar el inglés en su día a día.

—Hello! Welcome to Tortuguero! May I help you with something?

Después de una hora de viaje a través de canales, el bote atraca en La Culebra, el embarcadero principal de Tortuguero. En tierra esperan decenas de trabajadores de hoteles, dispuestos a venderte una cama en su hotel, o acompañarte al mismo. La mayoría nos recibe en inglés. Se siente raro que sólo se utilice ese idioma, pero quizás es casualidad, demos una segunda oportunidad. Dejamos las cosas en el hotel y salimos a conocer el pueblo.

—Wanna try our juices? —Nos asalta el primer comerciante.

“De acuerdo, todo va a ser en inglés”.

Un niño observa a los adultos trabajando en el muelle de Tortuguero
Fotografía de Idoia Olaizola
Hasta los años cuarenta, la industria maderera, creadora de los actuales canales de acceso a la población, sustentaba a gran parte de las familias de Tortuguero. Pero cuando el mercado cayó, los habitantes tuvieron que volver a sus antiguos trabajos, en el cultivo de café y de cacao y la ganadería y la pesca de tortugas. Tras unos años tranquilos, en los que la tortuga era el principal medio de sustento familiar, en 1975 fue convertida en parque natural y el motor económico volvió a desplazarse. Los turistas comenzaron a acudir a visitar sus bellos paisajes, y los habitantes tuvieron que adaptarse de nuevo. Dejaron sus trabajos en el cultivo de cacao y café, abandonaron la ganadería y empezaron a fundar pequeños hospedajes, restaurantes de comida típica, comenzaron a tallar cocos, a abrir sus propias tiendas de souvenirs. Pero no era suficiente, muchos de los visitantes no hablaban su lengua, así que tuvieron que aprender inglés.

Máquina oxidada, reminiscencia de la época maderera de Tortuguero

Fotografía de Idoia Olaizola

Buscamos un guía para conocer mejor el bonito parque en el que nos encontramos. Una señora que regenta una tienda de souvenirs nos recomienda a Abel. Carmen nos concierta una cita y quedamos con él al día siguiente a primera hora. Nos espera con una amplia sonrisa.

—In english? —pregunta.

Respondemos de forma negativa.

—Me alegro, los tours en castellano se me hacen mucho más fáciles. Aunque hablo inglés, me cuesta más expresarme y no conocer tan bien a los turistas que me acompañan —comenta con cierto alivio.

Llovizna, pero nos dice que no nos preocupemos, amainará en breves. Con cierta reticencia accedemos y lo acompañamos al bote. La mejor manera de conocer Tortuguero es a través de los canales que se adentran en la selva. Tenía razón, ha dejado de llover. Eso hace que se gane nuestra confianza. Comienza la excursión y avistamos monos, tucanes, iguanas, martín pescadores. Abel es experto en imitar los sonidos de todos ellos. Vino a vivir al pueblo los 12 años con su familia, pues ellos son de Arenal, al noroeste del país. No podría haber ido a un sitio mejor. Debido a su amor por los animales, siempre supo que quería ser guía. Tortuguero era un paraíso para él. Esperó años con ansía alcanzar la edad y estudiar para cumplir su sueño. Pero había una barrera, el idioma. Para llegar a ser guía que saber inglés, y a ello se dedicó durante un tiempo.

—Durante la capacitación como guía, aprendí la importancia de conocer el idioma inglés. Así que me tomé seis meses más para estudiarlo y tener luego más trabajo —explica—. Ahora quiero aprender francés, puesto que cada vez vienen más turistas de ese país.

Abel posa en su bote antes de empezar un nuevo tour por los canales
Fotografía de Idoia Olaizola

En poco tiempo nosotros también nos ganamos su confianza y nos empieza a hablar de su madre.

—Ella era indígena. Chorotega. Era una india chamana muy respetada. Conocía muchos remedios naturales. De hecho, una vez le mordió una serpiente venenosa, pero con sus ungüentos salvó la vida —relata—. A los meses tenía un bulto en la zona de la mordida, y se sacó el colmillo de la serpiente.

No puedo evitar preguntar si su madre o él mismo hablan alguna lengua originaria.

—Ella sí lo hablaba con mi abuela, pero a mí no me lo enseñó. Decía que no servía de nada conocerlo —contesta con pena.

