¡Qué me cure el imperio! Letras de una lengua suicida

¡Qué me cure el imperio! Letras de una lengua suicida

FUERA DE RUTA
¡Que me cure el imperio! Letras de una lengua suicida

Alejandra Gayol

 

 

Ya son más de quinientos años de resistencia. Cristóbal Colón abrió boca a una ambiciosa Europa que surcó los mares encarnada en la piel de conquistadores como Hernán Cortés. La historia se llena de puntos de vista. Héroes o villanos, traidores o estrategas, asesinos o civilizadores. Las cabezas más arcaicas dejan su pulso en escribir libros sobre la bendición cultural que España regaló a los indios de América.

La aculturación floreció en ciertos estratos de los países colonizados. La inyección letal vino enfrascada en la lengua castellana. Introdujeron el español, imponiendo, castigando y creando una nueva visión donde todo lo que no venía de Europa, era considerado inferior. Las lenguas no hispánicas eran acorraladas, perseguidas y estigmatizadas. Eres lo que hablas. Si no hablas lo que yo hablo, no eres lo que yo soy. Se perfumó el español de novedad y desarrollo, de capacidad de adaptación, de ser la lengua de los dioses. Una fragancia que ocultaba la peste de los nativos americanos. Y así manipularon el sentimiento de identidad, incitaron al autodesprecio y promovieron la vergüenza de ser indígena.

Hoy en día la vieja Europa aún se cubre de gloria recordando sus posesiones de ultramar. Se siente la potente educadora que brindó noción a quien no la tenía. La propagadora de un sistema al que se le debe tanto. Pobres indios pobres, que de su riqueza nació su miseria.

Cómic sobre la colonización española

Ilustración de https://www.google.es/amp/s/www.pinterest.com/amp/pin/541206080194583241/

Lejos de la creencia de un continente que se consuela con una conciencia inmadura, los pueblos precolombinos siempre lucharon por seguir siendo dueños de su destino, sus creencias, su tradición y su lengua. Penetró poco a poco en la sociedad la emergencia de abandonar sus raíces y adaptarse al nuevo mundo que se les imponía. Generaciones resignadas vistieron el disfraz de la gratitud, y aparentaron el agradecimiento hacia los pueblos que llegaron del otro lado del atlántico. Pero América no olvida, entierra los pies en el suelo y muerde el polvo que algún día piensa escupir.

«Los pueblos precolombinos siempre lucharon por seguir siendo dueños de su destino, sus creencias, su tradición y su lengua»

¡Que me cure el imperio! Letras de una lengua suicida, se presenta como una sátira que se burla, desde la perspectiva de una lengua originaria que vive convencida de su mala fortuna por ser indígena, de aquellos que se cuelgan la capa de héroes colonizadores. Esos que sostienen que, como portadores de una cultura más avanzada, los hombres y mujeres que habitaban América en aquel entonces, no pudieron hacer otra cosa que rendirse ante la gran oportunidad de desarrollo que se les estaba brindando.

¡Que me cure el imperio! Letras de una lengua suicida.

 

Débil y asalvajada.

Pobre y bruta. Torpe, mal pronunciada.

Ignorante en ciencia, desinformada,

en la tecnología, desubicada.

 

Llegó la gran España, civilizada.

De santos y vírgenes uniformada,

blanca, altiva y adiestrada,

impartiendo cultura desde la espada.

 

Alcé los brazos, entregada,

¡cúrame, cúrame! ¡hazme educada!

La madre patria, gran ilustrada

tomó la plata sin ser cuestionada.

 

Vació las minas, despreocupada.

Bautizos cristianos, sangre derramada,

colonizando mentes por degeneradas,

desterrando raíces ya destripadas.

 

Me escondo en los campos, avergonzada,

cediéndole el paso a “la adelantada”.

Agonizo entre escombros, desalentada,

por ser ignorante y poco adaptada.

 

Una anciana inútil, desterrada.

Aprieto mis labios dejándome ahogada,

¡No quiero vivir! ¡No sirvo de nada!

ni hablo, ni canto, ni soy mencionada.

