Paquitos: muñecos indígenas que luchan contra el racismo
Paquitos: muñecos indígenas que luchan contra el racismo
—¿Cuál es el muñeco moreno? ¿Y cuál es el muñeco blanco? —Los niños señalan sin dudar.
—¿Cuál muñeco es bonito? —La mayoría opta por el blanco.
—¿Cuál es el malo? —Esta vez señalan al negro.
—¿Por qué es el malo?
—Porque es el negro.
Muchos recordarán el vídeo del colectivo 11.11 contra el racismo en México, basado en la Prueba de la Muñeca de Clark. En ella se pide a distintos niños que escojan entre dos muñecos, uno de piel clara y otro de piel morena, cuál les parece más bueno o bonito y cuál no. Los niños suelen otorgar los atributos positivos al muñeco blanco mientras que lo malo o feo se atribuye al muñeco negro.
El problema viene cuando les preguntan: “¿Qué muñeco se parece más a ti?”
Es entonces cuando aquellos de piel más morena se dan cuenta de que son “portadores” de todas las cosas negativas que han atribuido al muñeco de piel oscura. Algunos se resisten y se identifican con el muñeco blanco “porque tenemos las orejas similares”. Sin ser conscientes han aceptado los estereotipos racistas que actúan en su contra.
Paquita totonaca.
Vídeo gentileza: Angélica Muñoz
Paquita purépecha.
Vídeo gentileza: Angélica Muñoz
Los muñecos se probaron en tres escuelas preescolares y sus creadores pudieron ver a los niños interactuar con ellos. “Los niños estaban muy entusiasmados” comenta Aurelio López. “La primera impresión fue que no esperaban un muñeco de tela. Tenían la impresión de que eso no era un robot, les tuvimos que explicar”:
—¡Pero los robots brillan! ¡Son de metal!” —decían los niños.
“Inmediatamente se identifican con ellos, muchos niños preguntan por qué no caminan” sostiene Angélica:
—Debería poder pararse, es un niño.
«Xu»: el terremoto de México y el dolor de recomenzar
EL VIAJE
«Xu»: el terremoto de México y el dolor de recomenzar
Natália Becattini
Gravemente herida por el terremoto, Juchitán ya empezó el proceso de sanación en las calles, cuerpos y mentes de sus habitantes.
Xu es la palabra en zapoteco para terremoto. El nombre deriva de una onomatopeya para el sonido que la tierra hace cuando tiembla. En Juchitán de Zaragoza, uno de los municipios del Istmo de Tehuantepec más afectados por el sismo de magnitud 8,2 que ocurrió en el sur de México el 7 de septiembre de 2017, el sustantivo ganó un nuevo significado en los últimos meses. «Antes, los pequeños temblores eran parte de nuestra vida, algo normal. Ahora, cuando escuchamos un ruido parecido al xu, se nos corta la respiración. A veces es un coche que arranca o el ruido de una moto, pero el corazón se dispara de miedo de que ocurra otra vez «, cuenta Griselda Santiago, una joven mujer que trabaja como voluntaria en la cocina comunitaria instalada en la séptima sesión de la ciudad. Su casa fue una de las cuatro mil viviendas que sufrieron daño total o parcial como consecuencia del sismo. «Perdimos el techo y algunas cosas, de eso nos recuperamos, hay gente que perdió la familia», dice.
El zapoteco es una lengua metafórica. Los nombres de las cosas llevan en sí analogías, imágenes, poesía. Para decir que llueve, se dice que caen piedras de agua. Estar feliz es tener el clítoris vivo. En aquel día, para los zapotecos, el mundo había perdido su rostro, tamaña la desolación que se encontraba por las calles. Tres meses después de lo ocurrido, las marcas todavía son visibles en las grietas de las casas que permanecieron de pie, en las ventanas rotas y en la memoria de los moradores de Juchitán. Los escombros que aún no han sido recogidos obstruyen las calles y aceras y se mezclan con el material de construcción que poco a poco llega para levantar las paredes donde quedaron solamente vacíos.
Mujer trabaja en su tienda armada en frente al antiguo mercado, que sufrió daños severos con el terremoto.