Los chorotegas son un pueblo originario de la península de Nicoya, aunque su territorio llega hasta la zona del volcán Arenal. También ocupan territorios nicaragüenses, siendo la población indígena mayoritaria en ese país, e incluso llegan a Honduras. Su población, como ocurre en muchos otros lugares, comenzó a descender con la llegada de los españoles y hoy en día, solamente quedan cerca de 750 chorotegas. La lengua chorotega también llamada mangue, está casi extinta. Muy pocos son los que la hablan. La madre y la abuela de Abel son unas de las últimas hablantes del idioma. Y Abel podría haber continuado con la tradición, pero por culpa de los estereotipos y alguna mala decisión le negaron la oportunidad.

—En realidad, es una pena saber hablar inglés y querer aprender francés, y no saber tu propia lengua. La de tu comunidad. Es algo que me apena porque con su pérdida se pierde mucho más —sentencia Abel.

Naso: Soy originario

Naso: Soy originario

EL VIAJE
Naso: Soy originario
Alejandra Gayol

La Declaración Universal sobre Derechos de los Pueblos Indígenas dice que, nosotros como pueblo, también tenemos derecho a la libre determinación. La Corte Interamericana de Derechos Humanos insiste al Gobierno panameño que den sus tierras a los nasos, y hasta la fecha  han hecho oídos sordos. Por eso nosotros exigimos hoy, ante el mundo, que como un pueblo más en Panamá, tenemos todo el derecho de tener una comarca, pues nosotros somos nación dentro de Panamá

Alexis Reynaldo Santana. Rey naso y único rey de América.