 

Merezco la muerte, por ser atrasada,

¿Quién quiere besar una lengua arrugada?

Me olvidan maestros que dejan cerrada,

la herida profunda de una piel quemada.

 

Me mira con pena, casi devastada,

un alma errante y desorientada,

no lamentes más, muda abandonada,

no llores ahora una muerte anunciada.

Las lenguas originarias en el mundo 3.0

Las lenguas originarias en el mundo 3.0

EL VIAJE

Las lenguas originarias en el mundo 3.0

Idoia Olaizola

 ¡Tla chitanita Facebook! ¡Bienvenido a Facebook!

Paula entra en la conocida red social. El azul se refleja en sus gafas. Usuario, contraseña. Entrar. En la pantalla aparece su muro. Entre las nuevas notificaciones Paula se fija en una en especial. Su mejor amigo le ha etiquetado en una publicación. Es su 14 cumpleaños y la felicita con un divertido vídeo: ¡Lipaxaw min chichini! Paula es totonaca, uno de los pueblos indígenas de la zona de Veracruz y Puebla, en México. Como cualquier adolescente, utiliza las redes sociales para hablar con sus amigos. Pero todo está en español. No puede usarlas en su lengua originaria.

La aparición de internet en primer lugar, seguido de los servicios de mensajería instantánea y finalmente de las redes sociales cambiaron de forma drástica la forma de comunicación humana. Gracias a la tecnología estamos permanentemente conectados. Necesitas algo de un amigo: en apenas unos minutos recibes la respuesta en tu móvil. Quieres conocer un dato concreto: basta escribirlo en la barra de búsqueda y aparecerá en tu pantalla. Compartimos imágenes, vídeos y recuerdos a tiempo real. Los más jóvenes miran a los adultos extrañados cuando hablan de cabinas telefónicas o el tiempo de espera de una carta. La vida se ha agilizado y no ha sido diferente para los pueblos originarios.

“¡Estamos luchando contra algo muy grande, poderoso, la tecnología!”

Existe la idea preconcebida de que la tecnología es una de las grandes causantes de la desaparición de lengua y cultura. En una charla sobre la pérdida del totonaco con el maestro Epifanio, encargado de la escuela de la palabra Florida en el Centro de Artes Indígenas en El Tajín, llegó a exclamar: “¡Estamos luchando contra algo muy grande, poderoso, la tecnología!”. Y tiene parte de razón, pero todo depende del uso que se le dé a la misma.

Óscar Ramos ha pasado los últimos años trabajando en su tesis doctoral Internet y los pueblos indígenas de la Sierra Norte de Puebla, México. Una de las premisas de su estudio es que la conectividad genera más interrelaciones entre personas. Su estudio se centró en conocer cómo jóvenes de tres poblaciones indígenas utilizaban esta conectividad y qué relaciones surgían a raíz de su uso.

Óscar defiende que: “contrario a lo que se cree, con la llegada de internet a las comunidades indígenas en lugar de asimilar sin más la cultura occidental predominante, se han favorecido las relaciones personales, ya que los contactos y los temas de interés que se discuten virtualmente son locales”. Además, promueve el concepto de indigenización de internet. Ésta implica ampliar los contextos en los que los indígenas pueden expresar su identidad. Por tanto, la llegada de internet no provoca una aculturización de los pueblos originarios sino que los temas locales de estos poblados y los contenidos generados por los habitantes, habitualmente jóvenes, como fotografías o textos, se convierten en una extensión de los espacios sociales en los que ellos viven.

Captura de los usos de redes sociales en los jóvenes durante la investigación de su tesis

Fotografía cortesía de Óscar Ramos

Han pasado unos años. Es el primer día de Paula en la universidad. Lo tiene todo preparado, en la mochila guarda entre los libros, emoción y ganas, sin olvidar un poco de miedo a lo desconocido. En clase encuentra a gente hispanoparlante, pero también a otros compañeros que hablan en lengua indígena. Aquellos que hablan una lengua mayoritaria no tendrán problemas, las herramientas básicas para la universidad están traducidas a una gran cantidad de idiomas. ¿Por qué gente como Paula no puede utilizar estos programas en su lengua materna?

