El VIAJE
El grito de la mujer ngäbe
Ignacio Espinoza
Quiso llevar su atuendo a la escuela y la discriminaron. Quiso aprender en las salas de clases y sufrió los retos por hablar en su lengua materna. Se convirtió en maestra y vio cómo la persecución contra su pueblo continuó. Nicolasa Jiménez es hablante ngäbere y desde la política lucha para que las mujeres peleen, preserven su cultura y puedan tener más cabida en un terreno dominado por los hombres.

Su madre le mostró el camino. Desde pequeña, Nicolasa Jiménez siguió los consejos de su progenitora, quien la apoyó para que fuera a la escuela. El padre quería lo contrario. Él pensaba que, si su hija se educaba, iba a abandonar pronto el hogar o se iba a casar a temprana edad. Pero la joven ngäbe siguió adelante. Caminó de su casa a las salas de clase y la ruta que, en un principio, era aprender siguió durante décadas y pasó a la política con los ojos de una mujer clavados en un nuevo horizonte: ser alcaldesa.

Cuando Nicolasa Jiménez habla de su historia lo hace en voz baja y los ojos se le humedecen. Sentada en el salón de su casa en el municipio de Tolé —provincia de Chiriquí, al occidente de Panamá— recuerda, como si fuera una multiplicación, todos los hitos que ha conseguido en su vida y que la enorgullecen. Pero también revela, en el rollo fotográfico del recuerdo, las humillaciones y discriminaciones que vivió por ser mujer, indígena y hablar la lengua de su pueblo ngäbe. “Utilizo eso cómo ejemplo para los jóvenes y para que, cuando quieran ocupar un cargo, o lograr algo positivo, eso es a través del sacrificio”, confiesa. Desde pequeña vio cómo los maestros le inculcaron que solo existía una lengua, el español. Las clases eran en ese idioma, las veces que podía utilizar el ngäbere eran contadas con los dedos de la mano y, cada vez que lo hacía con una compañera, le llamaban la atención. Había un objetivo, el español se debía hablar a la perfección. Si había alguna falla, la retaban. Un método que tuvo sus efectos, Nicolasa confiesa que sí mejoró en aquella lengua desconocida.

 

En el ombligo de los 70 Nicolasa Jiménez fue a la escuela. Un período donde también recuerda que su familia sufrió necesidades económicas.  El largo vestido, de un solo color y con bordados, que portan las mujeres ngäbe se convirtió en el principal atuendo. El reglamento de la escuela exigía un uniforme, en la casa no había dinero para comprar lo solicitado, un problema no atendido en el establecimiento educacional y de nuevo los llamados de atención por no cumplir las normas. Pero en aquel lugar, donde brotaron los retos, también se sembró un futuro, uno que estuvo acompañado de buenas calificaciones. “Le dije a mi madre que iba a sacrificarme. Yo observaba a los docentes que iban a trabajar ahí y se vestían y arreglaban bien. Entonces me dije que yo iba a estudiar para ser maestra”, cuenta.

 

«Yo observaba a los docentes que iban a trabajar ahí y se vestían y arreglaban bien. Entonces me dije que yo iba a estudiar para ser maestra»

Gracias a un paquete de medidas impulsadas por el entonces General Omar Torrijos, Nicolasa Jiménez accedió a una capacitación. La posibilidad de continuar los estudios que finalmente le dieron el certificado de maestra en educación primaria. La meta estaba alcanzada, pero los fantasmas del pasado volvieron a aparecer, del mismo lado, de los maestros contra profesores y alumnos de los pueblos originarios. “Generalmente los profesores latinos tratan bien a sus compañeros, pero también hay otros que si uno habla mal, de pronto está riéndose de una con otras personas. Son situaciones que nosotras hemos sufrido en presentación de vestimenta que llegamos así y hay a unos que les gusta y otros que no les agrada. Cuando inicié mi carrera como maestra en 1985 tenía mucho temor a eso”, recuerda. Los miedos fueron el enemigo a vencer, junto a otras colegas Nicolasa afrontó a los colegas que discriminaban y les hicieron entender que algunos niños, que venían de familias indígenas, no tenían las mismas facilidades para expresarse. “Nacimos hablando otra lengua materna porque en la casa realmente mi mamá hablaba todo en el idioma de nosotros. Habían algunos profesores que entendían y ayudaban a los estudiantes”, recuerda.