Fotografía de Natália Becattini
Quien vive allí sabe que Juchitán tendrá que convivir con las cicatrices de la tragedia por mucho tiempo. Se estima que la recuperación total de la ciudad llevará hasta 10 años. Mientras tanto, la vida local se adapta al nuevo panorama. El puente principal que conectaba las dos orillas del río todavía permanece cerrado, pero los habitantes ya se acostumbraron a los caminos alternativos. El edificio en el que funcionaba el mercado se derrumbó, pero los feriantes montaron sus tiendas en las calles y plazas cercanas a él. Agencias bancarias enteras se redujeron a polvo, por lo que es necesario viajar a municipios vecinos. Las escuelas, que estuvieron cerradas en los últimos meses, retoman las clases a ritmo lento. Cada grupo de estudiantes asiste un día a la semana, a menudo para tener las clases en patios abiertos, ya que los edificios todavía están afectados.
Ante este escenario, la cultura comunitaria del pueblo zapoteca ha sido de gran importancia. Los vecinos y amigos trabajan juntos para superar las dificultades. El pequeño galpón que sirve de sede para la Asamblea Popular del Pueblo Juchiteco está repleto de donaciones de alimentos, ropa, material de limpieza y de construcción. A través de Radio Totopo, una radio comunitaria que da avisos de interés general y promueve la cultura y el uso de la lengua zapoteca, Carlos Sánchez convoca voluntarios, administra la distribución de cestas básicas y creó un sistema de uso colectivo de herramientas, dependiendo de las necesidades de cada familia. «El terremoto nos ha traído muchos daños, pero también nos ha traído solidaridad. Tenemos que saber sacar algo positivo de lo que sucedió, como el fortalecimiento de nuestra hermandad», dice.
La Radio Totopo recibe y distribuye acopio en la comunidad de Juchitán.
fotografía de Natália Becattini
Para fortalecer ese sentimiento de colectividad, el artista plástico juchiteco Francisco Toledo organizó, con la ayuda de voluntarios, 45 cocinas colectivas repartidas por toda la región. En los primeros días, los militares enviados por el gobierno mexicano se encargaron de preparar y distribuir las comidas, pero el artista se dio cuenta de que eso individualizaba el proceso y pasó a visitar los albergues para proponer una forma diferente de organización. «La adhesión fue inmediata, luego las señoras empezaron a buscar sus ollas y utensilios de cocina en los escombros, usaron la madera que encontraban para hacer leña», cuenta el historiador Rodrigo López, que ayuda llevando donaciones a las cocinas. Cada cocina consume 10 kg de carne por semana, 400 kg de tortilla, 4000 panes, y 360 huevos al día. Por eso, la movilización de toda la comunidad es importante para recaudar los alimentos necesarios, ya que no todo llega a través de las donaciones. Para él, la iniciativa funcionó tan bien porque se basa en la cultura y tradición del pueblo, que fue fuertemente sacudida en los primeros días post-terremoto. «Las cocinas reproducen la misma estructura de organización comunitaria que ya existía en nuestra cultura. En las bodas, las mujeres mayores se reúnen para cocinar por toda la comunidad, y cada uno tiene su función. Ahora, lo mismo sucede a la hora de preparar las comidas colectivamente «, explica.
Se estima que cada cocina comunitaria atiende cerca de 300 personas. Las mujeres mayores se encargan de la preparación de la comida, pero cada persona beneficiada ayuda de alguna forma. Zequele, de 5 años, es uno de los voluntarios más jóvenes. Él carga y distribuye artículos de higiene personal. Su hermana Italia, de 10 años, y la amiga Isabel, de 8, distribuyen el pan y cuentan cuántas tortillas fueron entregadas cada día.
La cultura también influyó en otras acciones. Al recibir las ropas que llegaban por las donaciones, muchas mujeres zapotecas se sentían incómodas. Acostumbradas a vestirse con el huipil, el traje tradicional compuesto por una camisa de algodón bordada con flores coloridas y una falda larga, ellas tendrían que conformarse con pantalones y camisetas. Fue observando esa situación que el escritor Elvis Guerra movilizó a la comunidad con el proyecto «Mi indumentaria es la otra mitad de mi corazón», que tiene como objetivo recaudar donaciones de tejido para la confección de los trajes y reactivar la economía local a través de la contratación de costureras y modelistas. «Hemos recorrido las colonias de Juchitán y distribuimos casi 2000 piezas hasta el momento», cuenta.
«Estaba temblando. Xu.
Tembló más fuerte. Xu.
Fue un terremoto. Xu.»