La implantación de las nuevas tecnologías es complicada. Por suerte, profesores como Ivan Deance en colaboración con la Universidad Veracruzana Intercultural (UVI) empiezan a allanar el camino hacia un futuro con tecnología en lengua indígena. Su proyecto se llama TotoOffice, y es una traducción de la suite de Office al idioma totonaco. La finalidad del proyecto es promover el uso de las lenguas indígenas y es un primer paso para que los jóvenes puedan usar la tecnología en su lengua materna.

“Las lenguas originarias son tan útiles como cualquiera de las lenguas mayoritarias para el entorno académico, de docencia y de investigación”

“Nuestro trabajo ha sido poner en práctica la idea de que las lenguas originarias son tan útiles como cualquiera de las lenguas mayoritarias para el entorno académico, de docencia y de investigación. Con este producto deseamos promover el uso del totonaco en el contexto universitario y en el contexto educativo en todo el Totonacapan”, comenta Ivan Deance.

La mayor parte de la población indígena es alfabetizada en castellano, y nunca ha aprendido a escribir en lengua materna. Con la creación de esta herramienta, pretenden promover el uso del totonaco en todos los niveles educativos y que la gente empiece escribir en su lengua. Cuentan con una versión para Mac, pero también trabajan con software Linux que ocupa pocos recursos y puede adaptarse a ordenadores antiguos, facilitando así el acceso a toda la población.

El totonaco es un idioma complejo para traducir desde el español o el inglés y cuenta con distintas variedades dependiendo de la zona geográfica totonaca. Por ejemplo, en lengua tutunakú no existe la palabra ventana. Para sustituirla tuvieron que utilizar malakgcha que significa puerta. En un inicio se ha creado una traducción estandarizada del totonaco pero la idea es que la gente trabaje con el office y se generen TotoOffices con cada “versión” de la lengua. La estandarización mejora el acceso a las lenguas, pero conlleva a su vez una pérdida de matices que disminuyen la riqueza de la misma. “Lo bonito de la lengua es que permanezca cada particularidad”, sentencia Ivan.

Palabras floridas para salvar el totonaca

Palabras floridas para salvar el totonaca

EL VIAJE
Palabras floridas para salvar el totonaca

Natália Becattini

 

 

Una pequeña escuela ayuda a las nuevas generaciones a aprender el idioma totonaco y a mantener vivas las tradiciones y cultura del Totonacapan en Veracruz, México

«Hoy no viene mucha gente porque está frío», explica el maestro Epifanio. Vestido con los trajes tradicionales totonacas —una camisa y pantalón de algodón blanco, un pañuelo pegado al cuello y un sombrero de palma—, él es el coordinador de la Casa de la Palabra Florida, una pequeña escuela del idioma totonaco que funciona dentro de los límites del Parque Temático de Takilhsukut, en el municipio de Papantla de Olarte, en Veracruz. Los termómetros marcan alrededor de 20 grados, temperatura considerada baja para aquel pueblo de tierras calientes donde la temperatura media pasa los 27 grados. Pero, poco a poco, unos 15 estudiantes comienzan a tomar sus puestos en las sillas distribuidas en el interior de una construcción de madera que da vida a la escuela. Kgalhen tlan chitanita. El saludo marca el inicio de las clases donde se enseñan canciones, colores, las conjugaciones de verbos y cómo contar los diferentes objetos en la lengua originaria. Durante tres horas, el totonaco será el idioma predominante allí.

El maestro Epifanio habla a alumnos de la Casa de la Palabra Florida

Fotografía: reproducción

La Casa de la Palabra Florida es parte de un conjunto de iniciativas del Centro de Artes Indígenas (CAI) que pretende aumentar el autoestima cultural y hacer que los habitantes de las comunidades totonacas valoren y se apropien de su cultura. Los encuentros ocurren cada dos sábados por la mañana y son intercalados con talleres que buscan mantener vivas las tradiciones totonacas. En todas las actividades, los profesores siempre estimulan a los alumnos para que usen el traje tradicional durante las clases, aunque la mayoría aparece de jeans y camiseta.