Si no puedes con tu enemigo, únete a él. O en el mejor de los casos, lucha con sus mismas armas. Hoy los pueblos indígenas se ven obligados a adoptar parte de la cosmovisión del llamado “Occidente” para hacerse un hueco en el monopolio cultural en el que se está convirtiendo el mundo. Un buen ejemplo está en la preservación de las lenguas. La transmisión oral ha sido siempre el motor que ha mantenido en marcha el patrimonio inmaterial de los pueblos indígenas. Hoy, las lenguas sin escritura, en su mayoría, están en fuerte riesgo de extinción. La escritura se vuelve casi una necesidad, un nuevo problema al que atender. Y no es que la naturaleza de la oralidad sea insuficiente, pero la intangibilidad tiene poca reputación en un sistema materialista.
El reconocimiento de la comarca Naso es fundamental para la preservación del pueblo y su cultura
Fotografía de Alejandro González Amador
Al igual que pasa con la tangibilidad de las lenguas, la tierra que las comunidades indígenas han habitado durante años requieren de un ingrediente nuevo. La presencia de estos en el territorio durante siglos, la vitalidad de las tradiciones y la propia declaración de los indígenas como pueblo, no es suficiente. Antiguamente, antes de que el hombre blanco llegara a perturbar la vida de los pueblos originarios, no era necesario una declaración de propiedad de la tierra por parte de ninguna institución ajena a la comunidad para existir. Los límites estaban en las prácticas culturales, las fronteras —en el aspecto de diversidad y no de división—  las imponían las lenguas, la mitología, los bailes y la gastronomía. Pero ahora la tierra no es de quien la trabaja, no es de quien la respeta, ni de aquellos que se crían en ella. Ahora la tierra es de quien la compra.
En Panamá existen siete pueblos originarios. Cinco de ellos gozan de una comarca reconocida. Pero hay otros dos, El pueblo Bribri y el pueblo Naso, que  luchan desde hace años para que sus derechos cuenten con un territorio donde poder desarrollarse.  Aunque menores en número que aquellos pueblos ya reconocidos, el arraigo a sus raices es igual de fuerte .  “La creación de una comarca supondría el rescate, la conservación de una cultura ancestral que data de hace miles y miles de años.  No estamos reclamando algo para que nos lo regalen, sino que reclamamos algo por derecho, por herencia, por la conservación de nuestro idioma, del legado de nuestra madre Ter para conservar viva, intacta, nuestra cultura”, explica enérgicamente Reynaldo González, líder juvenil de la comunidad naso. “Los datos estadísticos revelan que, en menos de 25 o 30 años, desaparecería una cultura más, la cultura naso. Por eso consideramos una prioridad tener nuestra propia comarca, para poder desarrollarnos libremente como lo hicieron nuestros antepasados. Yo como joven quiero que mis hijos también hablen mi lengua, que se desarrollen en el mismo entorno cultural en el que yo crecí”, añade.
“La creación de una comarca supondría el rescate, la conservación de una cultura ancestral que data de hace miles y miles de años.  No estamos reclamando algo para que nos lo regalen, sino que reclamamos algo por derecho, por herencia, por la conservación de nuestro idioma, del legado de nuestra madre Ter, para conservar viva, intacta, nuestra cultura”
Y es que solo de la comparación surge la conciencia. Los pueblos que hoy tienen el reconocimiento asumen más control de su tierra, evitando así la apropiación de los recursos naturales por empresas que solo tienen intereses económicos, muy lejos de la conservación cultural y natural que proponen los líderes indígenas. “Estamos teniendo una fuerte reducción. Estamos siendo invadidos por otros hermanos indígenas que también son desplazados y están acaparando nuestra tierra. Además, estamos partidos a la mitad por dos áreas protegidas: el parque internacional La Amistad y el bosque protector Palo Seco. También estamos divididos por los corregidores —municipios—  que también nos dividen. Y como no, la hidroeléctrica que ahora está dentro de nuestro territorio que tiene 1198,6 hectáreas de concesión. Si restamos todo esto, nuestro pueblo se reduce cada vez más”, aclara el rey Alexis Santana. Si a un pueblo le quitas su tierra, el pueblo se dispersa, grave peligro, pues la dispersión es uno de los enemigos mas letales para las lenguas.
Alexis Reynaldo Santana es el rey naso en la actualidad, elegido democráticamente. El pueblo naso tiene el único sistema monárquico de toda América
Fotografía de Alejandro González Amador 
La no declaración de la comarca no es mera casualidad. El territorio naso es un ejemplo de la desgracia del continente, pues las venas abiertas de América Latina aún siguen derramando sangre. Una tierra demasiado interesante para no caer en los intereses de la oligarquía. “El interés que existe son nuestras cuencas hidrográficas, nuestros atractivos culturales. También tenemos una gran biodiversidad de animales que están en peligro de extinción y solo se encuentran en nuestro territorio ancestral. Nuestro río es muy fuerte, muy caudalosos, tanto que con cuatro hidroeléctricas que se pusieran aquí darían a basto a la necesidad de energía que se necesita actualmente en Centroamérica y EE.UU.”, explica Reynaldo.
Y llega la gran excusa del desarrollo. El Estado vende las presas con olor a fresa y en papel de caramelo. Hablan de desarrollo para el pueblo naso con promesas que nunca llegan y consecuencias que nadie esperaba. “El desarrollo para ellos es eso. Crear aquí presas con promesas de electrificar nuestra comunidad. Sí electricidad, pero para otros, no para los nasos. Ese supuesto desarrollo significa la extinción total de nuestra lengua y nuestra cultura, desapareceríamos. Ellos quieren explotar todos los recursos de los pueblos indígenas, y no solo del pueblo naso. Si yo no tengo la comarca, yo estoy vulnerable, no puedo exigir nada”, continua Reynaldo exigiendo la responsabilidad jurídica.
Reynaldo González es líder juvenil de la comunidad y sobrino del rey. Lleva el centro etnolingüístico naso que trabaja en el rescate de la cultura
Fotografía de Alejandro González Amador
Pero el pueblo naso sabe que el fortalecimiento de su cultura y del sentimiento de identidad es un buen arma para continuar la lucha.  Los abuelos siguen transmitiendo su conocimiento. Los jóvenes, en su Centro de Investigación Etnolingüística Naso, luchan por rescatar la lengua y todos los conocimientos que la acompañan. “Los nasohablantes no son muchos. Esto se ha convertido en una verdadera problemática que nosotros queremos mitigar mediante un proyecto de investigación. Queremos lograr que aquí, en nuestro territorio, nuestra lengua sea una materia más y así enseñar a todos aquellos que ya no la conocen, los niños principalmente. No quisiéramos llegar a la situación de no tener nasohablantes, esa es nuestra preocupación, lograr que los niños nasos aprendan esa lengua con la cual nosotros nos comunicamos a diario”, aclara Reynaldo, que además de líder juvenil, es líder del centro de investigación.
´´El reconocimiento de la comarca es un tema importantísimo en cuanto a la lengua. La obligación del Estado debería de ser velar por los pueblos indígenas, como pueblos especiales que somos, traer proyectos de interculturalidad bilingüe, algo que hasta la fecha no les ha importado. Por eso hoy, como rey del pueblo naso, he estado exigiendo al Estado panameño que eduque a nuestros niños, que se enseñe nuestro idioma. Mientras no tengamos nuestro territorio, las escuelas no serán consideradas como escuelas en territorio indígena, como pasa en otras comarcas. Eso hace que vengan maestros de fuera que prohíben a nuestros niños hablar nuestra propia lengua. Les dicen a nuestros hijos que hablar naso es de mala educación. Esto es una violación de nuestros derechos. Por esa razón es que hoy nuestra lengua se está perdiendo. Necesitamos el reconocimiento para que nuestra lengua se mantenga”, sentencia el rey Alexis Reynaldo Santana, sin perder la esperanza de que un día llegue el anhelado reconocimiento. Ese día en el que caminen libres sobre una tierra que les pertenece, con un paso tras las huellas de sus ancestros, y otro paso tras un desarrollo por y para el pueblo Naso.

