Señardá
A señardá parpadea en la luz de un faro nuevo y se calienta en la piedra de un faro viejo. En la espuma de un golpe de mar que llega a un puerto casi desnudo. Se enreda entre los cabos sin pedir auxilio, pues su naturaleza es sentirse ahogada.
A señardá huele a las algas mareadas, a tierra mojada y a café negro. Huele a cocina de carbón de invierno, a humo temprano de chimenea. A patatas y verduras de un huerto que hoy ya se volvió cemento.
A señardá hace caminos sobre los pies de tu padre, respira con el pecho de tu madre y mira con los ojos de tus abuelos. Se ríe con la sonrisa de esa hermana que está lejos, y juega con ese hermano que te dejó antes de tiempo.
A señardá roba fruta del vecino, tropieza entre caminos de piedra, se baña en la playa y corteja en las fiestas del pueblo.
Mujer mirando una fotografía del puerto de Ortigueira de hace más de 50 años
Fotografía de Arantza Heredia
A señardá no entiende de estaciones. Dispersa la niebla de un otoño cerrado. Calienta una tarde nevada de invierno. Enfría, con un recuerdo, una mañana de verano y dibuja campos desiertos de flores en primavera.
A señardá vuelve inerte el cuerpo de un marinero que deja su recuerdo en casa. Se acuesta entre las sábanas de una cama, donde duerme sola una mujer que nunca tiene tiempo para salir de casa.
A señardá cuelga de la pared, es un retrato. Un rostro ya desfigurado. Una gaita deshinchada y una guitarra con las cuerdas rotas.
Babel, escritor en lengua fala, sentado en el puerto de Ortigueira
Fotografía de Arantza Heredia
A señardá se vuelve inmadura entre ataques de tristeza y alegría. Enloquece con los buenos momentos y se resigna con aquellos que no ha podido olvidar.
A señardá es el fuego que enciende el pecho de quién vivío en el exilio. No pierde la memoria en las cunetas, recordando a los desaparecidos.
A señardá fraquea ante a súa llingua materna, a qué ye deo vida. Desfaise en sentimentos del sou falar que nun se poden despegar del ánima.
A señardá se rinde ante su lengua materna, quién le dio la vida. Se deshace en sentimientos monolingües que no se pueden despegar del alma.
A señardá hoy vive preocupada. No quiere añorar, ni ser nostalgia. No quiere echar de menos ni echar en falta.
A señardá pérdese sin a fala. Si outra llingua bautizala con outro nome, nun se reconocerá, y esquiceiranse os recordos d’un poblo que devece sentirse vivo.
A señardá se pierde sin la fala. Si otra lengua la bautiza con otro nombre, no se reconocerá, y caerán en el olvido los recuerdos de un pueblo que añoró sentirse vivo.
Fotografía de Arantza Heredia