“En el Parque, varias maestras nos hablan en totonaca, pero no sabemos hablarlo bien y eso nos dificulta”, confiesa Celeste
La iniciativa resiste y sigue atrayendo a personas de la comunidad a pesar de las dificultades. En el pasado, los estudiantes que participaban en las clases y talleres, recibían ayuda del gobierno, que pagaba por el transporte hasta el Parque Takilhsukut y una merienda en el intervalo de las clases. La ayuda fue cortada bajo la justificación de reducción de presupuesto y el valor del desplazamiento se convirtió en un impedimento para muchos jóvenes que viven en zonas más lejanas al Parque. «Seguimos ofreciendo comida, pero sin el dinero del transporte muchos alumnos dejaron de venir, hoy sólo tenemos unos 40 estudiantes regulares», confiesa Epifanio. La mayoría de ellos son niños y adolescentes, pero también hay adultos interesados ​​en aprender el idioma.

La Palabra Florida intenta suplir una deficiencia que el sistema educativo oficial no pudo sanar. La educación bilingüe en la mayor parte de las escuelas de las comunidades que forman el Totonacapan sólo existe en primaria. Después de eso, la gran mayoría de las escuelas no tienen un programa para dar continuidad a la enseñanza de la lengua indígena. Esto acaba perjudicando la perpetuación del idioma entre las generaciones más jóvenes.

Incluso en los casos en que la escuela es bilingüe, la enseñanza del totonaca no es efectiva. De acuerdo con Epifanio, esto ocurre porque los profesores contratados no son, de hecho, bilingües. «¿Cómo pueden enseñar bien el totonaco si no tienen el dominio de la lengua?», cuestiona. Vicente Grande Espinoza, profesor e investigador solitario de la lengua y la cultura totonaca, coincide con la visión: «No hay interés. Algunos profesores hablan sólo el español y por eso no pueden dialogar con los niños, no logran crear un plan en el que aprenden a escribir en su lengua».

La mayoría de los estudiantes en la Casa de la Palabra Florida son niños.
fotografía: reproducción

Entre los alumnos de la Escuela Telesecundaria de El Tajín, comunidad perteneciente al municipio de Papantla y cercana al Parque Takilhsukut, son pocos los jóvenes que se arriesgan en el idioma. «Muchos de ellos tienen vergüenza porque no dominan la gramática, a pesar de saber algunas palabras», cuenta Epifanio. Él considera que el poco uso de la lengua, en el día a día de los niños, perjudica la completa absorción del idioma y es por eso que apuesta por la Casa de la Palabra Florida como una importante herramienta para evitar que el totonaca se pierda.

Celeste García Ramirez, 14 años, frecuenta el taller de arte textil que enseña a extraer el hilo del algodón y a fabricar la tela: «También enseñan a hacer los bordados prehispánicos y los tintes naturales que mediante extracto de planta se pintan los hilos de algodón». Celeste cuenta que la influencia para aprender la cultura y el idioma totonaca vino de parte de su padre, quien le enseña nuevas palabras siempre que puede y la estimula para aprender sobre las tradiciones de su pueblo. A pesar de eso, ella reconoce que tiene dificultades con la lengua. «En el Parque, varias maestras nos hablan en totonaca, pero no sabemos hablarlo bien y eso nos dificulta», confiesa.

Grecia Méndez Suárez es otra adolescente que, junto a Celeste, frecuenta el Parque Takilhsukut los sábados. A pesar de venir de una familia en la que sólo se usa el español, ella demuestra una familiaridad con la lengua y se destaca entre sus compañeros por hablar fluidamente. Todo lo que sabe lo aprendió en la Casa de la Palabra Florida. «Empecé a ir a las clases y acabé disfrutando de aprender el totonaca, la Casa es muy importante para que no se pierda el idioma», afirma. «Porque el totonaca es nuestra lengua materna», completa Celeste.