Cuando llegaron los conquistadores nos llamaron Teribe, Terraba, Tejar, diferentes manera. Nosotros no somos nada de eso. Nosotros nos autodenominamos NASO, de “Na” —soy— y “so” —originario—. Soy originario. Por la lucha que encabezaron nuestros ancestros. Su sangre no quedara en vano. Esa lucha aún continua intacta, es un relevo generacional. Aquí daremos el todo por el todo por la creación de nuestra comarca, para que nuestros hijos puedan tener un mundo mejor

                                                                                        Reynaldo González

El grito de la mujer ngäbe

El grito de la mujer ngäbe

El VIAJE
El grito de la mujer ngäbe
Ignacio Espinoza
Quiso llevar su atuendo a la escuela y la discriminaron. Quiso aprender en las salas de clases y sufrió los retos por hablar en su lengua materna. Se convirtió en maestra y vio cómo la persecución contra su pueblo continuó. Nicolasa Jiménez es hablante ngäbere y desde la política lucha para que las mujeres peleen, preserven su cultura y puedan tener más cabida en un terreno dominado por los hombres.

Su madre le mostró el camino. Desde pequeña, Nicolasa Jiménez siguió los consejos de su progenitora, quien la apoyó para que fuera a la escuela. El padre quería lo contrario. Él pensaba que, si su hija se educaba, iba a abandonar pronto el hogar o se iba a casar a temprana edad. Pero la joven ngäbe siguió adelante. Caminó de su casa a las salas de clase y la ruta que, en un principio, era aprender siguió durante décadas y pasó a la política con los ojos de una mujer clavados en un nuevo horizonte: ser alcaldesa.

Cuando Nicolasa Jiménez habla de su historia lo hace en voz baja y los ojos se le humedecen. Sentada en el salón de su casa en el municipio de Tolé —provincia de Chiriquí, al occidente de Panamá— recuerda, como si fuera una multiplicación, todos los hitos que ha conseguido en su vida y que la enorgullecen. Pero también revela, en el rollo fotográfico del recuerdo, las humillaciones y discriminaciones que vivió por ser mujer, indígena y hablar la lengua de su pueblo ngäbe. “Utilizo eso cómo ejemplo para los jóvenes y para que, cuando quieran ocupar un cargo, o lograr algo positivo, eso es a través del sacrificio”, confiesa. Desde pequeña vio cómo los maestros le inculcaron que solo existía una lengua, el español. Las clases eran en ese idioma, las veces que podía utilizar el ngäbere eran contadas con los dedos de la mano y, cada vez que lo hacía con una compañera, le llamaban la atención. Había un objetivo, el español se debía hablar a la perfección. Si había alguna falla, la retaban. Un método que tuvo sus efectos, Nicolasa confiesa que sí mejoró en aquella lengua desconocida.

 

En el ombligo de los 70 Nicolasa Jiménez fue a la escuela. Un período donde también recuerda que su familia sufrió necesidades económicas.  El largo vestido, de un solo color y con bordados, que portan las mujeres ngäbe se convirtió en el principal atuendo. El reglamento de la escuela exigía un uniforme, en la casa no había dinero para comprar lo solicitado, un problema no atendido en el establecimiento educacional y de nuevo los llamados de atención por no cumplir las normas. Pero en aquel lugar, donde brotaron los retos, también se sembró un futuro, uno que estuvo acompañado de buenas calificaciones. “Le dije a mi madre que iba a sacrificarme. Yo observaba a los docentes que iban a trabajar ahí y se vestían y arreglaban bien. Entonces me dije que yo iba a estudiar para ser maestra”, cuenta.