La profesora quiere luchar por su pueblo como alcaldesa

Fotografía de Joseba Urruty

Las luchas en los establecimientos educacionales siguieron. Pero en otro escenario, el terreno político. La discriminación que Nicolasa sufrió como ngäbe era por partida doble, también vivió la carga histórica que conlleva ser mujer. Un detonante que la llevó a participar de la política desde el Partido Revolucionario Democrático de Panamá para disminuir una balanza cargada hacia los hombres. “Anteriormente la mujer era solamente considerada para atender en la casa y no tenía esa oportunidad de participar en la política. Hay varias mujeres que son preparadas pero no se atreven”, afirma y agrega: “En la campaña siempre hay discriminación, si la mujer tiene antecedentes eso es más discriminatorio que un varón. Si la mujer comete un acto indebido a veces le cuesta llegar a triunfar por esas causas. Estamos educando a los jóvenes a que participen, a que rompan las barreras y que ahora se ha implementado con nuestro partido, la participación del 50 % de género”.

La equidad de género no es lo único. Otro de los focos es revitalizar el ngäbere y donde la mujer juega un papel fundamental. Son ellas las principales guardianas de la identidad al conservar los vestidos y al enseñarles y hablarle a los menores en las casas. Ventajas que también tienen críticas, uno de ellos es el gobierno panameño que no se preocupa por fomentar una educación intercultural bilingüe y permite que maestros latinos enseñen el ngäbere, pero sin interesarse por la cultura. “No lo toman como parte de la responsabilidad como actividad escolar. Los que aplican para trabajar en la comarca deben estar conscientes de que tienen que hablar esa lengua. Ellos tienen que pasar una prueba para poder concursar y obtener ese espacio de trabajo. Pero cuando están nombrados allá se les olvida el compromiso”.

«Si la mujer tiene antecedentes eso es más discriminatorio que un varón. Si la mujer comete un acto indebido a veces le cuesta llegar a triunfar por esas causas. Estamos educando a los jóvenes a que participen para que rompan las barreras»

Unos 33 años lleva Nicolasa Jiménez como profesora en el sistema educativo. En 2004 entró en la política. Apoyó a jóvenes para que estudien en corregimientos y fuera del país, promovió proyectos de salud y mejoró caminos en la comunidad. Una lista de logros donde aún queda una tarea pendiente, la lengua. Cree que la discriminación ha bajado en relación a cuando ella era joven, pero la situación sigue grave y plantea que el estado debe hacer algo al respecto. “Nos sentimos culpables en las partes porque nuestros padres y las parejas son las que no están educando a los hijos de ellos. Están prácticamente hablando en otro idioma que es español, en la lengua materna poco están practicando y ahí los niños están creciendo”, sostiene.

El futuro tampoco es auspicioso, en 10 o 20 años el ngäbere desaparecerá, un hecho que Nicolasa no desconoce. La solución la ve en articular una forma de trabajo para que se fomente la lengua y los niños no sientan vergüenza de hablar, un camino complejo pero que la maestra también conoce y por eso no titubea en plantear la primera medida, una que ella ya vivió, su historia. “La mayor responsabilidad la conlleva la madre y  quiero hacer un llamado a ellas que sean maestras en la casa. Es la forma de enseñar su idioma y es la forma más importante de conservar nuestra identidad y cultura”, sentencia.

1 Comentario

  1. osbaldo miranda

    NICOLASA JIMENEZ NO ES DE MI CORREGIMIENTO,PERO LA HISTORIA DE ELLA COMO EDUCADORA Y POLITICA ,HAN LLEGADOS EN MI CORREGIMIENTO POR ENDE ESTOY CONVECIDO EN DARLE MI APOLLO…QUE DIOS LA ILUMINES MUCHOS MAS..

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