Luslan latamat: Una vida demasiado bonita en el Totonacapán

Luslan latamat: Una vida demasiado bonita en el Totonacapán

EL VIAJE

Luslan latamat: Una vida demasiado bonita en el Totonacapán

Alejandro González Amador

Las palabras que usamos en nuestro día a día definen cómo somos, qué pensamos, cómo interactuamos con nuestro entorno. Cuando a uno se le pregunta por la palabra preferida en su idioma materno, no siempre es fácil reaccionar con una respuesta rápida y precisa. Muchos de los totonacos que encontramos en nuestra visita al Totonacapán, compartieron con nosotros cuál era su término favorito y su significado. Gran parte de su cosmovisión, de su realidad, se ve reflejada en estas pinceladas en totonaca.

La paloma mensajera de la lengua rarámuri

La paloma mensajera de la lengua rarámuri

El VIAJE
La paloma mensajera de la lengua rarámuri

Ignacio Espinoza

 

 

Canciones, poemas, libros y traducciones. Viajes, talleres de poesía y charlas. Un itinerario de vida dedicado a difundir la lengua en la Sierra Tarahumara y que lo convirtieron en una eminencia cultural en el estado de Chihuahua. Martín Makawi es el hombre detrás del rótulo, su objetivo: llevar las palabras de una cultura a los niños de la Sierra Tarahumara.

Todos los caminos llevan a Martín Makawi. En Chihuahua, capital del estado que lleva el mismo nombre, el apellido Makawi es un eco constante cuando se busca hablar con alguien relacionado a la lengua rarámuri. Un hombre de abdomen generoso, piel morena y el pelo tomado lleva un amuleto de plumas con una piedra azul en el cuello. Está sentado en una oficina a un par de cuadras que conectan con el centro de la ciudad. Él es la persona. Viste una camisa blanca junto a unos blue jeans y sobre su escritorio hay un jugo de naranja, un paquete de galletas saladas y una lata de atún. Al otro lado del mueble hay un laptop y al centro un cúmulo de hojas donde está impreso “El Principito” de Antoine de Saint- Exupéry , libro con el que trabaja para traducirlo al rarámuri.

“Ahorita no hay materiales para las escuelas. Estoy traduciendo algunos libros que pudieran ser factibles para los niños, entonces ahí andamos”, dice Martín Makawi con una voz pausada y serena que le permiten expresar sus ideas. “Creo que la lengua es la mejor herramienta para preservar una cultura”, agrega. Las traducciones no son todo, también visita escuelas en los diferentes municipios de la Sierra Tarahumara para realizar talleres de poesía en rarámuri , lengua que también difunde a través del canto, el vehículo que despertó su interés por expresarse y difundir el idioma.
Además de ser poeta y músico, Martín Makawi trabaja en la Secretaria de Cultura en Chihuahua.
Fotografía de Joseba Urrutikoetxea

Para hablar sobre su trabajo rebobina la memoria hasta el inicio, en Bacigua, Municipio de Guachochi. “Nací bajo un pino. Siento que ese pino escuchó mi sentir y llanto. Nací para algo, para llevar palabras en rarámuri a los niños”, cuenta. Desde los seis años empezó a cantar mientras escuchaba la radio. No sabía leer y escribir. Escuchaba los cantos de su madre y su tía en las tesquinadas, ­fiestas donde se bebe tesquino (licor de maíz) y que celebra el fin de la época de cosechas. Pero su padre no lo dejaba cantar porque en la cultura esa práctica solo la hacen las mujeres. “‘Por qué cantas’ me decía, pero si cantaba en español no me decía nada”, recuerda.

«La lengua es la mejor herramienta para preservar una cultura”, afirma Martín Makawi
En su poesía y música, el poeta habla sobre la naturaleza
Crédito: Gentileza
Aquello no fue un obstáculo y continuó con el canto, en español.  Pero antes de Makawi fue Chávez, el verdadero apellido del poeta y cantante hasta 1994, cuando la actual identificación llegó por un sueño. Un indio de la tribu sioux, en Dakota del Norte (Estados Unidos) le lanzó una flecha en el cuello. “En el momento en que estoy tirado él llega hacia mí y me dice: ‘Martín por qué me tienes miedo’, yo solo vine a darte un nombre y te quiero invitar a la lucha a que defiendas tu cultura, tu tierra, tus animales, tu bosque, tu lengua, el idioma rarámuri. Solo que te voy a cambiar el nombre, de hoy en adelante te vas a llamar Makawi”.
«No porque saliste de la comunidad vas a hablar y te vas a sentir diferente a lo que fuiste o lo que eres”.