 

«Yo observaba a los docentes que iban a trabajar ahí y se vestían y arreglaban bien. Entonces me dije que yo iba a estudiar para ser maestra»

Gracias a un paquete de medidas impulsadas por el entonces General Omar Torrijos, Nicolasa Jiménez accedió a una capacitación. La posibilidad de continuar los estudios que finalmente le dieron el certificado de maestra en educación primaria. La meta estaba alcanzada, pero los fantasmas del pasado volvieron a aparecer, del mismo lado, de los maestros contra profesores y alumnos de los pueblos originarios. “Generalmente los profesores latinos tratan bien a sus compañeros, pero también hay otros que si uno habla mal, de pronto está riéndose de una con otras personas. Son situaciones que nosotras hemos sufrido en presentación de vestimenta que llegamos así y hay a unos que les gusta y otros que no les agrada. Cuando inicié mi carrera como maestra en 1985 tenía mucho temor a eso”, recuerda. Los miedos fueron el enemigo a vencer, junto a otras colegas Nicolasa afrontó a los colegas que discriminaban y les hicieron entender que algunos niños, que venían de familias indígenas, no tenían las mismas facilidades para expresarse. “Nacimos hablando otra lengua materna porque en la casa realmente mi mamá hablaba todo en el idioma de nosotros. Habían algunos profesores que entendían y ayudaban a los estudiantes”, recuerda.

La profesora quiere luchar por su pueblo como alcaldesa

Fotografía de Joseba Urruty

Las luchas en los establecimientos educacionales siguieron. Pero en otro escenario, el terreno político. La discriminación que Nicolasa sufrió como ngäbe era por partida doble, también vivió la carga histórica que conlleva ser mujer. Un detonante que la llevó a participar de la política desde el Partido Revolucionario Democrático de Panamá para disminuir una balanza cargada hacia los hombres. “Anteriormente la mujer era solamente considerada para atender en la casa y no tenía esa oportunidad de participar en la política. Hay varias mujeres que son preparadas pero no se atreven”, afirma y agrega: “En la campaña siempre hay discriminación, si la mujer tiene antecedentes eso es más discriminatorio que un varón. Si la mujer comete un acto indebido a veces le cuesta llegar a triunfar por esas causas. Estamos educando a los jóvenes a que participen, a que rompan las barreras y que ahora se ha implementado con nuestro partido, la participación del 50 % de género”.

La equidad de género no es lo único. Otro de los focos es revitalizar el ngäbere y donde la mujer juega un papel fundamental. Son ellas las principales guardianas de la identidad al conservar los vestidos y al enseñarles y hablarle a los menores en las casas. Ventajas que también tienen críticas, uno de ellos es el gobierno panameño que no se preocupa por fomentar una educación intercultural bilingüe y permite que maestros latinos enseñen el ngäbere, pero sin interesarse por la cultura. “No lo toman como parte de la responsabilidad como actividad escolar. Los que aplican para trabajar en la comarca deben estar conscientes de que tienen que hablar esa lengua. Ellos tienen que pasar una prueba para poder concursar y obtener ese espacio de trabajo. Pero cuando están nombrados allá se les olvida el compromiso”.

«Si la mujer tiene antecedentes eso es más discriminatorio que un varón. Si la mujer comete un acto indebido a veces le cuesta llegar a triunfar por esas causas. Estamos educando a los jóvenes a que participen para que rompan las barreras»

Unos 33 años lleva Nicolasa Jiménez como profesora en el sistema educativo. En 2004 entró en la política. Apoyó a jóvenes para que estudien en corregimientos y fuera del país, promovió proyectos de salud y mejoró caminos en la comunidad. Una lista de logros donde aún queda una tarea pendiente, la lengua. Cree que la discriminación ha bajado en relación a cuando ella era joven, pero la situación sigue grave y plantea que el estado debe hacer algo al respecto. “Nos sentimos culpables en las partes porque nuestros padres y las parejas son las que no están educando a los hijos de ellos. Están prácticamente hablando en otro idioma que es español, en la lengua materna poco están practicando y ahí los niños están creciendo”, sostiene.

El futuro tampoco es auspicioso, en 10 o 20 años el ngäbere desaparecerá, un hecho que Nicolasa no desconoce. La solución la ve en articular una forma de trabajo para que se fomente la lengua y los niños no sientan vergüenza de hablar, un camino complejo pero que la maestra también conoce y por eso no titubea en plantear la primera medida, una que ella ya vivió, su historia. “La mayor responsabilidad la conlleva la madre y  quiero hacer un llamado a ellas que sean maestras en la casa. Es la forma de enseñar su idioma y es la forma más importante de conservar nuestra identidad y cultura”, sentencia.