EL VIAJE

El silencio de las mujeres

Idoia Olaizola

 

 

“Si nos queremos dar cuenta que los idiomas que tienen distinción entre masculino y femenino el femenino siempre deriva del masculino y nunca es la forma principal, no lo podremos hacer, evidentemente, más que remontándonos a la situación social respectiva de mujeres y hombres en la época en que se fijaron esas normas gramaticales”.

Antoine Meillet.

El 11 de julio de 1969 el hombre llegó a la luna, y el titular atestó las portadas de medio mundo: “La luna conquistada por el hombre” del diario Tarapacá, “El hombre pone pie en la luna” de la Prensa Gráfica, “Man is on the moon” del Daily Express, o “Men walk on moon” del New York Times son solo algunos de los ejemplos de las primeras planas de aquel día. Y, ¿qué tienen en común? Que todas hacen hincapié en el género de quién consiguió tal hazaña. El término hombre, se utiliza como sinónimo de humano, englobando supuestamente a hombres y mujeres por igual. Pero en la práctica, la lengua silenció y apartó a las mujeres de los grandes hechos históricos. La lengua es un producto tanto social como cultural y explica las realidades en las que esta se desarrolla. Durante décadas las mujeres estuvimos relegadas a la vida en casa. Nuestras tareas eran limpiar, cuidar del hogar y los niños. Eran los hombres los que salían a por trabajo, los exitosos, los encargados de las cosas importantes. Por eso, ellos eran los protagonistas del lenguaje. Por eso, a nosotras no era necesario nombrarnos, como tampoco éramos “necesarias” en la vida real. En palabras de Teresa Meana, una reconocida feminista y activista en contra del lenguaje sexista: “tomar sólo la parte de la lengua que se nos adjudicaba equivalía a aceptar el silencio”.

Viñeta de Mafalda sobre el «papel» de la mujer en la historia

Fotografía de archivo

Hasta hace pocos años, en castellano no había palabras para definir a una mujer jueza, arquitecta o antropóloga. Afortunadamente, esta realidad ha cambiado. Las mujeres ya no se designan a sí mismas como ingenieros o abogados, por fin son ingenieras y abogadas, ganando así un espacio en la sociedad mucho más grande que el que un simple cambio de letra pudiera ofrecer a priori. Un ejemplo flagrante es el de la palabra «presidenta». En la quinta edición del DRAE de 1803, la presidenta se definía como la mujer del presidente. No fue hasta 1974 cuando una mujer asumió la presidencia por primera vez. Fue María Estela Martínez de Perón, conocida como Isabelita Perón, convirtiéndose en la primera presidenta de la República de Argentina. Sin embargo, muchos se muestran reticentes a estos cambios. En la fundación Fundeu se abrió un hilo al respecto. Un usuario preguntó hasta qué punto era correcto cambiar la declinación de presidente, atendiendo a las raíces históricas y gramaticales de la lengua castellana. La respuesta fue brillante: “Para que una lengua tenga voces como presidenta, solo hacen falta dos cosas: que haya mujeres que presidan y que haya hablantes que quieran explícitamente expresar que las mujeres presiden. Si esas dos circunstancias se dan, ninguna supuesta terminación, por muy histórica que sea su huella, frenará el uso de la forma femenina» (pregúntese el lector por qué no se han levantado voces contra el uso del femenino sirvienta).

«Tomar sólo la parte de la lengua que se nos adjudicaba equivalía a aceptar el silencio”

El mundo se ha pensado en masculino, silenciando a las mujeres y se ha observado no solo en la gramática, sino en el uso de la lengua. Como ya se explicó en un texto anterior, las palabras son esenciales para la construcción del mundo y la realidad. ¿Cuántas empresas conocemos llamadas “Viuda de…”? ¿Cuántas veces hemos usado la expresión “nenaza” o le hemos dicho a alguien que hace las cosas como una niña como un insulto? Para la lengua castellana las mujeres somos débiles, de hecho, el DRAE define, en una de sus acepciones, el sexo débil como “conjunto de mujeres”. Somos objetos para ser utilizados y poseídos por los hombres. Pero eso poco a poco va cambiando. Cada vez se implementan más estrategias para usar un lenguaje inclusivo. Por ejemplo, en la campaña “Si no me nombras, no existo”, lanzada por el gobierno en Perú se dan directrices para visibilizar a la mujer en el uso del lenguaje cotidiano. Sin embargo, es necesario un cambio en la sociedad para incluir de una manera real a la mujer. Como dice Teresa Meana: “Una lengua que no se modifica sólo está entre las lenguas muertas”.

Lenguas más ¿inclusivas?

En la selva de la amazonia peruana, a orillas del río Marañón, habitan los kukama. Su lengua tiene una característica especial, hombres y mujeres tienen variantes dialectales distintas. Algunas palabras y formas gramaticales son exclusivas de uno de los géneros binarios. Cabría esperar que en esta sociedad la mujer estuviera un poco más presente, pero no es así. Esa distinción en la manera de hablar kukama también ha servido como objeto de burla y de menosprecio a las mujeres.

Roberto Awanari habla kukama. Explica que en la escuela solo había maestras mujeres. Éstas tenían su manera de hablar, por eso los alumnos hombres aprendían a hablar como mujeres. Eso provocaba que algunos padres llamaran a los niños “maricas”. De hecho, cuenta que una vez habló en forma femenina y un profesor le llamó la atención porque, según él, su manera de hablar ofendía a la cultura kukama.

Viñeta del humorista gráfico Eneko sobre el lenguaje sexista

Imagen de archivo

Como ya ocurría con el castellano, en el kukama la forma del hombre también engloba a la mujer de una u otra manera, por eso, si una mujer habla como un hombre no trae consecuencias. Una asociación llamada Wainakana Kamatawara que significa mujeres trabajadoras, utilizó la forma masculina para crear su nombre, pero nadie protestó por ello. Sin embargo, en la radio Ucamara de Nauta, cuando los ancianos empezaron a hacer sus programas en lengua kukama, los vecinos se rieron de ellos alegando que usaban las formas incorrectas, que no sabían hablar la lengua.

De puertas hacia fuera ocurre lo mismo. Los carteles y la publicidad kukama son en masculino, nunca se usa el femenino. Cuando no hay un locutor visible, siempre se comunica como un hombre. A pesar de contar con una manera específica con la que visibilizar a la mujer, ésta sigue siendo relegada a un segundo plano. La variante de mujer sigue siendo usada para menospreciar a la sociedad.

“Una lengua que no se modifica sólo está entre las lenguas muertas”

Con los dos ejemplos mencionados se aprecia que, aunque sea importante que la mujer tenga formas específicas en la lengua, no es condición para que ésta aparezca en el discurso. Además, hombre y mujer no son los únicos géneros existentes en la sociedad. Se necesita por tanto un cambio real, tanto cultural como social para que todas las personas tengan cabida y estén representadas en su lengua. Porque todos tenemos el mismo derecho a poder expresarnos. Porque nadie debe seguir siendo silenciado.

2 Comentarios

  1. Arantxa

    Cuánta sabiduría esconden estas palabras. Este artículo debería trascender y correr de voz en voz para que todas, mujeres y hombres, sean conscientes de las limitaciones que nos autoimponemos. Gracias por expresarlo así de bien

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  2. Laura de Manuel

    Grande Idoia!!!! Buenas reflexiones regaladas con tu facilidad de comunicación!!!
    A seguir devorando la vida y gracias por compartirlo.

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