El bautizo no le gustó. Makawi en rarámuri significa paloma, un animal indefenso para él. Con el tiempo comenzó a componer en su lengua nativa y después de cantar una canción que hablaba sobre cuidar los pinos, el agua, el maíz y los alimentos silvestres encontró el sentido del mensaje que recibió en el mundo subconsciente: “Makawi significa que voy a ser el vocero. Que voy a llevar las palabras de los ancianos hacia los niños. Pero no solamente para mi pueblo sino que al pueblo del mundo. Voy a volar y viajar cantando estas canciones para que los otros escuchen cual es el pensamiento rarámuri. Makawi, no es una paloma cualquiera y un ave indefensa. Paloma defiende desde su espíritu y sentimiento de cómo unificar el pueblo para que no pierda esa identidad cultural”. Respetar la tierra, el agua el maíz y los animales son parte de la cosmogonía del pueblo que el cantante vincula en la música y poesía junto a otro mensaje, vivir en armonía. “Para el mundo eso es tener suficientemente dinero, una buena casa y comodidad. Para nosotros no es eso. El vivir bien es estar bien contigo mismo y los seres que te rodean”, sostiene.

Identidad, cultura y escritura es lo que le enseña a los niños en las escuelas. Pero también a que no se avergüencen de hablar su lengua materna en todo México. “Así como viajan otros idiomas, el rarámuri también hay que llevarlo. No porque saliste de la comunidad vas a hablar y te vas a sentir diferente a lo que fuiste o lo que eres” afirma Martín Makawi quien escucha las conversaciones de los ancianos como fuente de inspiración para componer las canciones. Sobre los niños dice que estos llevan una serpiente en la cabeza y que eso no les permite escuchar las palabras de los padres, ancianos y profesores sobre cómo preservar la cultura. Cuando habla junta las manos mientras los pulgares chocan constantemente. La secuencia se interrumpe cuando mira el celular, lo toma y lo enseña. “Hasta en lo más lejos de la comunicación ya existe celular, esto es parte de lo que nos hace borrar nuestra identidad. Al mismo tiempo es beneficioso, pero es parte de quien nos quita esa identidad cultural de pueblo”, dice.

Makawi recorre las escuelas de la Sierra Tarahumara para enseñar la lengua rarámuri
Crédito: gentileza

Además de las escuelas Martín Makawi colabora en la Secretaria de Cultura en Chihuahua. Pero otro de los trabajos que realiza se relaciona con los rarámuri que migran desde la Sierra Tarahumara hacia las ciudades en busca de mejores oportunidades laborales. “Hoy en la Sierra se ha apoderado la gente armada, la gente se va porque tienen miedo de que sus hijos vayan a entrar a este tipo de trabajos y nos hace perder la identidad cultural”, confiesa y agrega: “La cultura armada nos ha ganado, entonces requerimos una lucha fuerte, un trabajo fuerte con los niños. La gente joven se inclina hacia el narcotráfico y matar a su propia gente”.

 

En la enseñanza el panorama tampoco es auspicioso. El poeta señala a los maestros como responsables del devenir de la lengua. Critica que los profesores solo se enfoquen en el programa del gobierno de turno –donde no se considera una educación monolingüe del idioma nativo– y, pese a que también son hablantes, prefieren educar en una lengua ajena. “Los niños contestan en rarámuri aunque se les habla en español”, dice. Su trabajo no depende totalmente de la Secretaría de Cultura. Las semanas las divide según los proyectos que surgen y también se organiza para estar en talleres y presentaciones musicales. Le gustan los viajes porque los considera un aprendizaje que nunca termina. “Quiero llegar a que la gente se despierte con el corazón sin olvidar lo que son de raíz”, afirma mientras hace una pausa y toma su collar. “Es un adorno, la piedra es algo que me ayuda a caminar”, sentencia.