— Poesía de una de las niñas participantes de los talleres de creación literaria
Con el apoyo del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI), la escritora y poeta zapoteca Irma Pineda convocó a otros escritores y artistas locales para ministrar talleres de música, pintura y escritura creativa con niños cuyas familias perdieron las casas. Rodrigo López fue el responsable de los talleres en un albergue instalado en el quinto sector. Él cree que las actividades fueron una importante herramienta para que los niños expresaran sus sentimientos con respecto al terremoto y aprendieran a lidiar con ellos. «En momentos como estos, es normal que las personas se enfoquen en conseguir comida y artículos de primera necesidad y acaben olvidándose de la dimensión subjetiva. Los niños ya tenían dónde dormir y qué comer, pero sentimentalmente no estaban bien. Espontáneamente, empezaron a expresar sus angustias en los trabajos de escritura».
En las actividades, Rodrigo trató de rescatar las canciones tradicionales de su pueblo. Una de las madres relató más tarde que, cada vez que había una réplica, los niños comenzaban a cantar esas canciones para espantar el miedo. En otro ejercicio, él pidió que los niños escribieran lo que eran hoy y de lo que se acordaban: «Me di cuenta de que para ellos, la vida se dividió entre antes y después del terremoto. Siempre trataban de relacionar la situación de contingencia en que vivían a las tareas, sin que yo les pidiera «.
Distribución de pan en la cocina comunitaria del quinto sector de Juchitán
fotografía de Natália Becattini
Rodrigo también trató de valorar la lengua zapoteca durante sus clases. Al notar que los niños tenían miedo o vergüenza de expresarse en la lengua materna, él pasó a incentivar su uso a través de canciones y juegos. Para él, después del terremoto, los patrimonios inmateriales de Juchitán adquirieron una dimensión aún más importante. «El representativo del zapoteca en Juchitán era nuestro templo, la casa de cultura, el palacio que cayó, las fiestas que se interrumpieron con la tragedia. Eso ha cambiado, ya no tenemos nuestros patrimonios materiales para referencia, pero tenemos las tradiciones, la organización comunal, la lengua. Si rescatamos eso, podemos reconstruir Juchitán a través de nuestras manifestaciones culturales y de toda la red simbólica que se organiza a través del idioma zapoteco. Estos serán los pilares para recomponer nuestra identidad después del sismo», afirma.
Los jóvenes zoques que luchan al ritmo del ska
EL VIAJE
Los jóvenes zoques que luchan al ritmo del ska
Ignacio Espinoza
Los tildaron de satánicos y delincuentes. Los menospreciaron por ser indígenas y les cerraron las puertas por no cantar en español. Ellos no hicieron caso. Crearon sus canciones en la lengua zoque bañadas en ska: música de resistencia y fiesta que los convirtió en referentes de Ocotepec. Es La Sexta Vocal, siete muchachos que ríen, denuncian los problemas que sufre un pueblo y con un mensaje, que cantar en la lengua materna es posible.
Ocotepec, en el estado de Chiapas, no goza del cartel de metrópoli, tampoco con el aval del turismo. Las montañas de los alrededores son la mejor carta de presentación en un lugar donde el invierno no descansa. Pero hay un grupo de siete jóvenes que quieren convertir el pueblo en una referencia musical, La Sexta Vocal, banda que toca al ritmo del ska y en la lengua zoque.
Inicios. «La Sexta Vocal nace en el pueblo de Ocotepec, Chiapas, para la diversión. Siempre hacer una banda es para pasarla bien, cotorrear. Conocemos el ska a partir de recopilaciones y siempre en estos discos venía alguna canción de ska de Los Auténticos Decadentes. Nos latió el ritmo, pero no sabíamos nada, no teníamos experiencia en tocar instrumentos y realmente no sabíamos la trascendencia que esto iba a tener, nunca fue la idea de trascender en un principio. Luego se vinieron dando cosas y fue cuando extendimos nuestros sueños».
Canciones. «Nunca tuvimos la idea de hacer canciones propias. Tocábamos La Tremenda Korte o grupos de México, eran mal tocados pero lo tocábamos. En una ocasión nos invitaron a una radio y nos dieron la propuesta de que tocáramos esos covers, pero en zoque. Primero las tradujimos, pero luego vimos que algunas no se adaptaban tan bien al zoque, entonces tuvimos la necesidad de hacer temas propios para que sonarán mejor. Entonces estuvimos así hasta que se fue perdiendo la idea de hacer covers para enfocarnos en hacer canciones propias».
Zoque. «Es muy natural entre nosotros. Nacemos con este idioma, nuestros papás, amigos, abuelos y primos siempre estamos hablando en zoque. Es nuestra lengua materna, entonces no es como que quieran enseñarnos a hablarlo, es natural, no se impone, es lo que tú eres como zoque. Entonces ha sido muy natural vivir este idioma, más bien fue el español la imposición que se nos ha dado. Igual es complicado porque el zoque desafortunadamente se ha venido perdiendo. Con el pasar del tiempo se ha dejado de hablar, muchas personas ya no quieren hablarlo, los abuelos se están muriendo y están llevando todo su conocimiento de la lengua a la tumba. Entonces creo que, en un lapso de tiempo, nosotros ya no hablamos un 100% del zoque, es decir ya mezclamos las otras palabras con el español».
Miembros de la banda de ska zoque Sexta Vocal
Fotografía: Gentileza
«Nos han metido esa idea de que los pueblos originarios no pueden ser más de lo que son»
Problemas. «En un principio todo esto fue muy satanizado. Pensaban que nosotros hacíamos cosas del diablo. Eso era por parte de la gente tradicional, para ellos la música tradicional es tambor y flauta y con instrumentos prehispánicos. En México se le puso esta etiqueta al rock desde un principio: música del diablo o música de banda de delincuentes. Pero de a poco fuimos demostrando, en cada lugar que tocábamos, que no hacíamos nada malo y que no éramos vándalos. Más bien queríamos hacer música, que era lo que nos gustaba».
Discriminación. «Siempre va a haber críticas, unas buenas otras malas pero tienes que aceptarlas. Hemos tenido estas críticas de por qué no en español, o pinches indios no pueden hacer rock ustedes porque no es su lengua y también comentarios de que está súper cabrón. Entonces son dos partes: la gente que está optimista y la que no quiere salirse de lo que está establecido. Nostros siempre aceptamos estas críticas, tratamos de mejorar nosotros, en cuanto nos hablan, nos escuchan. También hemos sido discriminados de que no nos quieren invitar en eventos. Siempre fue así desde un principio que no nos querían. Pero poco a poco, con el esfuerzo, fuimos ensayando y mejorando musicalmente hasta el momento en que nos invitaban ellos mismos a los eventos.
Ska. «Es resistencia. La idea es darlo a conocer. Son un montón de cosas con que se conforma Ocotepec, nosotros en las canciones tratamos de reflejar eso. Mantener ese esfuerzo de lucha, de resistencia y consciencia porque están pasando muchos problemas en nuestro pueblo y sobre todo en esa zona zoque donde ahorita se pretende hacer proyectos mineros y despojar de las tierras del pueblo y de otros municipios. Entonces nosotros en nuestras canciones tratamos de llevar estos mensajes, lo que sabemos lo llevamos a cualquier parte donde vayamos a estar. Pero siempre llevando la voz de nuetro pueblo, eso es lo más importante que lleva La Sexta Vocal, el mensaje de nuestra gente porque eso es lo que somos, somos zoques y representamos a nuestro pueblo».
El grupo también quiere entregar un mensaje de orgullo indígena.
Fotografía: Gentileza
La Sexta Vocal. «En el idioma zoque existe una vocal más, aparte de las cinco conocidas en español. Es lo que como zoques nos representa. Que tenemos una vocal más, tienen una particularidad más los zoques, y cuando nos preguntan por eso decimos lo de la vocal. Todo el tiempo la usamos cuando nos comunicamos».
Ser indígena. «Nos han metido esa idea de que los pueblos originarios no pueden ser más de lo que son, de vender en chicles, estar en la calle o estar en su pueblo. Te meten esa idea de que no puedes porque te discriminan. Pero hacerlo desde la parte artística ha sido distinta, ha sido ir a un escenario y gritar lo que sientes en tu lengua y que la gente esté bailando con tu voz y con tus instrumentos. Eso me hace sentir que sí se puede. Todos somos iguales, todos podemos hacer música, hacer pintura y cualquier expresión artística. Todos los pueblos originarios pueden y van a poder siempre.
Futuro. «Nos gustaría que la escena de Ocotepec siga creciendo. Ahora hay seis grupos de punk, metal y hip hop que cantan en zoque. Me gustaría ver que en diez años exista una escena como tal con bandas que vayan al pueblo. Es esencial en la vida de que puedas conocer personas y compartir tu cultura y pensamientos, no todos tienen esa oportunidad y la que tenemos la vamos a aprovechar hasta el máximo».